La misteriosa muerte del único judío en la SS nazi que buscó el Santo Grial para dárselo a Hitler

La misteriosa muerte del único judío en la SS nazi que buscó el Santo Grial para dárselo a Hitler

Otto Rahn fue el único judío que formó parte de las SS nazis (Wikipedia)

 

 

La mañana del 13 de marzo de 1939, dos caminantes que trepaban por la ladera de una montaña cercana a la localidad de Söll, en el Tirol austríaco, se toparon con el cuerpo congelado de un hombre relativamente joven. Yacía bocabajo y junto al cadáver había dos frascos de comprimidos, uno vacío y otro lleno por la mitad, sin ninguna etiqueta que identificara el contenido.





Por Daniel Cecchini | Infobae

La policía local rescató el cuerpo, que no presentaba signos de violencia, pero contra lo acostumbrado nadie ordenó que se le realizara una autopsia para conocer la causa de la muerte. El caso llamó la atención porque esa misma tarde llegó al pueblo un auto tripulado por un chofer y dos oficiales de las SS que supervisaron cómo se hacía el papelerío de rigor para enterrarlo.

Ya sabían quién era el muerto de la montaña: se llamaba Otto Rahn, tenía 35 años, y había sido miembro de esa fuerza especial de Adolf Hitler hasta unos meses antes, cuando sin dar ninguna explicación por escrito le solicitó la baja al hombre que la comandaba, Heinrich Himmler.

Otto Rahn fue hallado muerto en las montañas de Austria (Otto Rahn Memorial)

 

El único judío de las SS

Fue enterrado en Kufstein en una ceremonia privada y nunca se hizo un certificado de defunción. El comunicado de las SS, firmado por Karl Wolf, un alto oficial de la fuerza, dijo: “En medio de una tormenta de nieve en las montañas, este marzo, el SS. Obersturmfuhrer Otto Rahn, falleció trágicamente. Sentimos la muerte de nuestro compañero, un SS decente y escritor de notables trabajos de investigación histórica”.

Al describir al muerto, el texto oficial no mentía al describir su profesión, pero evitaba decir que su especialidad era el esoterismo. No decía tampoco qué era lo que distinguía a Rahn del resto de los miembros de las SS: su condición de judío, que no era desconocida para Hitler ni para Himmler.

Más allá de la información oficial, pronto comenzaron a correr en voz muy baja dos versiones sobre la muerte de Rahn. Una de ellas – no exenta de misterio – sostenía que se había suicidado imitando un ritual de una antigua secta católica. La otra – más siniestra – aseguraba que un grupo de las SS lo había llevado a la fuerza hasta la montaña y lo obligó a suicidarse ingiriendo esas pastillas que nadie se preocupó por identificar.

Era sabido, porque lo había dejado claro en sus obras, que Rahn había dedicado gran parte de su vida a buscar el Santo Grial, la copa que Jesucristo utilizó en la última cena, una tarea que inició por cuenta propia y siguió haciendo después por orden de Heinrich Himmler, quien al darle el encargo y para poder pagarle oficialmente un sueldo lo convirtió en el único judío en vestir el negro uniforme de las temibles SS.

Porque si dar con el Santo Grial era la obsesión de Rahn, también lo fue de los líderes nazis – entre los que se contaba Adolf Hitler – que abrevaban en las leyendas esotéricas que justificaban la supuesta existencia de una raza superior destinada a dominar el mundo: los arios. Esa asociación despareja y explosiva para lograr un mismo objetivo había terminado de la única manera posible: en un estrepitoso fracaso y en la previsible muerte de Rahn que, al no hallar lo que todos buscaban, perdió el favor de sus jefes.

Otto Rahn planteaba que la copa utilizada por Jesucristo en la última cena podía estar enterrada entre las ruinas de Monstsegur, Francia (Otto Rahn Memorial)

 

Especialista en herejes

Otto Wilhelm Rahn había nacido en Michelstadt, Alemania, el 18 de febrero de 1904, y se crío en el seno de una familia judío-alemana de clase media. Hijo de un juez de los tribunales de Maguncia, el destino que le marcó su familia fue el Derecho, materia que estudió entre 1922 y 1926 en las facultades de Giessen, Friburgo y Heidelberg. No descuidaba su carrera, pero dedicaba su tiempo libre a escuchar clases de filología alemana y de historia. Fue allí donde comenzó a interesarse también por una visión esotérica de la historia, apuntalada por las clases del barón de Gail, experto en leyendas medievales como las de Parsifal, el círculo de Arturo y, por supuesto, el Santo Grial.

De esas clases y de sus propias lecturas lo que más lo atrajo fue la cultura cátara – una secta herética del cristianismo -, tanto que dedicó su tesis doctoral a la herejía cátaro-albigense, para lo cual viajó por Francia, Italia, España y Suiza entre 1928 y 1932. Los cátaros eran una secta religiosa que se extendió por Europa entre los siglos XI y XIII y enfrentó abiertamente la autoridad de la Iglesia Católica. En su credo rechazaban que las tentaciones de la carne fueran obra del mal, negaban la divinidad de Cristo por su condición humana y creían que los seres humanos eran almas inmortales atrapadas en un cuerpo físico por obra del demonio. También se decía que habían tenido en sus manos – y ocultado al mundo – la copa que Jesús había utilizado en la última cena.

Para realizar sus investigaciones, Rahn pasó también varios meses en la aldea de Lavelanet, en Languedoc, Francia, donde exploró las ruinas de Montesegur y las grutas de las montañas aledañas, dos lugares profundamente relacionados con el desarrollo del catarismo y su resistencia a los ataques papales. Con la información recogida escribió un libro, “Cruzada contra el Grial”, que fue muy bien visto por muchos expertos alemanes en esoterismo medieval y, sobre todo, por los defensores del misticismo germánico de corte nacionalsocialista, como Nigel Pennik.

Entre sus lectores más apasionados se encontraba también un político alemán cuyo nombre empezaba a sonar fuerte dentro del nazismo, Heinrich Himmler.

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