Impopular cierre de cines privados genera un inédito debate en Cuba

Impopular cierre de cines privados genera un inédito debate en Cuba

El impopular cierre de los cines privados en Cuba, decretado el 2 de noviembre, ha generado un debate nacional inédito en medio siglo en la isla.

La medida, que siguió al cierre de los negocios privados de ropa y artículos para el hogar importados, desató “un amplio debate social”, admitió el diario oficial Granma, y cosechó críticas de intelectuales, que la califican como “un paso atrás” en las reformas del presidente Raúl Castro, quien ha levantado muchas prohibiciones que pesaban sobre los cubanos.





La controversia comenzó en las redes sociales y en los foros de los sitios web de los medios cubanos, todos bajo control estatal, y pronto ganó la calle, con expresiones de rechazo de muchos adherentes del gobierno comunista, algo también novedoso.

Ni siquiera la nueva ley de impuestos, vigente desde enero, levantó una polémica similar, aunque muchos la tildan de “draconiana”.

El gobierno ordenó el 2 de noviembre que los cines privados “cesarán de inmediato” bajo el único argumento de que “nunca han sido autorizados”. Esta semana Granma justificó la decisión indicando que se debe “preservar la legalidad y el orden”.

Pero incluso Granma admitió que “habría que revisar la ambigüedad” de la ley que regula las licencias de “operador de equipos de recreación”, que tenían los dueños de las pequeñas salas privadas de cine, dotadas en su mayoría con tecnología en 3D, inexistente en los grandes cines estatales.

“Es un disparate…”

Nadie sabe cuántos cines privados había en la isla, que tenían alta demanda aunque funcionaban en el salón de una casa o en el estrecho garaje de un edificio de apartamentos. Un operador dijo a la AFP que en La Habana eran 115, pero también existían en las demás ciudades y algunos pueblos del país.

Todas estas salas surgieron y se expandieron aprovechando que no debían pagar derechos a las distribuidoras de películas de Hollywood, pues el embargo estadounidense impide a estas compañías hacer negocios con Cuba.

El cierre resultó sorpresivo, pues una semana antes el diario oficialista Juventud Rebelde les había dedicado un extenso reportaje, sin criticarlas.

Las entradas costaban entre uno y cuatro dólares, e incluían en algunos casos palomitas de maíz y gaseosas, además de la proyección de películas con modernos equipos importados de al menos 3.000 dólares, en los cuales sus propietarios habían invertido todos sus ahorros. Otros iniciaron el negocio con apoyo financiero de parientes emigrados.

La medida provocó una avalancha de críticas de intelectuales y artistas.

“Me sumo a las manifestaciones de desacuerdo”, escribió en su blog el cineasta Eduardo del Llano, un partidario del gobierno que suele hacer críticas sobre la realidad nacional.

“¿Que no tenían una licencia específica? Bueno, pues a crearla. ¿Que no pagaban el impuesto adecuado? Que lo paguen. ¿Que hay que velar porque el pueblo consuma sólo un arte excelso? Eso es un disparate, una violación de las libertades individuales y una quimera, y la nobleza de las intenciones no cambia nada”, expresó Del Llano.

El profesor universitario Harold Cárdenas escribió en Internet: “No he encontrado a una sola persona en la calle que esté de acuerdo con la medida”.

“Cualquier político inteligente sabe que esto tiene un costo político alto, ¿vale la pena?”, se preguntó Cárdenas, agregando que el cierre es “un paso atrás” en las reformas.

“Opción de esparcimiento familiar”

Una mujer de Alamar, barrio dormitorio del este de La Habana, dijo a la AFP que los cines privados eran una de las pocas opciones de “esparcimiento familiar” en el vecindario.

“Los fines de semana los matrimonios iban al lugar con sus hijos, ahora tienen que salir a la ciudad (La Habana), con lo malo que está el transporte”, agregó.

La periodista Gisselle Morales, del diario regional Escambray, en el centro de la isla, también manifestó su desconcierto en su blog: “No creo que estas salas privadas le roben de golpe la audiencia a los cines convencionales, ya bastante vacíos no solo en Cuba”.

El poeta y ensayista Víctor Fowler expresó que “queda la amarga sensación de que la (vieja) retórica ha sido incapaz de elaborar algún discurso coherente para enfrentar a la (nueva) realidad”.

AFP