Cristina Barberá González: Una reflexión sobre mecanismos paralizantes en la oposición venezolana

thumbnailcolaboradores-190x1301Psicológicamente, se describe un mecanismo mental primitivo conocido como la reversión de la perspectiva. Un ejemplo sería aquel paciente que asiste a una consulta psicoterapéutica ¨buscando ayuda¨ mas que inconscientemente una vez dentro del tratamiento trata más bien de demostrarse y demostrar al otro (su terapeuta) que en realidad no lo necesita; en este propósito (inconsciente) descalifica todo lo que su terapeuta pueda ofrecerle, le argumenta muy astutamente que éste definitivamente no tiene nada que darle, nada que por sí mismo no haya pensado previamente. La volteada de tortilla, hablando a lo criollo, puede llegar al punto en el cual el sujeto en cuestión estaría incluso convencido de que es su terapeuta quien necesita de él representado en los honorarios.

Según el psicoanálisis esta persona padece de omnipotencia y con ella una enorme dificultad y resistencia a verse en falta, tolerar que un otro tenga algo a ofrecer que él por sí mismo no alcanza, y experimentar un sano grado de dependencia en la inter-relación. Se llaman déficits narcisistas y tiene que ver con la historia de cada quien, una historia cargada de traumas en este caso.

Realizo esta introducción con el fin de hacer una analogía con Venezuela, específicamente con el sector opositor a la dictadura,  como sujeto y como paciente que va a la consulta a buscar ayuda, pero en el fondo por su historia traumática y complicada se resiste a recibir ayuda y a un cambio. Quiere que le confirmen que va por el buen camino y que no hay nada nuevo que nadie pueda ofrecerle.





Esta oposición está tan traumatizada y  tan adolorida que le resulta muy difícil soportar el revisar y confrontarse con preguntas sobre sí misma, si realmente pueda estar equivocada en el camino que ha escogido representado por sus elecciones, acciones y líderes políticos; simplemente le es muy doloroso para el esfuerzo ya realizado y para su narcisismo montando en la omnipotencia que paradójicamente la ha colocado en un estatus de sumisión y parálisis pues no tiene que pensar más allá. Por un momento el camino pareció ofrecer una reparación al trauma histórico-social, pero cuando este camino comenzó a transformase en una repetición paralizante, repetición que la coloca como en una caminadora estática, en la que se esfuerza y se desgasta pero que en realidad no se mueve del mismo lugar, parece no poder darse cuenta; le ha sido en mi opinión extremamente difícil de reconocer. Se ha quedado como amarrada a esta primera ilusión de reparación, completud y triunfo sin poder discriminar su parálisis. Reconocer esta situación es muy difícil, es perder la ilusión de que se está bien, que no hace falta cambiar como aquel  paciente hipotético descrito anteriormente.

Reconocer esto se vive como una devastadora pérdida. Lo que el mecanismo primitivo psíquico esconde es que también es ganar. Perder para ganar. Ganar en apertura y movimiento, se gana en elementos que interfieren en el automatismo de una repetición inconsciente compulsiva y paralizante. Reconocerse en este sentido que planteo, sería como introducir granos de arena en un engranaje que funciona de una sola manera hasta que se detenga, obligándonos a introducir nuevas piezas en ese mecanismo de funcionamiento, construyendo uno nuevo, más amplio, diverso y tal vez eficaz sistema. Al no poder renunciar y perder también se priva de lo novedoso y con esto una oportunidad de cambio o transformación. Personas que padecen de mucha envidia psicoanalíticamente hablando sufren de este mal. Atacan todo lo que puede ofrecer algo más pues sería la confirmación de que ellos no lo poseen, pero en este ataque se quedan vacíos, desnutridos de nuevas conexiones, ideas y perspectivas retroalimentando un círculo vicioso de destrucción. Algo más puede ser incluso una crítica. Al no poder recibirla se priva de la oportunidad de cambio.

Examinemos un ejemplo colectivo de reversión de la perspectiva según mi visión. Se ha tildado de radicales a un factor de la sociedad que reclama enérgicamente a sus líderes acciones contundentes contra la dictadura, como la desobediencia civil, ejercida con inteligencia, evitando bajas (No hace falta ir a MIRAFLORES, territorio de pistoleros), o cuando exige se atienda la relevancia de un presidente constitucionalmente ilegítimo por extranjero y  se discuta en la Asamblea Nacional escogida por la mayoría de los venezolanos (como además se prometió). Estas personas han sido sistemáticamente catalogadas de radicales por la propia “oposición”; tal cual como el paciente que va a la consulta y descalifica a su terapeuta insistente y astutamente al punto que el terapeuta puede efectivamente convencerse que no tiene nada que ofrecerle.

Por otro lado, la Mesa de La Unidad Democrática realiza declaraciones sistemáticas tan extremas como “Unidad o Muerte” (Julio Borges), “Diálogo o nos matamos” (Chuo Torrealba), etc etc etc… Conseguir la unión contra el régimen fue difícil dada su popularidad inicial, sin embargo hace mucho se viene repitiendo que sin Unidad no hay camino, lo que para los inadvertidos puede resultar romántico, conciliador y una verdad indiscutible; para otros escuchamos entre líneas una amenaza y un discurso totalitario. ¿Se repite lo que se denuncia? Viéndolo así podemos cuestionar si el epíteto radical se ha efectivamente distorsionado y peor aún caído en una reversión de la perspectiva. Igualmente considero que la palabra Unidad se ha distorsionado, ya no significando unión de esfuerzos plurales; se ha convertido más bien en un significante absoluto desde el cual se ataca con violencia cualquier postura crítica y diversa a lo establecido, volteando a la tortilla a tal  punto que cualquiera que surja se dice obedece a un plan del G2 cubano.

La oposición, me refiero en este momento a la de los ciudadanos de a pie,  se comporta hoy en día a mi parecer,  como ese paciente extremamente traumatizado y herido que se resiste a verse en falta y necesitado de un cambio, se empeña férreamente en continuar como está, entregándose a lo que sus líderes comandan. Este sería entonces otro ejemplo de reversión de la perspectiva: los ciudadanos obedecen ciegamente a sus líderes actuales, en cierta medida desresponsabilizándose de sus derechos y deberes cívicos, creen, y el discurso político así lo ha reforzado, que su responsabilidad es apoyarlos y manifestarles confianza ciega, cuando en mi opinión se trataría de lo inverso, los políticos estarían en la obligación de apoyar y responder a las demandas del ciudadano, no al revés.

En relación a la “oposición” política como alternativa no me atrevo a generalizar, algún sector estará sufriendo los mismos efectos del trauma social y por tanto estarán inmersos en la paralizante compulsión de repetición, otro tal vez se identifica con estas reflexiones pero como no parece haber espacio para disentir pues no se escuchan con la fuerza suficiente, otro entraría ya en el escenario de lo perverso que dejaré para futuras reflexiones.

Me despido con una comparación de discursos para la reflexión sobre el fenómeno de reversión en cuestión:

-¡Desobediencia civil! ¡Lucha No violenta! ¡Democracia va más allá del voto!

Versus

 -¡Unidad o Muerte! ¡Dialogamos o nos matamos! ¡La Salida única es Electoral!

Cristina Barberá González

(Médico Psiquiatra/Psicoterapeuta Psicoanalítica)

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