Miguel Sogbi: Salmo responsorial

Concluye Semana Santa, pero no ha terminado aún el tiempo de oración. Una campaña muy corta. Cada día es bendito. Es hora de jaculatorias.

Entre tanto el país sumido en la religión del caos. Gobiernan pajaritos. No gobierna nadie. Solo controles y más controles. Nuevas leyes. Todo escasea. No hay carne, pero si hay sangre. Es el mandamiento del más fuerte. No ha sido aprobada en la Asamblea Nacional porque está aún en primera discusión. Es la Ley Orgánica de la Calle. De la selva. Del más vivo. Los legisladores no tienen apuro porque ya se cumple a cabalidad.





Artículo primero: quítate tu pa´poneme yo.

Artículo segundo: hago lo que me da la gana.

Artículo tercero: tengo un tío que es militar.

Artículo cuarto: mis derechos no terminan nunca.

Artículo quinto: que se jodan los demás.

Regresemos a lo religioso. Salmo responsorial: Santa impunidad que reinas. Dale paso a lo justo.

Son las tres y treinta de la tarde en un condominio de playa. Carlos, gordo, camiseta blanca, botella de Cacique como centro de mesa. Tiene cornetas nuevas. Generan un sonido robusto como él. Suena el Gangnam Style, le sigue el Potro y así va una tras otra. Los otros vecinos no pueden hablar. A la distancia tienen que gritarse para entenderse. Nadie escucha el ir y venir de las olas. El sonido oculta el trinar de las palmeras. Se acerca un vecino y le pide que baje el volumen. El gordo se caga de la risa. “¿Qué quieres que no oiga música? ¿Osea que tu te crees que esto es tuyo?”. Se sigue riendo.

Santa impunidad que reinas. Dale paso a lo justo.

El tráfico desespera. Minutos largos que se escurren como horas. El aire hierve a la temperatura de los radiadores. Un carro se atraviesa. Se disparan los primeros insultos. Lo único frío es el acero negro y brillante de la recién lubricada nueve milímetros de uno de los conductores. Continúan los agravios. Uno de ellos pierde la cabeza. Para conocer el resto de la historia refiérase a las páginas de sucesos de los principales diarios capitalinos.

Santa impunidad que reinas. Dale paso a lo justo.

La mordida le dicen en México y Anderson muerde duro. Acá le dicen “pal café”. Él es agente de un cuerpo policial. Lleva una pistola y una placa. Es la ley. Anderson era un hombre bueno, pero las muelas del sistema trituraron su conciencia. Ahí está, siempre atento y con su slogan: “o lo arreglamos aquí o vas detenido”.

Santa impunidad que reinas. Dale paso a lo justo.

Dale paso a lo justo, repiten a coro los feligreses antes de persignarse.

Entre tanto yo sigo escribiendo y el gordo no ha bajado el volumen, el conductor que disparó está suelto y Anderson ya no es agente, lo ascendieron a sub inspector.

Se acaba el tiempo. Puede llegar la hora de lo justo. Por eso a Dios Rogando y con el voto dando. VOTA.

@miguelsogbi