Gustavo Tovar-Arroyo: Sin tetas -grandes- no hay chavismo

thumbnailgustavotovararroyo“Yo los invitó humildemente a que nos revisemos”
Mariana Lerin (diputada chavista)

Mordido por los malditos

Lo sé, lo sé, no me lo tienen que repetir, cada vez que piso París la jauría maldita de Artaud, Mallarme, Baudelaire y Rimbaud se junta y salta sobre mi espíritu para caerle a mordiscos, y éste ?mi espíritu? responde a su vez con mordiscos contra los rabiosos perros del narcochavismo.





Siempre es lo mismo, llamémosle legitima defensa espiritual. Es como un ritual místico que ejerzo para limpiarme de las malas vibras socialistas. Recuerden, soy el blasfemo predilecto del chavismo, el sacrílego vociferante de sus sonoras idioteces. Soy el poeta conspirador, es decir, el poeta maldito.

Y lo disfruto. No lo niego ni me niego: lo disfruto. Lo he dicho antes, es irremediable…, soy irremediable. Saber que el narcochavismo se retuerce de ira por lo que escribo me causa fruición y risa, sí, sonrío con diablura siniestra.

Como en esta entrega…

Mariana Lerin, la mami chavista y sus tetas ideológicas

¡Ups, subtitulé muy ácido! Debí cuidar las formas, desdibujar la idea central del texto para ir armando, entre sutilezas y picardías, una conclusión sugerida, alcanzada por atisbos, por insinuaciones desvanecidas y sus frases vagas.

Debí…, pero no pude. Mi atención fue asaltada por una portentosa realidad parlamentaria: Mariana Lerin, la mami chavista y sus tetas ideológicas.

Y no es que Antonin Artaud me haya sugestionado con sus poemas Poeta negro (“Poeta negro, un seno de doncella te obsesiona”) o su solemne Descripción de un estado físico (“Sobre el vientre sobresalen los senos…, la pintura está muy prensada a la tela…, es una suerte de abismo en movimiento que se parte por el medio…, es como un espíritu que se ve y se hueca”).

No, Artaud no tuvo nada que ver. Fue ella, Mariana Lerin, la ineludible diputada chavista y sus sintéticas tetas revolucionarias, estereotipo perfecto de la vacuidad ideológica que signará al chavismo frente a la historia latinoamericana.

Me explico.

Sin tetas ?grandes? no hay chavismo

No sé si Gustavo Bolívar estaba en Venezuela cuando narró la vida de la ambiciosa Catalina en su célebre novela Sin tetas no hay paraíso. Porque si no lo estaba, de verdad qué manera de prefigurar al chavismo y a sus tetonas socialistas.

Catalina ?protagonista de la novela de mi tocayo? como Mariana o cualquier mujer chavista antes de que nos azotase Hugo Chávez con su peste revolucionaria, es una joven humilde que aspira poder, lujos y dinero. Se junta con la mafia (chavista) para lograrlo, pero se da cuenta que sin unas tetotas ideológicas que hablen de “revolución”, “socialismo”, “izquierda versus derecha”, “imperialismo capitalista”, ni el pedófilo Merentes, ni el corrupto Diosdi Cabello, ni el pervertido Carreño se fijarán en ella.

Y sin ningún pudor ni sentido del bochorno se monta las tetas revolucionarias más grandes que existen en el libre mercado capitalista y nos las clava hasta la asfixia desde el podio central de la Asamblea Nacional.

Por Dios, ¡qué angustia! La misma del poema Angustia de Mallarmé (“Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena de todos los pecados”). En un momento sentí que estallaría una granada fragmentaria de silicona en el parlamento. Me asusté, pero no pasó nada. Sólo fue una amenaza visual.

Hay que entenderlo, Mariana ?igual que Catalina? se siente lumpen y para liberarse del estigma social necesita prótesis retóricas, ideas sintéticas, ráfagas de plástico. Es su realidad y a ella se somete quirúrgicamente, como buena revolucionaria.

Algo queda claro, sin espacio a duda: sin tetas ?grandes? no habría chavismo. Ella lo sabe y las detenta.

