Vicente Díaz: Lo otro, es una irresponsabilidad

Esta situación es insostenible. El pueblo venezolano acudió masivamente a votar el 7 de Octubre pasado. Entre dos candidatos se distribuyeron la prácticamente totalidad de los votos. Uno de ellos ganó. El presidente electo, Hugo Chávez, fue proclamado cuatro días después en la sede del Poder Electoral.

Pero desde hace casi tres meses los venezolanos sólo sabemos de él lo que nos dicen algunas muy pocas personas. Sólo tenemos la palabra de algunos pocos dirigentes políticos de su entorno íntimo; muy bien: ¿hasta cuándo? El presidente debe recibir todo el apoyo necesario para su tratamiento. Ese apoyo incluye el tiempo. Sí, pero ¿hasta cuándo? ¿Podemos  pasar los seis años de período constitucional a la espera? ¿Con estas olas de rumores, con estos lacónicos comunicados del gobierno central o con estas informaciones contradictorias? Obviamente que no; está bien, seis años no: ¿cuántos entonces? ¿Cuatro años? ¿Uno? ¿Seis meses más?

Dios quiera que el presidente pueda superar su enfermedad. No planteo que se fuercen los lapsos de tratamiento, para nada. Lo que planteo es que no puede ser la palabra de algunos funcionarios, por importantes que sean, la única evidencia de que el presidente está al mando.





Esa situación no se sostiene largo rato, erosiona la gobernabilidad. Si un ministro es negligente y hay que removerlo ¿aceptará que lo haga quién no tiene la facultad para hacerlo o exigirá, por el contrario que lo haga el propio Chávez? ¿Y si lo hacen en nombre de él, lo creerá, dudará? ¿Aceptará un gobierno extranjero otorgarnos otro crédito si no está seguro de quien firma? ¿Aceptará quien no sea beneficiado de un ascenso que se le diera a  otro y no a él sin evidencia alguna de que fue una decisión del mandatario electo por el pueblo? ¿El monto del incremento de salario mínimo que debería darse para compensar el alto costo de la vida será aceptado sin rechistar sin estar seguros que esa es la voluntad del presidente? ¿Los funcionarios ejecutaran sin temor una orden dada desde arriba como un acto de fe, sin seguridad de quién está dando la orden? ¿Hasta cuando el pueblo que le voto seguirá aceptando que le hablen en su nombre sin empezar a poner en duda el origen del mensaje? ¿Estarán seguros los dirigentes altos y medios que no tienen acceso de cual es realmente la voluntad del presidente? ¿Se ejecutarán las órdenes? ¿Se acatarán los designios?

Si, durante un tiempo. Luego la duda corrosiva carcomerá las voluntades, la acción derivará en espera, la espera en inacción, la inacción en caos. Dejar involucionar las cosas de esa manera es  imperdonable.

Si el presidente está al mando, debe haber evidencia que no dependa de la credibilidad en unos pocos funcionarios. Y si no lo está debe aplicarse el mecanismo de falta temporal o absoluta que está consagrado en nuestra Constitución. Lo otro, es una irresponsabilidad.

@vicentedz