Chavismo opera una perversa red de espionaje, denuncia la oposición

 

(Foto AFP)

Durante los últimos meses de Hugo Chávez, cuando su entorno se esforzaba por ocultarle al mundo que su enfermedad era terminal, pocas personas eran tan odiadas por el régimen bolivariano como el periodista venezolano Nelson Bocaranda, cuyos informes sobre la salud del mandatario eran leídos con detenimientos por millones, publica El Nuevo Herald.

ANTONIO MARIA DELGADO
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Es por ello que llegó al radar de Juan Manuel Almeida, el hacker de la “revolución bolivariana” que manejaba las tareas delicadas para el entonces Canciller Nicolás Maduro, el entonces jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), Miguel Rodríguez Torres, y Mario Silva, el influyente portavoz del chavismo que secretamente informaba al G2 cubano.

Y es que la intervención telefónica y de correos electrónicos es herramienta común aplicada por el chavismo para luchar contra sus adversarios, haciendo uso de los recursos del Estado para espiar regularmente a cientos de periodistas y a dirigentes de otros partidos, en una práctica que deja al histórico escándalo de Watergate en el terreno de los juegos de niños, denunció el diputado de la oposición Ismael García.

Pero a diferencia de lo que podría ocurrir en otros lugares en el mundo, donde el espionaje es emprendido para evitar acciones de terrorismo, en Venezuela las labores tienen otro propósito: silenciar las denuncias de corrupción, dijo García.

Son emprendidas cuando un periodista o un dirigente de la oposición presenta alguna denuncia de corrupción contra un funcionario del gobierno. Lo hacen no para tratar de investigar la irregularidad denunciada, sino para identificar la fuente original de la información, para luego silenciarla, declaró García en una rueda de prensa.

“Este es un gobierno que está constituido por capos y mafias”, sentenció García, al revelar que esta unidad de espionaje electrónico ha interceptado los correos electrónicos de importantes dirigentes de la oposición como Antonio Ledezma y Julio Borges, además de las cuentas de Bocaranda.

 El reportaje completo en El Nuevo Herald