Aunque la vulgaridad se vista de seda, vulgar se queda…

Insisto en lo que he dicho en otras entregas, si el Che viviese mandaría a fusilar con la misma frialdad asesina que siempre lo destacó, uno por uno, a todo el narcochavismo revolucionario, por farsantes. La revolución socialista venezolana y sus enormes tetas ideológicas lo debe tener vomitando sobre sí mismo en la fosa común, lo cual podría ser una manera de identificar su osamenta.

Las fotos de la revolucionaria Mariana Lerin en plena batalla socialista entre yates, gritando “literalmente” consignas de amor a tacones, relojes o lentes, son la más flagrante prueba de que las chavistas llegaron al poder para imponer, como María Gabriela y Delcy, sus histéricos gustos ?archi capitalistas? por carteras, vestidos y, por supuesto, tetas grandes.

No hay nada que hacer con ellas, aunque la vulgaridad y la cursilería se vistan de seda, vulgares y cursis se quedan.

La estética chavista, su chabacanería disfrazada, queda clara para la historia. Son el cinismo más deslumbrante. Lo dijo Alfonso Cuarón, no yo.

Cuando escribo esto, me muerde la mala lengua de Baudelaire, ese maldito, y su Metamorfosis del vampiro (“La mujer…, retorciéndose como una serpiente entre brasas…, y amasando sus senos sobre el duro corsé…, decía: seco todas las lágrimas en mis senos triunfantes…, cuando a los mordiscos abandono mi busto”.)

Y yo las muerdo, pero no como diputadas o revolucionarias, las muerdo como quieren ser mordidas, como maniquíes, como objetos de consumo, como muñecas sensuales de ese pérfido lupanar ideológico llamado chavismo, que tanto dolor, perversión y muerte ha traído a Venezuela.

Las muerdo con poesía maldita hasta el desangre.

Dos tipos de chavistas: enchufados y pendejos

Sentarme a escribir en el forzado exilio en mi oficina parisina del café Le Notre alza sobre mí ciclones verbales que azotan las costas inmorales de mis escritos. Lo reconozco. No sé si sea por la cercanía a la Plaza de la Concordia y su feroz memoria de la guillotina, lo cierto es que una tempestad de inclemencia ?como legítima defensa espiritual? me arrebata y clavo mis dientes poéticos sobre el cuello de la maldad chavista.

Y muerdo, muerdo duro. Hay que hacerlo, porque no puede ser, no se entiende, no tiene sentido, ¿qué carajo nos pasa?, que todavía existan ingenuos que crean en esa manada de malandros y nuevos ricos que son los enchufados narcochavistas.

La peste chavista nos ha legado dos tipos identificables de “revolucionarios”. Los enchufados ?y sus meretrices ideológicas con grandes tetas socialistas? y los pendejos.

Sí, los pendejos ?el pueblo llano? que han caído redondo en la más absoluta vergüenza histórica por su ingenuidad política, por su inocencia guillotinada (sin concordia), por su inclemente irresponsabilidad.

Este escrito es un esfuerzo para que los últimos pendejos del chavismo dejen de serlo. ¡Despierten! ¡Háganlo! De su despertar depende el futuro de Venezuela. Nuestro futuro.

En El mal, un precoz Rimbaud nos anticipa la peste chavista, dice: “Mientras los gargajos rojos de la metralla…, silban surcando el cielo azul, día tras día…, cerca del rey (Chávez) que se ríe…, se hunden batallones que el fuego incendia en masa”.

No seas un pendejo más de la farsa narcochavista, no seas un batallón del pueblo hundido en la miseria, no seas otro ingenuo de la masa incendiada: un “quemado”, mientras ellos te asfixian con sus enormes tetas socialistas.

Muerde su hipocresía hasta que se desangre, gota a gota, el cinismo lujoso del chavismo. Es la hora de la rebelión de la conciencia. ¡No seas por más tiempo un pendejo!

Sé el rebelde cuya única causa es Venezuela.

¡Libérate!

@tovarr