
Kristin Cabot ha llegado a creer que su silencio ya no le es útil. Al principio tenía sentido, después de aparecer en la pantalla gigante (Jumbotron), horrorizada, en los brazos de su jefe durante un concierto de Coldplay el 16 de julio de 2025, un momento que causó un furor internacional. El TikTok original recibió 100 millones de vistas en pocos días. Cabot se retiró, intentando enmendar las cosas con las personas que más le importaban: sus dos hijos adolescentes; su empleador, la empresa tecnológica Astronomer; y su segundo marido, Andrew Cabot, de quien estaba separada y con quien negociaba un acuerdo de divorcio. En la fase inicial, lo único que podía pensar era: “Oh, Dios mío, he herido a personas. He herido a gente buena”.
Por La Nación
Cinco meses después de que la “bomba de TikTok” se convirtiera en el desastre que definió su vida, describió en su primera entrevista desde el concierto lo que se siente ser el blanco de las burlas y los ataques. En los comentarios de internet la han llamado zorra, rompehogares, interesada, amante; las etiquetas habituales para avergonzar a las mujeres. Su apariencia ha sido analizada minuciosamente, partes específicas de su cuerpo evaluadas y consideradas insuficientemente bonitas. Algunas de las personas más famosas del mundo —Whoopi Goldberg, Gwyneth Paltrow— y al menos una peluda mascota verde de deportes, el Phillie Phanatic, han convertido su humillación en material para sus bromas.
Fue víctima de “doxing” (filtración de datos personales) y durante semanas recibió 500 o 600 llamadas al día. Los paparazzi acampaban frente a su casa y los coches circulaban lentamente por su bloque, “como en un desfile”, recordó. Recibió amenazas de muerte: “No fueron 900, como apareció en la revista People. Recibí 50 o 60?, me dijo.
Así que, mientras el #coldplaygate, como se le llegó a llamar, desaparecía de la vista del público, ella vive con ello cada día. Sus hijos se muestran reacios a que se les vea con ella. Poco antes de Acción de Gracias, una mujer la reconoció mientras ponía gasolina en Cumberland Farms. Llamó a Cabot “asquerosa” y dijo: “Los adúlteros son la forma más baja de ser humano. Ni siquiera mereces respirar el mismo aire que yo”. Aquí Cabot está parafraseando.
Viajé a su casa en New Hampshire en un fin de semana nevado de este mes, y estuvimos horas analizando los sucesos del 16 de julio. Durante semanas, Cabot había estado debatiendo, sola y con familiares y amigos, si hablar de lo ocurrido. Cualquier intento de corregir la versión oficial la exponía al riesgo de ser destrozada de nuevo. Su madre, Sherry Hoffman, me dijo en una llamada telefónica que estaba tan preocupada por Cabot que rezaba una especie de oración para sus adentros: “Oh, por favor, no te expongas, te van a machacar”.
Pero Cabot, de 53 años, llegó a desear contar la verdad, y sus hijos, su madre y sus amigos más cercanos la apoyaron. “No paraba de pensar en un dicho que he oído a lo largo de los años”, dijo Hoffman. “‘El silencio es aceptación’. Y pensé: ‘Dios mío, eso es lo que va a quedar ahí fuera por el resto de su vida’”.
Cabot contrató a un consultor de comunicación para que la ayudara a contar su historia minimizando los daños adicionales para ella y sus seres queridos; un acto de equilibrio que, en su presencia, resultaba a veces angustioso y a veces demasiado ensayado.
Empezamos el día en la cocina. Cabot, con el pelo recogido en un moño, estaba nerviosa y consultaba unos puntos clave mientras desgranaba su relato. Pero al caer la tarde, ya estaba repantingada en el sofá con su gran perro Bernedoodle, Burt Reynolds, tan encima de su regazo como el animal podía. No mantenía una relación sexual con su jefe, dijo. Antes de aquella noche, ni siquiera se habían besado.
“Tomé una mala decisión, me tomé un par de High Noons (cócteles), bailé y actué de forma inapropiada con mi jefe”, dijo. “Y no es poca cosa. Asumí mi responsabilidad y renuncié a mi carrera por ello. Ese es el precio que elegí pagar. Quiero que mis hijos sepan que se pueden cometer errores y que uno puede fastidiarla de verdad. Pero no por ello tienes que recibir amenazas de muerte”.
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