A los estudiosos de la economía que seguimos rigurosamente todas las incidencias sobre este tema, se nos hace muy cuesta arriba descifrar las recientes y radicales medidas que, en diferentes frentes, ha tomado la Administración Trump. Recientemente su vicepresidente J. D. Vance en una conferencia dictada en Washington titulada American Dinamism Summit, arroja luz sobre la concepción de la política estratégica sobre la cual se fundamentan estas nuevas decisiones.
El primer objetivo de la estrategia es revertir las políticas económicas, que apuntaban a la globalización, implementadas por los gobiernos americanos en los últimos 40 años, cuya premisa general consistía, entre otros aspectos, en que los países del centro (Estados Unidos), se dedicarían a la producción de altas tecnologías mientras que, los países de la periferia se enfocarían en los productos tradicionales, vestido, calzado, etc.
Este modelo concluyó en un fracaso, porque naciones como China lo copiaron y luego, aprendieron a innovar con la tecnología, de manera que terminaron imponiendo su liderazgo, mientras que, las empresas norteamericanas, buscando mano de obra barata, dejaron de producir en USA, optando por el camino más fácil, irse al exterior, de tal manera que se relajaron y por ello disminuyeron su esfuerzo por generar soluciones basadas en el perfeccionamiento y modernización tecnológica.
En esos 40 años lo que si se promovió fue la búsqueda de mano de obra barata (cheap labor), la sobrerregulación a la industria y el exceso de impuestos a los innovadores.
El objetivo ahora es armonizar y alinear los intereses de los trabajadores nacidos en Norteamérica, con las empresas norteamericanas que funcionan en el país, particularmente, en el sector tecnológico. Resumido en esta frase: “Trabajar para la industria norteamericana y sus trabajadores”.
Para alcanzar este fin proponen el Gran Renacimiento de la Industrialización Norteamericana y para lograrlo han desarrollado medidas en diferentes frentes:
En primer lugar, estableciendo tarifas proteccionistas para la industria norteamericana.
En segundo lugar, eliminando la fuente de mano de obra barata, restringiendo y expulsando a los inmigrantes ilegales.
Y por último, reduciendo los costos de los insumos, particularmente de la energía (petróleo).
Como historiador de la economía he aprendido a ser escéptico a los anuncios de nuevas políticas de los gobiernos, y mirar lo que hay detrás de las apariencias. Este caso, me plantea unas reflexiones. La primera de ellas sería, qué calla o qué no dice la política principal de America First, pues no habla de democracia, es decir, del balance de los poderes o del liderazgo americano como adalid de la democracia internacional. En relación con el aspecto económico: ¿Quién es el gran beneficiario de esta política? Nos queda absolutamente claro, el sector de alta tecnología de USA que, no por casualidad, es el subsector más importante y poderoso de la economía norteamericana, y en este punto, permítaseme hacer un paralelo con Venezuela: las políticas económicas liberales del segundo gobierno de CAP tuvieron como su principal beneficiario a la banca venezolana, que casualmente, era el subsector económico de mayor poder e influencia en el país.
Y para finalizar, qué significará para Venezuela. Por un lado, queda claro que no quieren venezolanos en USA, hecho que se hizo manifiesto con la no renovación del TPS, no solo a los venezolanos, (hubo una extensión por la presión que ejercimos en la Florida). Al mismo tiempo, llevaron a cabo la expulsión de compatriotas vinculándolos a todos con el Tren de Aragua, (paradójicamente, Trump reconoció que el 92% de los venezolanos votaron por él). Por otra parte, en el área económica, mayor producción de petróleo venezolano para abaratar los costos energéticos, a pesar de las recientes declaraciones que dio al respecto Trump o la medida a la Chevron.
Gerardo Lucas, economista e historiador. gerardo lucas@wordpress.com