
“El mayor Orlando Madrid Benítez es uno de los personajes pocos conocidos dentro de la conspiración del 4F. Madrid Benítez fue un espía en la cuerda floja fuera de serie, cuyo papel en el complot ha sido olímpica y convenientemente subestimado por la mayoría de quienes han escrito sobre el tema. (Hugo) Chávez lo desdeñó en sus relatos y el general (Fernando) Ochoa Antich hizo otro tanto”, dice a 33 años del intento de Golpe de Estado un relato apasionante con abundantes referencias históricas y testimonios del intento de Golpe de Estado aquel 4 de febrero de 1992.
Por Sebastiana Barráez | Infobae
Así se relata como parte de un episodio casi desconocido de la historia que llevó a una camarilla del 4F al poder y que Pablo Hernández Parra lo relata en un libro, de mediados del 2024, titulado “Venezuela: Radiografía de un golpe permitido. El oscuro pasado del 4 de febrero”, destacando treinta años después de lo ocurrido que “la operación político-militar relámpago de ruina y destrucción de un país, no ha sido dirigida por genios militares o políticos experimentados”.
Cataloga al mayor Orlando Madrid Benítez, un infiltrado de lujo quien, a su juicio, “ha sido ignorado como un eficiente agente de información al servicio de diversos generales”.
Narra el desprestigio y humillación de los que fue víctima, hasta intentar “literalmente de desaparecerlo, recluyéndolo en el servicio de Psiquiatría del Hospital Militar de Caracas”.
Narra Pablo Hernández Parra, que del servicio psiquiátrico rescatan al mayor Madrid Benítez, “los generales Heinz Azpúrua y Carlos Peñaloza, a cuyo servicio laboró; finalmente fue enviado al exterior donde aún reside”.
Lo resaltante, destaca el escritor del mencionado ensayo histórico, es la labor de inteligencia realizada por el mayor Orlando Madrid Benítez. En búsqueda de versiones para el libro, obtiene especialmente la del coronel de la Aviación Silvino Bustillos Quintana, exjefe de Operaciones Especiales de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), durante el Gobierno de Jaime Lusinchi, entre 1984 y 1989.
“Bustillos Quintana formó parte de un grupo de trabajo de investigación conjunto de la DIM, a partir de 1986, cuando el entonces capitán Hugo Chávez comenzaba a aparecer en los informes de inteligencia como sospechoso de conspiración dentro de la Academia Militar”.

En su relato de investigación, Hernández Parra, revela que, en 1985, el coronel Bustillos, con la llegada del general Carlos Julio Peñaloza, como director de la DIM, comienza a investigar a Chávez, destacando que en ese expediente fue importante la contribución del mayor Orlando Madrid Benítez, un oficial a quien había conocido en la Escuela de Inteligencia.
Lo que destaca el libro, como aseveraciones del coronel Bustillos sobre Chávez, es que luego de muchas horas de vigilancia, en pocos meses detectan que hay dos grupos: los Notables y los Bolivarianos.
“Los primeros eran los de mayor nivel político y militar. Los segundos tenían contacto en todas las fuerzas; su mayor desarrollo era en el Ejército y su epicentro la promoción Simón Bolívar II. Inteligencia indicaba una insurrección militar a mediano plazo”, ha suscrito el coronel Bustillos Quintana en artículos de su autoría.
Hernández Parra revela en su libro que “el movimiento conspirativo de los bolivarianos no solo era conocido desde mediados de los ochenta en el seno del Ejército, sino que prácticamente estaba infiltrado desde su nacimiento”.
Deduce el ensayo histórico que Hugo Chávez “tuvo sus ángeles salvadores, oficiales superiores defensores de las cualidades de Chávez, como buen oficial, al cual no se debía truncar la carrera militar, por cuestiones menores”, alegando que eran actitudes rebeldes.
Por ello el capitán Chávez “fue transferido a la población de Elorza en el fronterizo estado Apure, al mando de dos subtenientes, mientras le pasaba el “sarampión conspirativo” como “enfermedad de crecimiento” muy común en la juventud militar”.
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