Abraham Sequeda: Templanza

Abraham Sequeda: Templanza

Como es costumbre para los habitantes de este país, las emociones no se hacen esperar y brotan de manera espontánea a partir de cada conversación, de la aparición y expresión de necesidades, de una escena familiar cotidiana, del entorno de la sociedad con sus numerosas y diversas relaciones; también de las propias expectativas para un nuevo ciclo de vida.

Siendo estructuras biológicas complejas, los seres humanos en su forma de pensar, actuar, sentir y hasta soñar, son el resultado de procesos fisiológicos que generan respuestas instintivas, involuntarias; estas son las emociones, luego un conjunto de ellas una vez procesadas de forma menos inconsciente, se catalogan otorgándole un valor estructural para interpretar y exponer, dando origen a los sentimientos.

Solo es preciso una corta conversación con algún venezolano, en cualquiera de sus actividades: dentro de sus condiciones laborales o una reunión plácida entre vecinos, bajo el rigor de una situación apremiante y cualquier otra circunstancia del acontecer nacional, para apreciar casi su único anhelo inmediato. En adición, este anhelo es primario, porque a partir de cumplirse este, se desencadenaría una serie de muchos otros (secundarios) tan rápido como sea posible; en todos los casos, característicos de cada quién y de su núcleo familiar.





Un evento observado directamente, una noticia o información, pueden generar emociones, luego cada emoción según su naturaleza; es decir, el hecho concreto que la desencadena, el entorno y las características de la propia persona, sus condiciones de vida o las presiones a que es sometida todos los días, van a dar origen a los sentimientos, que pueden resultar ser positivos (por ejemplo: la alegría, amor o entusiasmo) o negativos (tristeza, ira, decepción, entre otros).

A fin de cuentas, no necesitamos sucumbir ante las emociones ni acomodar los sentimientos, sino fortalecer el conocimiento sobre las cosas, la sapiencia y la actuación precisa para el cumplimiento de una meta. Se destaca el tipo de respuesta física o mental de las emociones pasadas y de los días por venir y colocar a disposición de la racionalidad el cúmulo de sentimientos y dirigirlos.

La templanza al asegurar el dominio de los instintos, ayuda a equilibrar las respuestas, por lo tanto, permitirá ayudar en la prosecución y conclusión de un plan, tarea o cualquier actividad que se pretenda llevar a cabo con éxito.