
Frente a los restos del palacio de Herodes, donde según los arqueólogos ocurrió el juicio a Cristo, el historiador y antropólogo Ariel Horovitz compartió un análisis sobre los principales sospechosos de la muerte de Jesús: Judas, los sacerdotes del Sanedrín, Poncio Pilatos y el poder imperial romano.
Por Infobae
“Estamos en la parte externa de la muralla occidental que rodea la Ciudad Vieja de Jerusalén”, narró Ariel Horovitz, director del Moriah International Center, en un reportaje de Fuente Latina. “Aquí estaría en el pasado, hace 2.000 años, el famoso palacio de Herodes el Grande. Casi todos los especialistas coinciden que aquí se llevó a cabo el juicio más famoso de la historia: el juicio a Jesús de Nazaret por Poncio Pilatos”.
El punto de partida es una certeza para Horovitz: Jesús fue una figura histórica. “Tenemos muchos textos que hablan de Jesús. Flavio Josefo, por ejemplo, lo menciona en dos oportunidades. Sé que algunos dirán que hay interpolaciones, pero se puede hoy en día obtener el núcleo del texto original. También lo menciona Tácito. Pero la prueba más contundente de la veracidad histórica de Jesús son los evangelios: si hubiesen querido inventar un dios, lo habrían hecho con megapoderes y un final feliz. No lo hubiesen crucificado, humillado”.
Según Horovitz, la condena fue romana, no judía. A Jesús se lo acusó de sedición contra Roma. “Muchos dirán: ‘¿cómo es eso? ¿No era por blasfemia?‘. No. A Jesús lo condena Roma. Lo ejecuta Roma con métodos romanos de ejecución”. La inscripción sobre la cruz —INRI, “Jesús el Nazareno, rey de los judíos”— era el cartel que colocaban los romanos para señalar la causa del castigo. “En la época de Roma no podía haber otro rey que no sea el César. Que Jesús se haga llamar Hijo de Dios era una provocación. A oídos romanos, el Hijo de Dios es el César. Jesús agitaba, fue al templo, volcó las mesas de los mercaderes. Eso era una provocación que Roma no estaba dispuesta a tolerar”.
En su repaso, Horovitz menciona a Judas Iscariote, quien “entrega a Jesús a cambio de 30 monedas de plata que los sacerdotes le dieron”. “No sabemos nada de Judas fuera de los evangelios, pero al menos colaboró con la acción que termina en la crucifixión”.
Los sacerdotes del templo también son señalados. “Tenían interés en mantener la calma social. Cuando Pilatos no estaba en Jerusalén, el que regía el orden era el Sanedrín, el Consejo legislativo y judicial de los judíos. Es probable que algunos sacerdotes no vieran con buenos ojos la revuelta en el templo y otras cosas que Jesús decía. Tenían funciones de mantener el orden. Desde el punto de vista político, son sospechosos”.
Otro sospechoso es el público que clamaba “Crucifícalo”. Pero Horovitz aclara: “No era ‘el pueblo’, como a veces dicen las traducciones. Cuando vamos al original griego, se habla de la multitud. Pero no era toda la sociedad de Jerusalén ni el pueblo judío”.
Luego aparece Poncio Pilatos y con él el poder imperial romano. “Roma tenía dos intereses en Judea: cobrar impuestos y mantener el orden. No les interesaba si los judíos rezaban a Dios o a quien fuera. Paguen impuestos y mantengan el orden. Jesús agitaba esas dos cuestiones. Entonces, es otro candidato”.
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