El grito de una historia que se repite, por @ArmandoMartini

El grito de una historia que se repite, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

La historia está repleta de conflictos sociales que marcan puntos de inflexión. Desde la Revolución Francesa hasta la Primavera Árabe, los pueblos, hartos de abusos y desigualdades, encuentran caminos para defenderse y combatir la opresión. Sin embargo, Venezuela parece la excepción. Acumula ingredientes necesarios para el cambio que no llega. ¿Por qué?

Francia 1789, una monarquía opulenta e insensible frente a un pueblo hambriento y una élite que ignoraba su dolor. Sustituye las pelucas empolvadas por discursos vacíos, promesas rotas y el paralelismo es evidente. La diferencia está en el cinismo. En Venezuela, roban la voz del pueblo mientras lo hunden en la infelicidad. Crisis económica, corrupción y falta de libertades alimentan el descontento. Se proclaman “antioligárquicos”, pero un grupete privilegiado nada en un mar de boato y placeres, mientras el país se desangra en la precariedad.

El movimiento obrero del siglo XIX luchó contra la explotación en fábricas inhumanas. Hoy, en Venezuela, un salario mínimo de apenas $5 mensuales humilla la dignidad. El sindicalismo criminalizado, reclamos reprimidos y sindicatos perseguidos como bandas criminales. Prometieron un paraíso socialista y entregaron el capitalismo más salvaje; bandidos atracan el tesoro público, mientras trabajadores sobreviven entre esfuerzos, ignorados y asfixiados.





La defensa por los derechos civiles desafió un sistema racista y segregacionista. En Venezuela, la exclusión no es racial, sino política. Persecución, censura y represión policial evoca esos tiempos oscuros, pero aquí el pensamiento crítico es el delito. Quien no se doblega es hostigado, encarcelado, desterrado y proscrito. Ayer hubo “baños para blancos y negros”; hoy, derechos y bienes dependen de la lealtad al partido de gobierno.

Mayo Francés 1968, jóvenes alzaron su voz contra un sistema injusto, autoritario e impropio. En Venezuela, el derecho a mostrar descontento e insatisfacción, terminó traicionada por cúpulas partidistas, gases lacrimógenos, martirios y reclusión. Sudáfrica desmanteló el apartheid tras décadas de lucha; para los venezolanos, la exclusión política sigue vivita y coleando. El oficialismo divide ciudadanos de primera y segunda según su obediencia. “Si no eres de los míos, no mereces dignidad”, reza su premisa.

La Primavera Árabe nació del hartazgo al odioso despotismo. Venezuela hierve en efervescencia, la población grita su furia, pero el régimen sobrevive una y otra vez maniobrando, constriñendo, adquiriendo complicidades y empujando al exilio, -más de 8 millones han huido-. El cambio es silenciado antes de nacer. ¿Por qué? La respuesta es dolorosa. Cooptación política, represión quirúrgica, ciudadanía irrespetada en su voluntad, traición constante, desesperanza que paraliza, hambre que debilita y miedo que inmoviliza. Vendieron la épica de Simón Bolívar y dejaron un pueblo anestesiado a punto de resignación. 

Pero la historia es caprichosa, y ningún autoritarismo es eterno. Aunque perfeccionen el control, la ciudadanía honorable, valiente y respetable siempre dicta el final. La furia no se extingue, se transforma. Pueden dominar narrativa e instituciones, pero nunca encadenarán la pasión y anhelo de libertad. Los pueblos aguantan, pero cuando la indignación brota, nada detiene su clamor. Ningún dictador escapa al juicio de una sociedad resuelta a cambiar su destino.

Edificaron sobre ruinas de la esperanza, sin embargo, el viento democrático de liberación y justicia sopla con decisión y fortaleza, sin achicopalarse. Sin aviso, Venezuela despertará, y la historia dejará de repetirse para escribir un nuevo capítulo. ¡Jamás podrán contra el empeño de libertad y la convicción democrática! 

@ArmandoMartini