Alfredo Maldonado: Las semillas de la patilla

Alfredo Maldonado: Las semillas de la patilla

Pocas frutas hay más sabrosas, refrescantes y alegres que la patillo, de encendido y agradable interior rojo por dentro, con verde fuerte y alegre por fuera. Nada como un buen pedazo de patilla para salir a la vida y para apaciguar el día antes de lanzar sueños hacia el día siguiente, que ya se verá cómo amanece.

Y al mismo tiempo una fruta con más semillas fastidiosas que, si bien pueden ser echadas a un lado siempre alguna se cuela. Como la emoción popular a lo largo y ancho de las concentraciones en respaldo de María Corina Machado, que deben generar angustias en las oficinas públicas (y aún más las secretas) del castrismo en La Habana o el desconcierto madurista que siente que el poder se es escapa entre las fauces que aúnque no lo pierda del todo, aun con más precisión se tiene o más seguramente se va escapando sin nada útil que mostrar, ¡hasta los chavistas han comprobado que ni el chavismo ni mucho menos los militares saben gobernar ni van a aprender a hacerlo.

No conocemos a Edmundo González Urrutia, aunque estamos seguros de que hasta el más incompetente puede gobernar mas o menos bien, mucho menos dudamos de la capacidad de María Corina Machado, ambos para empezar se desenvuelven bien y además tienen resuelto ese misterio que para gente como Maduro, Cabello y otros es el inglés.





El problema es que los expertos cubanos tienen entrenamientos, referencias y guías de un país que ha fracasado incluso en el fracaso, que ya enterró al astuto perverso genio de la chulería y se le envejece rápidamente el hermano que ya no es obediente menor sino trasto gruñón, y los obedientes que lo rodean no se atreven a improvisar, de ellos Díaz-Canel el más obediente pero no el mejor porque para ser mejor hay que tener audacia e iniciativa.

Será cosa de tribunales, leyes, impunidades y negociaciones que los chavistas terminen de largarse, ya veremos, lo que nos preocupa es que semillas de la patilla nacional siguen colgadas de la señora Machado y el embajador González y unos pocos más, tal como a lo largo de la historia venezolana los grandes hombres y mujeres han sido minoría y las masas han dejado a esos venezolanos de primera en el abandono.

No hay nada más ruidoso y engañoso que la emoción popular, ojalá Maria Corina Machado nunca lo olvidara, nada más falso, rastrero y oportunista que la clase política venezolana.