Cambio de nombre, por Oswaldo Páez –Pumar

Cambio de nombre, por Oswaldo Páez –Pumar

thumbnail oswaldo paez-pumarNo satisfecho con haber dicho que la oposición no entrará en Miraflores ni con votos ni con balas, el usurpador ha agregado a su programa de gobierno nada menos que lo siguiente: “La oposición debe entender que la revolución es irreversible y debe aprender a dejarse gobernar”.

Nota de prensa    

La irreversibilidad de la revolución es desde luego un sueño mil veces repetido por todos los que en algún momento histórico se han hecho del poder, bajo la idea estúpida de que todo cuanto ha acontecido en la historia de la humanidad antes de su llegada, lo ha sido como preparación precisamente de su arribo al momento del nacimiento y luego, por supuesto, al tiempo de alcanzar el poder.





 

No cansaré a mis lectores mencionando los nombres de tantísimos personajes que a lo largo de la historia vivieron ese sueño y fueron despertados por la realidad de su transitoriedad. En algunas ocasiones no fueron despertados, sino enterrados. Baste por hoy decir que la consigna “Chávez vive” que grita el ahijado ¿o es el padrino? es la manifestación más patética no solo de la reversibilidad de la parodia de revolución que sufrimos, sino de la irreversibilidad de la ley de ‘los hechos que hacen historia’, que formulara en su Filosofía de la Historia Jacques Maritain y que permite afirmar que lo que si llegó para instalarse es la trilogía de “libertad, igualdad y fraternidad” a la que se resisten los abanderados de la esclavitud.

 

¿Quiénes son los abanderados de la esclavitud? Los que se ven a sí mismos como distintos. Los que nos llaman gusanos, o escuálidos, los que no solamente en el siglo XX con la aparición del totalitarismo, sino a lo largo de la historia han pretendido de sus contemporáneos lo que le pidió el demonio a Cristo durante su largo ayuno en el desierto: “te daré el poder sobre todo lo que contemplas, si te postras ante mí y me adoras”.

 

Esa es la pretensión del usurpador ‘la oposición debe aprender a dejarse gobernar’ y en esa frase se encuentra la razón por la cual yo he titulado este artículo cambio de nombre. Al usurpador no le molesta que le llamen así, porque está consciente que esa es su condición, su cargo es prestado, pero ahora quiere que lo aceptemos, que nos dejemos gobernar. El usurpador es María Cristina.  “Me quiere gobernar” y yo no pienso seguirle la corriente; y estoy seguro lector que tú tampoco le vas a seguir la corriente, sino que vas a mantener tu actitud de rechazo que es lo que lo desespera. Él quiere desesperarnos mostrándonos lo irreversible de su revolución y nosotros desesperaremos a María Cristina porque no nos vamos a dejar gobernar.

Caracas, 11 de noviembre de 2016