William Anseume: ¡Ay, Lula!

William Anseume: ¡Ay, Lula!

Entendemos las dolencias cerebrales de las cuales el presidente Luiz Inacio se ha ido restableciendo, y, por cierto, le deseamos pronta y feliz recuperación plena. Ese no es problema alguno para el entendimiento de la situación venezolana y su posible resolución. Desde luego que Brasil, como México y Colombia no dejan de ser países importantísimos en la región. Eso ni que decirlo hay. Es una perogrullada con la cual me expongo.

Ahora bien, su accionar, el de Brasil y Lula, no es tibieza. No. Es empuje de una situación insostenible ya en Venezuela, es espaldarazo, cada vez menos disimulado. Constituye descomunal mentira que en ninguno de esos tres países, hermanos por cercanía geográfica y cultural, económica y social, que además acogen a nuestros coterráneos que huyen espantados por la desgracia impuesta, hay dudas relevantes sobre el poder electoral que colocó a Lula, a Petro y a Sheinbaum en el poder. Es falso que en México, Colombia o Brasil fracasó la separación de poderes propia de la democracia.

Si bien Colombia resulta más afectada con la llegada de nuestros ciudadanos, Brasil y México reciben lo suyo, su dosis de refugiados nuestros. México más en tránsito, obvio. O sea, el problema venezolano, que ha de resolverse este año más definitivamente con toda seguridad, afecta su vida económica y social. ¿Se van a hacer los locos? No pueden. La oposición ha sido más frontal en Colombia. Pero en Brasil y México debería incrementarse en mucho el reclamo a sus gobiernos, la factura por el despropósito. No reconocen, pero envían representantes. Espaldarazo manifiesto. Aunque procuren pasar agachaditos.





Luiz es producto, como presidente, reelecto además, presidente del Brasil en tres oportunidades, no todas consecutivas, es hechura política continental de la democracia, de la participación y opinión política de sus conciudadanos. Se retiró, lo retiraron para volver con votos, con expresión contada. Porque cree -¿creía?- en el funcionamiento democrático. Ahora, además del pretendido, por él, espaldarazo con representante en el acto de asunción, aunque desconoce los resultados que llevaron a darle secuencia a la dictadura venezolana, ofrece nuevamente la negociación. ¿Para negociar qué? ¿En Brasil las elecciones, los resultados, se esconden y luego se negocian? ¿Ocurre esto en Colombia o México? La única negociación posible, digna y aceptable es la de la transición que sus amigotes en Caracas no han querido entender para evitar el sangrero. Que cada vez luce más provocado por propios y extraños.

¿Por qué Lula conviene en dividir más la región? ¿Vislumbra la debacle absoluta del Foro de Sao Paulo y sus resultas? ¿Presiente la hegemonía, el triunfo de las ideas concretadas en Argentina y El Salvador? ¿La producción de riqueza y bien vivir de la ciudadanía le estorba en momentos que que la economía brasileña da muestras de su inestabilidad que conduce a la agonía? ¿Qué pasa por el cerebro de Lula? Ahora la region latinoamericana se mueve entre los crudelísimos dictadores sin escrúpulos, los conscientes defensores de los sistemas democráticos que quieren bienestar para sus pueblos -donde podemos fácilmente incluir a Chile, por ejemplo- y los pretendidamente tibios, que ni una ni otra cosa. Defiende Lula, dismulando, lo indefendible.

¿Se seguirá oponiendo Lula, con Colombia y México, a los catorce países de la OEA que en un manifiesto desconocen y combaten a la dictadura venezolana, con un llamado a la paz, a la resolución política adecuada, sin sangre, de la situación venezolana? ¿O seguirá aferrado a la entronización de la crueldad como respuesta a los pueblos que quieren ser libres, democráticos, esplendorosos económicamente y pacíficos? No parece haber términos medios en lo planteado hoy en nuestro continente.

¡ Ay, Lula! ¡Ay, Lula!