
Los edificios de departamentos en ruinas de Aurora, Colorado, que el presidente Donald Trump aprovechó para insistir en que la ciudad había sido invadida por pandillas callejeras venezolanas, ahora están cubiertos con tablones y casi vacíos. Pero en un edificio, la puerta destrozada del departamento 300 refleja las nuevas divisiones sembradas por la represión a la migración de Trump.
Por Jack Healy y Tim Arango | The New York Times
En una reciente mañana de primavera, una cuadrilla de obreros de la construcción que arreglaban los departamentos señalaron la puerta como prueba de la violencia provocada por los delincuentes que los demócratas dejaron entrar en el país. “Permitieron esta tontería del santuario”, dijo Karl Baker, un contratista, quien votó por Trump.
Jackelin Melendez, quien vive cerca, tenía una explicación diferente. Dijo que habían tirado la puerta durante una redada de migración el mes pasado. Los hombres que estaban adentro eran trabajadores, no miembros de pandillas, dijo. Los agentes de la ley también habían golpeado su puerta esa mañana, aterrorizando a sus hijos.
Melendez, quien es indocumentada, dijo que habían quedado atrapados entre fuegos cruzados.
Aún no está claro quién es el responsable de romper la puerta. Lo que está claro es que Trump convirtió a la ciudad de Aurora en una abreviatura nacional de la delincuencia migrante tras declarar repetidamente que el vasto suburbio de Denver, de 400.000 habitantes y la tercera ciudad más grande de Colorado, había sido tomado por la banda venezolana Tren de Aragua. Señaló un video viral de hombres armados acechando los pasillos de uno de los tres complejos en ruinas donde se habían asentado cientos de migrantes.

Trump bautizó su plan para expulsarlos como Operación Aurora, aun cuando el alcalde republicano y conservador de la ciudad protestó diciendo que Aurora no había sido tomada por el Tren de Aragua, y el jefe de policía dijo que Aurora había detenido a personas sospechosas de actividades de la banda y tenía el asunto bajo control.
Ahora, mientras Trump intensifica su represión invocando poderes de guerra para deportar a cientos de venezolanos sin comparecencias ante los tribunales, Aurora está dividida sobre qué representa una mayor amenaza: las personas migrantes indocumentadas o Trump.
La asequibilidad de Aurora y su proximidad a Denver la han convertido desde hace tiempo en una Isla de Ellis en las altas llanuras, donde se hablan 160 idiomas en las escuelas y un eslogan de la ciudad declara que “Aurora está abierta al mundo”. Tiene sus zonas difíciles, pero Aurora también tiene riqueza y el resplandeciente Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado, ninguno de los cuales ha sido invadido por pandillas venezolanas.
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