“La piedra del loco”, un emprendimiento que crece en Las Cumaraguas de Paraguaná

“La piedra del loco”, un emprendimiento que crece en Las Cumaraguas de Paraguaná

Foto Cortesía de Eliana Palencia

 

“El loco de la piedra”, así llamaban los habitantes de Las Cumaraguas en la Península de Paraguaná a José Álvarez, un nativo de la zona que soñó con construir un lugar bonito, donde los turistas puedan tomarse fotos, comer algo fresco a orilla de playa y usar un baño.

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Álvarez tiene 42 años y desde muy pequeño trabajó sacando sal en su comunidad, donde están las famosas salinas de Las Cumaraguas, las más grandes del estado Falcón, y que hoy se han convertido en un atractivo turístico.

Allí las aves migratorias llegan a alimentarse, y con el agua azul cielo del Mar Caribe y rodeado de casas, se convierte en un lugar maravilloso, pese a que la gente busca sobrevivir a los embates de la crisis venezolana por la falta de trabajo y los pésimos servicios públicos de la zona.

José Álvarez construyó un camino de tierra e hizo un valle con sus propias manos para atraer a los turistas que pasan por la zona, ofrecerles la piedra de sal natural y dejarlos pasar, sentarse y hasta tomarse fotos en un stand que él mismo realizó. Allí se puede ver ondear una bandera con un corazón hecho de cuarzo de sal.

Sorpresivamente, este hermoso lugar atrae a todos los que pasan por la vía principal del pueblo, que lleva a las playas más turísticas de Paraguaná, tales como Mata Gorda, Tumatey, Adícora, y llegar hasta el Cabo San Román, el punto más septentrional de América, desde donde se pueden divisar las luces de la isla de Aruba y escuchar sus emisoras.

El poder de la voluntad

Álvarez era salinero, y en estas comunidades la gente se moviliza en motos por la falta de transporte público.

Hace unos cinco años sufrió un accidente que lo dejó en cama por tres años, y en esos meses que luchaba contra la depresión e impulsaba las ganas de volver a levantarse, soñó con crear este lugar.

“Estuve acostado mucho tiempo y me puse a pensar qué podía hacer para generar plata y me vino la visión de hacer algo bonito, porque la gente pasa por aquí, toma fotos y las sube a las redes sociales. Y así comencé, cargando piedras de un lugar a otro, abriendo los caminos para hacer el valle”, recuerda.

El accidente en la moto le dejó una ileostomía, que es una abertura en el vientre (pared abdominal) que se hace mediante una cirugía. Por lo general, se necesita realizar una ileostomía, porque un problema está causando que el íleon no funcione correctamente, o una enfermedad está afectando una parte del colon y esta debe extirparse.

Por mucho tiempo sus heces salían por su barriga, por lo que debía tener una bolsa. Corría el año 2017, época cuando había escasez de medicamentos.

“Varias veces me tocó ponerme bolsas de tetas, las que se usan para los helados caseros, porque no tenía las médicas y costaban mucha plata”.

Apoyo incondicional

Durante la pandemia por el Covid-19, fue operado nuevamente para sellarle el orificio y que volviera a tener una vida normal.

Afortunadamente, consiguió ayuda de personas que lo conocen en su trabajo como salinero y gracias a ellas, lo operaron y salió con bien.

Al sentirse mejor de salud, comenzó a construir su sueño, pues tiene una niña y una esposa que dependen de su trabajo, y eso era lo que más le preocupaba.

Con carretillas trasladaba las grandes piedras que usó para hacer el camino. También utilizó tubos y maderas recicladas. En ese afán, vio una piedra gigante que quería que estuviera en la entrada de su emprendimiento y le dijo: “Dame chance de buscarte con ayuda de alguna persona”, recuerda.

A los días, llegó un hombre en una grúa pidiendo comprar cinco sacos de sal, se las intercambió por el traslado de la gran piedra que tenía visionada.

“El mismo hombre de la grúa me decía ‘qué iba a hacer con eso’, pero yo solo tenía el mapa en mi cabeza. La gente pasaba y decía ‘ese está loco’. El señor de la grúa me la dejó en la arena, pero no había visionado cómo ponerla en vertical, y fue cuando comencé a excavar a su alrededor y ella poco a poco fue cediendo hasta lograr ponerla de pie”, dijo entre risas.

La carga de las piedras y el trabajo pesado, le generó una filtración en la última operación, y tras un chequeo médico le informaron que debía volver a operarse.

“No me he querido operar porque no he terminado el proyecto y yo sé que al llegar al pueblo, le voy a seguir metiendo la mano a mi sueño”.

Álvarez ha construido una solución para los visitantes: hizo un mirador con stand de fotos, y aunque no tiene un baño en el rancho que construyó, dispuso de un tobo con una tapa de poceta que ofrece a las personas de la tercera edad que no pueden agacharse en cualquier zona enmontada para hacer sus necesidades, algunas veces los lleva hasta su propia casa.

“La idea es que el turista tenga un lugar bonito donde tomarse fotos y que me compren la sal a mí”.

También tiene un vecino con un bote, y como la zona es de aguas profundas, ofrece un recorrido para dos o tres personas, un paseo a través de los manglares y los flamingos.

“Esto es un arte que se aprende, uno crece viendo eso. Los flamingos tienen su padrote y hay que saberles llegar en el bote para que no vuelen y los visitantes puedan verlos de cerca, cómo comen, conviven y se comunican entre ellos”.

Un sueño que va encaminado

El proyecto de Álvarez busca ofrecer baños, comida fresca del mar recién preparada y tener unos bohíos para que la gente disfrute de la vista y la brisa que reina en la zona, pero necesita apoyo financiero.

“He querido construir los bohíos, pero voy de a poco. Los haré de palma seca, seguiré reciclando lo mismo que me da la naturaleza, poco a poco lo voy a lograr. A la gente le gusta el espacio y eso me contenta”.

El año pasado el gobierno regional le ofreció una lancha como forma de crédito, pero debía pagar 700 dólares que no tenía en ese momento.

“No me puedo meter en esos créditos aún porque el proyecto no está listo. La gente viene se toma sus fotos, lleva sal y usa una poceta improvisada, pero no hay un precio. Recibo es un agrado de cada uno que viene, es decir, no tengo un ingreso ni una producción fija. Al tener el restaurante y ofrecer otros servicios a los que le pueda poner precio, entonces podría optar por un crédito”, dice.

Muchas veces ha tenido ganas de desistir, pues la falta de alimentos, los servicios públicos inestables y los días en los que no hay visitantes, lo ponen a pensar sí vale pena seguir.

“Cuando me siento así, me acuesto en el piso del rancho, le pido a Dios que me dé valor, me pongo a leer la Biblia, y al rato me paro con ganas de seguir trabajando y con más ideas”.

Álvarez decidió nombrar a su emprendimiento “La piedra del loco” en honor a que nadie le creía lo que había visto en sus sueños y lo llamaban “loco” cada vez que estaba recogiendo las grandes piedras.

En su rancho lo acompaña un perro muy amigable al que ha llamado “soldado”, pues ha sido su ayudante desde el primer día.

Las Cumaraguas forma parte del corredor playero y turístico más famoso de la Península de Paraguaná. Incluso, hay eventos nacionales que celebran en el corredor como el Adícora Fest, el festival playero más grande de Venezuela, que inició en 2022.

En ese lugar, Nicolás Maduro anunció la adecuación y atención de todo el eje costero, desde Adícora hasta Médano Blanco para atender las necesidades y crear espacios para los turistas. Sin embargo, las mejoras solo han llegado a una parte de Adícora.