Carlos Blanco: Larga despedida

Carlos Blanco: Larga despedida

Es momento de respeto y también de sobriedad. Los que hemos adversado a Chávez debemos consideración a su gente no por el terror que imponen agresivos motorizados o amenazantes ministros sino porque es la actitud decorosa ante el dolor ajeno. Con sobriedad y sin el aspaviento hipócrita de quienes quieren mostrar que les duele la muerte de Chávez más que a los chavistas.

Veo con una mirada perpleja el llanto y el dolor de la gente que ha querido a Hugo Chávez. Allí ha habido una siembra de muchas semillas, algún trigo que ahora espiga en fervor e idolatría, al lado del ricino con capacidad para intoxicar los espíritus.

Veo pasar la urna que contiene los restos de Chávez y percibo la vibración de la muchedumbre cuyo genuino dolor no purifica su causa ni endereza su equivocación histórica. El caudillo fallecido se hace millones como se decía de Perón. Su audacia e inteligencia, la cobardía de las élites, las hambres acumuladas en la tierra del petróleo y la lasitud moral, le abrieron el territorio para moldear multitudes a su imagen y semejanza, a lo que contribuyó en su momento la hipocresía de antes que es idéntica a la de ahora.





El llanto de la gente estremece porque esas lágrimas son provocadas por la pérdida de un personaje que para los gimientes llenaba un vacío: el de ausencia de destino. Destino que sólo logra existir si recibe el gesto providencial del benefactor.

No es cierto que Chávez haya descubierto a los pobres ni que el ancien regime se hubiese desentendido de éstos; si no, véase el testimonio de la superación de tantos a lo largo de 40 años. Lo que Chávez sí hizo fue darle otro sentido a la pobreza y convertirla en virtud. No fue el reconocimiento a los pobres, tarea que con altibajos desarrolló la democracia, sino el ensalzamiento de la pobreza, que es otra partitura.

Ser pobre se convirtió en virtud a cambio de estar a la diestra del Comandante. “Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo” fue una creación popular que mostró el tipo de satisfactores alternativos representados por el caudillo, capaz de proveer, como Dios, desde esa cornucopia petrolera por él manejada. Se convirtió en redentor al extraordinario costo que verán los que en estos tiempos lóbregos les corresponda regentar la hacienda. No fue Chávez el campeón de los pobres sino de la pobreza.

La conversión de la pobreza en fuente de virtudes, derechos y valías, es lo que permite hacerla compatible con la riqueza que en forma paralela los jerarcas y los amigos sobrevenidos han cosechado. No es contradicción, ni siquiera coexistencia pacífica, sino muestra de la más pura esencia de la nueva República: para todos Chávez ha sido el proveedor, la diferencia es de grados, unos ricos y otros pobres.

LO SIENTO POR NOSOTROS. No hay que equivocarse, para muchos de nosotros hay también un vacío. Hay un duelo pendiente de elaboración. Son 21 años, 1 mes y 1 día que Chávez ha gravitado sobre quienes lo combatimos. Así como para sus partidarios él fue surtidor de abastecimientos morales y materiales, para quienes lo hemos adversado ha sido fuente de desabastecimientos, penas y luchas de diferente suerte. Unos han perdido más que otros, pero todos hemos perdido lo que no regresará jamás: tiempo, paz, vida… Estaciones invernales de exilio interior y guetos de cercas invisibles…

En esa especie de Universo-Chávez, con el ruido de fondo de un personaje que peroraba como si estuviera desde siempre y para siempre, hemos habitado todos los actores del drama venezolano. El caudillo que ensilló su bestia por allá en el siglo XIX y que se puso a andar hasta la segunda década del siglo XXI (y que promete seguirlo haciendo detrás del cristal), ha ocupado un espacio en las familias que ha dividido, entre los amigos que ha separado, en el medio de los enemigos que los odios atan, en las tertulias de los ahora pugnaces parroquianos.

Escribo en la prensa desde hace más tiempo del que recuerdo. En la época de Chávez no he dejado de escribir ni una semana y ni una semana he dejado de enfrentar, combatir, analizar, elucidar, su régimen. Éste no ha cesado pero no será jamás, dure lo que dure, lo que fue con su autor. Combatir en contra de Chávez es una cosa, combatir en contra de sus sucesores es otra. No porque éstos sean como para descuidarse -pienso que pueden ser más feroces en la medida en que son más incompetentes-, sino porque aquél representaba un proyecto, si bien fallido, mostrenco e irrealizable, con capacidades inspiradoras. Los sucesores recitan mal el libreto; los apuntadores no manejan el oficio. Intentan imitar a Chávez pero no entienden que los insultos de Chávez, la grosería que manejaba y el estilo retrechero, amenazante y zumbón, eran el corolario de su proyecto pero no su sustituto. El agravio puede ser la quilla de una idea pero no es la idea; los sucesores no lo saben.

LO SIENTO POR ELLOS. Han violado la Constitución a placer, lo han hecho con el derecho que da la fuerza del tumulto convertido en “pueblo”. La palabra de Chávez ha atravesado códigos y disposiciones para convertirse en ley y Nicolás Maduro se convirtió en Presidente. Legitimidad revolucionaria que nace de la usurpación; legitimidad que nace de la fuerza para imponerla; ilegitimidad que de tanto exagerarse produce un acuerdo tácito para admitirla como legítima. ¡Qué se le va a hacer!

Las furias casi no le ahorraron sufrimientos al Comandante salvo uno solo: su proyecto no naufragó en sus manos. Tiende a hacerlo en las manos legatarias. Chávez era jefe indiscutible y sobrado del chavismo; Maduro es jefe de un sector en pugna con otros que tienen o sienten que tienen más derechos que él. Al parecer ha renunciado a su única opción para alcanzar una cierta gobernabilidad de mediano plazo que era -¿es?- una apertura para alcanzar zonas de entendimiento con el empresariado y los trabajadores en el terreno económico y con la oposición en el político. En solitario carece de fuerza para promover estrategias que permitan salir del foso en que la economía se entierra; y para encontrar aliados tiene que hacer concesiones que podría hacer pero corre el riesgo de que lo acusen de “blando”. Está entrampado.

Chávez le deja una herencia de doble filo: la Presidencia, y la crisis que la escasez y la inflación reflejan y potencian. La historia muestra que el primer recurso de un gobernante en desespero es la represión, pero enseña que la policía y los perdigones no resuelven los asuntos que causan la protesta.

Vienen elecciones en condiciones más desiguales que nunca, con Chávez como jefe de campaña de Maduro, el ilegítimo, lo que es una circunstancia más desafiante que tener a Chávez como candidato.

No sabemos lo que viene pero será más complejo de lo que se pensaba. 

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Twitter @carlosblancog