Gustavo Tovar-Arroyo: La rinoceronta, el orangután y otros maduristas

El hacha

Me guardo en mi refugio. Necesito silencio. Tanta estridencia, tanto mordisco y garrotazo exigen gerenciar la ira.
Respiro hondo, como una fiera atrapada, la ira -la mía, quiero decir- salta contra las paredes del teclado y sacude los bordes de la página en blanco, agarra por el cuello a la conciencia y le dice: ¡despierta! .





Todos los días nos estremece una nueva infamia. Hay que resistir. Pero por ser políticamente incorrecto, nadie se atreve a responder, como merecen, a los salvajes que agredieron la humanidad de Venezuela esta semana. A veces, el insulto es lo más humano.

¿O no somos humanos?

Respiro hondo otra vez y cuidadosamente limpio el hacha de mi palabra, afilo las puntas de las metáforas y comienzo mi propia tángana.

La rinoceronta: Nancy Ascencio

Es poco o nada lo que se puede agregar a lo dicho sobre el perjuicio que significa para la pseudo democracia venezolana, los recientes hechos de violencia que la animalia madurista generó en el seno de la Asamblea Nacional.

Decenas de artículos y pronunciamientos han aparecido para rechazar “correctamente” semejante barbarie. No seré otro más de los que razone sobre ello, es inútil; yo hundiré mi dedo en otra llaga: la personal.

Soy hereje de la teología chavista y como tal debo encarecer mi estigma.

Estoy seguro que la rinoceronta Nancy Ascencio no entenderá mi alusión. Es probable que no sepa leer; ella muerde. Creo que sería una perfecta representante venezolana para enfrentar a Mike Tyson en un ring. Son tan asombrosamente semejantes (en el sentido amplísimo de la palabra), que no puedo evitar imaginármelos mordiéndose el uno al otro en un cuadrilátero de Ultimate Fighting. Sería la perfecta excusa para que la revolución pusiese en su sitio a los invasores gringos. Rocky venció al ruso, es hora de que el comunismo se vengue. Nuestra rinoceronta podría hacerlo ¿o no?

Yo apuesto lo que sea a que nuestra macha Nancy es capaz de clavarle su cuerno en la frente al imperialismo. El Comandante supremo, eterno, líder único, padre protector se lo premiaría con un Ministerio.

Es así como funciona el circo. Sería infalible su estrellato político.

El orangután: Michael Reyes

La poesía no magulla rostros, pero sí desequilibra espíritus: los destroza. La herida que causa la mordida de un animal se cura con el tiempo; la que causa una metáfora, es incurable, permanece en el alma por los siglos de los siglos.

Confieso que no creo que Michael Reyes sepa hablar (él bufa, resopla, relincha), mucho menos descifrar los jeroglíficos, la manchas, las cositas pequeñas -como letras- que se observan en un escrito.

Probablemente me equivoque, pero tengo la idea de que la única vez que vi a Reyes en persona fue en un circo cubano que mostraba especímenes raros en sus jaulas. Uno se acercaba a ellos y les lanzaba ñame y cebollas para que se alimentaran e hicieran fanfarronerías.

Recuerdo que mi primera impresión al verlo encerrado en una jaula fue que parecía un ser humano. Me pregunté: ¿cómo es posible que estos desalmados cubanos mantengan enjaulado a un hombre? La duda se disipó pronto, cuando uno se le acerca se da cuenta de inmediato que no es un hombre, es un orangután.

No miento, el espécimen parece gracioso desde lejos, es tan obeso y mostrenco, tan chusco en su andar (es capaz de mantenerse de pie y conservase en dos patas, por eso confunde y da la apariencia equivocada) que causa una benévola curiosidad. Pero de cerca uno descubre que es una fiera que detesta el trato humano: manotea, muerde, patea.

Los cubanos -del circo- lo tienen bastante bien amaestrado, le dan caramelos para que haga morisquetas, gesticule su enojo y devaste a golpes cualquier signo de vida venezolana.

Me preocupa que lo hayan desenjaulado y lo hayan soltado en la Asamblea Nacional de Venezuela, que pese a ser un circo, es frecuentado también por seres humanos -como María Corina Machado, William Dávila o Julio Borges- quienes no están acostumbrados a lidiar con rinocerontas u orangutanes sueltos, mucho menos a domarlos.

La recomendación acaso sea que para la próxima ocasión, los diputados que saben hablar y leer, que por lo tanto saben dialogar y debatir ideas, se lleven un guacal repleto de cebollas y ñame para alimentar a las bestias antes de la arremetida.

Es obvio que tienen hambre, mucha hambre, babean su necesidad de carne venezolana.

La aventura extraordinaria

El domador “supremo” ha muerto y los cubanos han decidido soltar a sus fieras para que destrocen todo a su paso, especialmente a los venezolanos.

El anfitrión del circo es un chacal regordete. No habla: aúlla, ladra. Es carroñero y detesta también el trato humano, quien se le acerca termina devorado por sus bestias amaestradas.

Como ven, ahora nuestro país es una aventura extraordinaria. Por más que intentemos explicarle al mundo qué es lo que está pasando nadie nos creería. Es inaudito.

Debemos resignarnos, las rinocerontas, los orangutanes, las hienas y los chacales andan sueltos, no tienen quien los dome y, lo peor de todo, nos rigen.

Velan con celo y chorreando baba lo que queda de su bella presa: Venezuela.

El Pi venezolano

Me equivoqué; me excuso. Eso de andar por la selva con la palabra como hacha a veces nos pone muy sensibles y erramos.
No debemos resignarnos. Nunca resignarnos. Insospechadamente apareció Pi. Tanto se han burlado de él, tanto lo han minimizado, que se les escabulló y sin entender cuándo ni cómo ha logrado arrinconarlos.

Para sorpresa de propios y extraños, con una paciencia y firmeza poco usual en estos tiempos, ha decidido interrumpir el circo. “Ya basta -dijo-, eso no somos los venezolanos”. Nos ha invitado a apaciguar las iras y a transitar el difícil camino de la venezolanidad extraviada.

Cada día son menos los venezolanos a quienes les gusta el circo cubano. Están irritados igual que tú, igual que yo, igual que muchos. Somos mayoría; hemos despertado. Hay un camino trazado, ahí está Pi guiándonos, sigámoslo.
(¿Hace falta que les diga quién es Pi?)

Una Venezuela más humana y más libre, sin circos, ensancha nuestra mirada, es todo horizonte.

Andémosla…

@tovarr