
La expresión pública o secreta de preferencia ante una opción es herramienta primordial para la participación ciudadana, preservación de la soberanía y libertad. Sin embargo, en un ambiente hostil y bajo circunstancias adversas, el acto de votar -derecho inalienable del ciudadano- se convierte en el verdugo de la democracia que debería proteger. En lugar de resguardarla, contribuye a su erosión, la humilla y ridiculiza su gentilicio.
Desde una perspectiva filosófica, Platón advertía sobre los peligros de la democracia. En La República, denunciaba la facilidad con que las masas pueden ser manipuladas por embaucadores, charlatanes y demagogos, lo que inevitablemente conduce a decisiones irracionales y, en última instancia, a la tiranía. Su preocupación sigue vigente: un voto ejercido por una ciudadanía sometida y aterrorizada no es un escudo de la libertad, sino una invitación al ascenso de autoritarios que desmantelan derechos individuales y colectivos. Reflexión que obliga a preguntar, si el voto es aplicado sin criterio, fragmenta la autodeterminación y sirve de alfombra roja para tiranos y parlanchines gárrulos.
En el ámbito político, intervenir de manera artera, distorsionando la verdad o justicia, al servicio de intereses particulares, contra la opinión pública y desinformación son amenazas reales que alteran el proceso electoral. La proliferación de noticias falsas y campañas de propaganda influye en la voluntad del electorado y allana el camino para mediocres, una vez en el poder, impongan políticas que limitan la autonomía. Así, el voto se convierte en un dispositivo para certificar agendas déspotas, exhibiendo la vulnerabilidad de la democracia frente a quienes buscan subvertirla desde adentro.
El voto ha sido instrumentalizado para perpetuar aventureros, e indeseables contrarios a derecho. En sociedades donde predominan narrativas nacionalistas o xenófobas, los ciudadanos pueden, validar políticas que restringen derechos básicos de minorías o inmigrantes. No es teoría, es práctica: el respaldo a políticas migratorias restrictivas y normalización de los discursos de odio demuestran cómo puede emplearse en contra de los sectores más vulnerables.
Socialmente, la idealización del voto como máxima expresión de la libertad oculta desigualdades estructurales. No todos tienen acceso a la misma información ni participan en igualdad de condiciones en el proceso democrático. Sistemas electorales bribones, amañados o descaradamente manipulados distorsionan la voluntad popular, convirtiendo el acto de elegir en una coartada que justifica injusticias en lugar de corregirlas. Puede ser cooptado para servir intereses que no promueven el cambio ni la transformación, sino que perpetúan estructuras de poder abusivas y arbitrarias.
La democracia no es solo votar. Requiere instituciones independientes y honorables, una prensa libre, educación cívica y una cultura que fomente el debate responsable y el respeto irrestricto a los Derechos Humanos. Sin estos elementos, el dictamen ciudadano, lejos de expandir libertad, contribuye a su liquidación y exterminio. Se desfigura y convierte en el arma de su propia destrucción.
El sufragio es la columna fundamental de la democracia, pero no es infalible. Hay que estar alerta y cuestionar las condiciones bajo las cuales se ejerce. ¿Por qué no se publican los resultados mesa por mesa? ¿Por qué no transmitieron ni media acta? ¿El pueblo tiene o no derecho a saber? Sin ciudadanos instruidos, sin una cultura política que valore y proteja el libre albedrío, sin instituciones autónomas y sin sistemas electorales justos, transparentes y verificables, el voto se convierte en sicario, esbirro de la libertad que juró preservar.
¿Qué hacer para garantizar que el voto sea un verdadero instrumento de libertad y no un arma en su contra? ¿Cómo fortalecer la democracia y proteger el voto del uso indebido? Son preguntas que deben responderse de manera colectiva para construir un futuro de libertad y democracia, una realidad para todos.
Mientras la sociedad insista en la bobería de aletargarse con fantasías en vez de enfrentar la realidad, estaremos lejos de recuperarnos. Apoyar la dictadura es hundirse en un pantano maloliente. Por ello, la ética y moral, la enseñanza cívica, el blindaje del proceso electoral y la promoción de una participación informada, consciente y responsable son vitales. De lo contrario, el voto deja de ser un derecho y se convierte en un revólver contra la democracia.
@ArmandoMartini