¿La caballerosidad pasó de moda?

Dejarnos pasar primero, abrirnos la puerta o pagarnos la cena. ¿Actitudes machistas o mera galantería ? Posturas a favor y en contra de 4 mujeres con opinión calificada.

Infoabe





Si hay un referente indiscutido en nuestro país sobre los buenos modales es Eugenia De Chikoff -hija del conde Juan Eugenio de Chikoff- de quien recibió desde pequeña la mejor educación en cultura social, protocolo y ceremonial y que desde hace años se encarga de transmitir a través de cursos y apariciones televisivas. “La culpa es de la mujer porque se ha masculinizado, se ha independizado del varón, entonces ahora él ya no la cuida como antes”, disparó.

“No está bien que la mujer sea omnipotente ni que avasalle al hombre, no debe hacerle sentir que lo supera porque entonces viene la enemistad. Ellos dejan de ser educados por venganza. Hoy ellas son más fuertes, antes también lo eran, solo que no lo demostraban”, aseguró De Chikoff en diálogo con Infobae.

Pero a pesar de lo que muchos creen, un caballero nace y se forma desde pequeño pero el que no tuvo esa suerte puede cambiar su destino y buscar auxilio en alguna institución que lo eduque. “Claro que siempre es mejor ser un caballero o una dama de cuna y no pasar por momentos trágicos por carecer de instrucción”

Para la periodista y escritora, Valeria Schapira, “ellos están menos caballeros y nosotras menos damas”. “Para mí es un tema generacional. En la época de mi papá no se concebía que un hombre invitara a una mujer y no le abriera la puerta del auto. Si yo salgo con un hombre, me gusta que me agasaje, que me invite y pague. Si después terminamos siendo pareja podemos compartir los gastos: ser caballero no es tener que mantener a una mujer, tiene que ver con el cortejo”, aseguró en una entrevista con Infobae.

Schapira enumeró las pautas de las que, a su criterio, son básicas para un verdadero caballero. “Si me invita a salir, que lo haga por teléfono: nada de mensaje de texto o chat. Que me pregunte qué me gusta y, si le digo que el ruido no es lo mío, que no me diga de ir a bailar. Que me abra la puerta del auto y que pague en la primera cita. Si no le alcanza para ir a comer, que me diga de ir a tomar un helado, aunque sea usando el descuento que le hacen con la tarjeta”, explicó.

Para la historiadora feminista, Fernanda Gil Lozano, diputada nacional con mandato cumplido por la Coalición Cívica (ARI) la sociedad moderna perdió los ritos. “Siempre intento pagar lo mío porque, que alguien te pague la cuenta, implica muchas cosas: el que paga tiene la capacidad de decisión, desde qué es lo que se come hasta dar por terminada la cena, lo que no ocurre cuando se está en el rol de invitada”, destacó.

“Cuando un ama de casa me dice que no trabaja me da mucha bronca, porque sí que es un trabajo que no tiene descanso ni horario y no se lo reconoce como tal. Pero si no lo hacen, se las señala en falta. Cuesta mucho tener una verdadera democracia en una familia donde la mujer no maneja dinero, porque, por lo general, los varones son los que deciden las cuestiones monetarias”, explicó.

Gil Lozano aseguró que no pretende que un hombre sea un caballero, pero que le gustaría que controle su violencia y no cosifique a la mujer. “Es más importante que él llegue a su casa y no le pegue a la esposa, que le esté abriendo la puerta del auto. Nuestra sociedad necesita darle más espacio al amor, porque de lo contrario, la vida se hace muy dura”.

Para Diana Maffía, directora del Observatorio de Género en el Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las actitudes de caballerosidad son consideradas un modo de control patriarcal. En diálogo con Infobae, recordó que la filósofa mexicana, Graciela Hierro, consideraba que una de las características del patriarcado era el trato galante, porque ello colocaba a las mujeres en situación de incapacidad y de indefensión, como si necesitaran siempre que alguien hicieras las cosas por ellas y no pudieran defenderse solas.

“Está relacionado con la infantilización de las mujeres. Hasta la década del 60, para la ley ellas eran incapaces de realizar muchas cosas por sí mismas, como administrar su dinero, tener la patria potestad de sus hijos, tomar decisiones sobre ellos o tener determinadas responsabilidades laborales y políticas. Hoy nos parece normal y cotidiano pero costó mucho lograrlo”, declaró.

Maffía explicó que, por ello, algo que no está en la intención de los varones cuando tienen un gesto de caballerosidad o de protección con nosotras termina siendo su efecto. También destacó que muchas veces las feministas quedan como unas amargas, objetando o rechazando gestos que pretender ser amables pero que solo tienen ese sentido: ponernos en un lugar de incapacidad.

“Un varón que le abre la puerta del auto a una mujer no lo hace porque considere que ella no lo puede hacer pero eso tiene sus efectos, como el hecho de que ellas no puedan hacer trabajos considerados peligrosos, tal como se los prohíbe la Constitución de la Ciudad. Entonces, esos gestos de protección a veces impiden el acceso a ciertas condiciones de igualdad laboral, porque si un trabajo es riesgoso tampoco los varones tendrían que hacerlo. Y si es imprescindible que alguien lo haga, ambos sexos tendrían que ser libres en aceptar correr ese riesgo”, indicó.

Finalmente, Maffía sostuvo que cuando las mujeres exigimos derechos en un ámbito determinado como el trabajo, la universidad o la política, lo primero que desaparecen son los gestos galantes y que ese comentario muchas veces tiene el objetivo de sacarnos de lugar. “Si estamos en un lugar de discusión política y nos comentan que estamos muy elegantes claramente nos están poniendo en una situación de objeto, nos dicen algo no pertinente que nos pone en esta situación”.