Humberto, hermano de Daniel Ortega: Su poder dictatorial no tiene sucesores, tras su muerte deberá haber elecciones

Humberto, hermano de Daniel Ortega: Su poder dictatorial no tiene sucesores, tras su muerte deberá haber elecciones

Los hermano Ortega Saavedra. A la izquierda, Humberto Ortega, general en retiro, y a la derecha, Daniel Ortega, dictador nicaragüense.

 

Humberto Ortega, 77 años, es hermano del dictador nicaragüense Daniel Ortega, 78 años. Ambos se integraron en su adolescencia a la guerrilla contra Somoza y luego se convirtieron en comandantes sandinistas. Ambos dirigieron el régimen que gobernó a Nicaragua durante los años 80, Humberto como jefe del Ejército y Daniel como presidente.

Por infobae.com





Este binomio de poder comenzó a fracturarse en 1990, cuando Humberto Ortega se mantuvo al frente del Ejército en el gobierno de doña Violeta, y Daniel Ortega encabezaba una oposición violenta y radical.

Tras su salida del Ejército, en 1995, Humberto Ortega, de quien se presume maneja negocios millonarios, se dedicó a escribir libros de historia y promover lo que él llama “centrismo humanista”, una corriente de pensamiento que define como acercar posiciones para “contraer acuerdos en beneficio de todos”.

Sus opiniones, ocasionalmente expuestas en el nicaragüense diario La Prensa, agitan las aguas de la política nicaragüense por controversiales o porque sus propuestas de solución a la crisis resultan, al menos “sospechosas”, viniendo de quien vienen.

Humberto Ortega ha mostrado su desacuerdo con muchas de las acciones de su hermano, más que con intención de confrontarlo, para aconsejarlo en estrategias para sobrevivir en el poder. Los hermanos Ortega no son antagónicos, sino que tienen distintas visiones de cómo administrar el poder. Él dice no ser enemigo del régimen nicaragüense ni de la oposición, “aunque tengo puntos de vista encontrados con ellos”.

A pesar de los públicos choques entre ellos (Daniel Ortega lo ha llamado “traidor” e “instrumento de Estados Unidos”) el dictador nicaragüense ha acudido a visitarlo un par de veces en su residencia, donde convalece de complicaciones cardiacas.

En esta amplia entrevista con Infobae, Humberto Ortega relata la particular relación que mantiene con su hermano y dictador de Nicaragua: Daniel Ortega, expone su criterio sobre lo que sucedería en Nicaragua ante su muerte y las salidas que él vislumbra a la crisis que vive el país.

-¿Cómo está de salud? ¿Podría explicarnos su condición médica?

-He tenido eventos cardiovasculares graves, en el contexto del tenso y polarizado conflicto político y social, el Covid, del año 2018. Fui ingresado de urgencia en el Hospital Vivian Pellas, de Managua. Posteriormente, desde diciembre del año pasado, sufro nuevos eventos.

-¿Operaciones a corazón abierto?

-No. Operación a corazón abierto fue en el año 2000, en Costa Rica. Ahora no fue un infarto ni una amenaza de infarto. Fue lo que se llama medicamente “insuficiencia cardíaca”, que igual te puede matar porque no te permite respirar. Ya estoy de alta en mi hogar, acá en Managua. Me siento bastante restablecido y animado, en la dinámica personal y política.

-La última vez que se supo de un encuentro entre usted y su hermano Daniel, fue precisamente por una gravedad médica. ¿Han vuelto a encontrarse?

-A raíz de mi enfermedad, el presidente Daniel, mi hermano, restablece sus encuentros con mi persona, y ahora la comunicación es más natural, fluida. Lo que ha sido constructivo, oportuno, para intercambios acerca de la compleja y difícil crisis mundial en desarrollo. Intercambiamos puntos de vista, animados en contribuir en la superación de la crisis, los serios problemas que aquejan a toda Nicaragua, en particular desde el año 2018.

-Sin embargo, Daniel Ortega parece estar siguiendo una dirección contraria a sus consejos.

-Lo importante es que estamos conversando, aunque no coincidamos en todo. Porque antes no conversábamos. Ahora estamos conversando, cada uno con su punto de vista y sin tensión alguna.

-¿La animadversión o la tirantez que hubo entre ustedes ya desapareció?

-Esa tirantez ha habido en diferentes etapas de la lucha y ha sido al calor de la misma. Mi relación, como persona, como hermano, familia o como político, ha sido en general, respetuosa lo que no quiere decir que no haya sido tensa por puntos de vista encontrados.

-Me llama la atención que en nuestra conversación previa usted dijo: “No quiero morirme antes…” ¿Teme morir?

-Un accidente en el conflicto por la hegemonía puede desatar la hecatombe, la destrucción mutua, el cataclismo de la naturaleza y nuestra especie humana. Entonces morir en esta coyuntura, nos impide contribuir en la solución de esta, en el instante de la debacle, o en el interregno que requiera el acuerdo entre las potencias para asegurar la paz con una hegemonía compartida entre las potencias.

-¿Usted espera que su opinión sea tomada en cuenta por las potencias en conflicto? ¿No le resulta muy pretencioso?

-Yo no espero que las potencias escuchen las angustias de alguien como yo o alguien como usted. Porque ni siquiera escuchan a sus propios aliados y gobiernos. Pero, tenemos el deber de hacer esfuerzos para ir sumando ruegos como los hace el Papa, tratando, en primer lugar, de resolver los asuntos que nos aquejan. No pretendo que me escuchen, o que me llamen. No. Lo que pretendo es hacer un llamado de angustia, una reflexión pública porque soy conocido internacionalmente.

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