El jefe de la zona euro en el ojo de la tormenta

OLIVER BERG/EFE

Dos meses después de asumir su mandato, las críticas contra el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, se arrecian por su gestión en la crisis chipriota y sus declaraciones a favor de que los bancos paguen en futuros rescates del bloque.

Por Maria LORENTE/Afp

Para el ministro de Finanzas holandés, de 46 años, es el sector financiero el que en el futuro deberá asumir los riesgos que en el pasado tomaron los bancos, como ha ocurrido con el plan de rescate a Chipre.





“Si has asumido un riesgo, debes enfrentarlo”, dijo el presidente del Eurogrupo, el bloque que agrupa a los ministros de Finanzas de la zona euro.

El plan, adoptado el lunes, prevé la quiebra de uno los dos grandes bancos de ese país y hace pagar, por primera vez en la historia del bloque, a los titulares de deuda y a depositantes con más de 100.000 euros, así como reducir para 2018 el tamaño del hipertrofiado sector financiero chipriota al nivel de la media europea.

A cambio, la zona euro concederá un crédito de 10.000 millones de euros para uno de sus miembros más pequeños que supone el 55,5% de su PIB.

Poco después, el bisoño ministro holandés dijo que son los accionistas y los tenedores de bonos, e incluso los depositantes de fondos no asegurados, los que tendrán que responder en caso de crisis del sistema bancario en algún país de la zona euro.

Sus palabras tuvieron un impacto inmediato en los mercados. Se rectificó, pero ya era tarde.

“Espero que haya sido un problema de comunicación, pero ¡qué gran error!”, dijo una fuente europea a la AFP.

De “Dijsselblood”, “un problema de doble personalidad”, “no sabe inglés”, los comentarios en Twitter no cesan.

“Cuando los dirigentes europeos hacen este tipo de declaraciones, la angustia se extiende”, opinó Erik Nielsen de Unicredit.

El problema es que Dijsselbloem había repetido hasta el cansancio que el plan de rescate era “excepcional”, hecho a la medida de Chipre, un país con un sector financiero sobredimensiado (ocho veces más grande que el PIB del país), construido a base de un atractivo fiscal que lo llenó de depósitos extranjeros, en su mayoría rusos.

Hasta su predecesor en el cargo, el presidente y titular de Finanzas de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, ironizó sobre el tema: “Es la primera vez que un acuerdo se hace sin mi participación, es por eso que tiene tantas lagunas”, dijo con sorna.

Sin haber cumplido ni 100 días como titular de Finanzas de Holanda, Dijsselbloem fue elegido presidente del Eurogrupo con el respaldo de todos los países del euro, salvo España que se abstuvo.

Entonces, algunos analistas criticaron la elección de una persona casi sin experiencia para remplazar a Juncker, un veterano político.

Antes de su corta carrera como ministro, se especializó en asuntos sociales y migratorios y en temas relacionados con la educación.

Alemania alentó su candidatura, dado que representa a un país con calificación crediticia triple A, aliado con las prédicas de Berlín en favor de la austeridad, pero también recibió el apoyo de Francia por representar al Partido Socialista holandés.

El Eurogrupo aprobó la madrugada del lunes la segunda versión del rescate de Chipre después del fracaso del plan aprobado diez días atrás, que hacía pagar a los ahorradores con menos de 100.000 euros, pese a estar asegurados por el Fondo Europeo de Garantías, lo que se topó con la oposición total del Parlamento chipriota.

“La decisión quedará como uno de los momentos aberrantes de incompetencia colectiva de todos los actores: El Eurogrupo, la Comisión Europea, el BCE y el FMI”, consideró Nicolas Veron, del centro de reflexión Bruegel.

Horas después de sellar el acuerdo, todos los actores que participaron, desde el presidente chipriota, Nicos Anastasiades, hasta los mandatarios de la zona euro y dirigentes de la Unión Europea, se lavaron las manos y aclararon que no habían ellos los responsables del plan.

Una andanada de analistas advirtió que las secuelas sobre estos desaciertos no se borran así como así.

El presidente del Eurogrupo lo justificó diciendo: “Teníamos que cerrar cuanto antes el desafortunado debate sobre los fondos de garantía de depósitos”.