Soldados que combaten a las Farc en el Cauca se confiesan que son víctimas de ofensas y malos tratos

Soldados que combaten a las Farc en el Cauca se confiesan que son víctimas de ofensas y malos tratos

Al menos nueve soldados han sido asesinados por las disidencias este año. | Foto: SEMANA

 

 

 





Los militares que defienden a Colombia en el Cauca no solo esquivan las balas de las Farc, también libran un viacrucis silencioso que los atormenta diariamente y que poco ha llamado la atención de la opinión pública. Suboficiales, oficiales y soldados hablaron en SEMANA y revelaron los dolores profundos que los acompañan. Los uniformados han visto cómo se multiplican los guerrilleros en las montañas con los supuestos beneficios de la paz total.

Por Semana

“El cese al fuego fue una ventaja que les dio el Estado para que se restablecieran en el territorio”, afirmó un experimentado profesional que ve pasear a los delincuentes por todo el suroccidente del país. Él cree que no es un mito que la insurgencia manda en pueblos enteros y que su institución ha tenido que agachar la cabeza en varias oportunidades para no entorpecer los planes del Gobierno.

Allí los poderosos están enfilados en el bloque occidental Jacobo Arenas, el brazo más sanguinario de las disidencias. De ese nombre se desprenden las estructuras Dagoberto Ramos y la Jaime Martínez. La primera tiene 250 hombres en armas y las unidades de inteligencia creen que por cada uno de ellos hay cinco milicianos. La segunda cuenta con 300 sujetos a los que no les tiembla la mano para hacer el mal y son calificados como los más sanguinarios.

Ellos han asesinado a nueve soldados este año y los muestran como si fueran trofeos merecedores de aplausos. Esas escenas han llenado de intranquilidad a los militares. “Cualquier persona que diga que no siente miedo realmente estaría diciendo mentiras”, comentó un capitán del norte del Cauca bajo anonimato. Pocos han expresado en público estos sentimientos y los suman a los amargos recuerdos de la guerra, pues fueron entrenados para anteponer la valentía sobre cualquier cosa. Los fallecidos entregaron sus vidas para que las comunidades tuvieran tranquilidad. Mientras que los guerrilleros celebraban, el país lloraba.

La lucha armada solo es uno de los caminos violentos que emprendieron contra las tropas, pues hay dos planes igualmente temerosos para demeritar el trabajo de los uniformados: mentiras para que las personas categoricen a los uniformados como enemigos y una guerra jurídica para debilitar a los comandantes que dan resultados. Los golpes no serían únicamente externos. Al parecer, también habría un flujo de billetes para corromper a varios funcionarios en el departamento con el fin de facilitarles el camino a las disidencias.

La justicia ordinaria y el sistema militar rastrean varios episodios para esclarecerlos y distribuir las potenciales responsabilidades. Un coronel reconoció que estas situaciones son críticas y los ha llevado a desatender algunas labores: “Por el poder que les da el negocio del narcotráfico, infiltran las instituciones. Eso le roba a uno la atención y la tranquilidad. Eso influye en las operaciones y, obviamente, en los resultados tangibles e intangibles”.

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