Ramón J. Velásquez: Ejemplo de ciudadanía

Ramón J. Velásquez 1916-2014 / archivo
Ramón J. Velásquez 1916-2014 / archivo

 

Con motivo de conmemorarse hoy el centenario del natalicio de Ramón J. Velásquez, destacadísimo intelectual, historiador y político venezolano, el profesor e historiador Fredy Rincón Noriega ( @ferinconccs ) ha preparado un notable trabajo especial sobre la vida del ejemplar tachirense, que con todo gusto le presentamos a ustedes.

 





 

 

RAMON J. VELÁSQUEZ: EJEMPLO DE CIUDADANÍA

Por: Fredy Rincón Noriega

Como una contribución para dar a conocer a las nuevas generaciones la figura de Ramón J. Velásquez, me propuse reseñar en unas breves notas sobre la incansable labor intelectual desarrollada por este ilustre venezolano, quien desde temprana edad fue construyendo una vida y una obra al servicio del bien colectivo.

He procurado brindar una información detallada de lo realizado por el doctor Velásquez como periodista e historiador, haciendo un esfuerzo por dejar registrada a manera de crónica su incesante y continua actividad en ambas disciplinas. En él encontramos dos constantes como hombre entregado a las limpias y serenas faenas de la cultura nacional; una es su contumaz empeño por rescatar fuentes y testimonios documentales con la idea de preservar la memoria del país, la otra es su desinteresado esfuerzo por promover la edición de libros, colecciones, boletines y nuevos valores en el campo de las ciencias sociales.

He visto un ciudadano ejemplar en sus actuaciones públicas, siempre atento a las demandas de la provincia, preocupado permanente por la convivencia y el respeto a la opinión del adversario, defensor intransigente del sistema democrático. Y como dijera Don Pedro Graces: “Su integridad humana, formada en la tradición tachirense, fue moldeando su carácter de hombre probo, recio, honesto, intransigente con el error y la picardía hasta hacer una de las plumas más notables en la difícil interpretación sociológica y política del siglo XX venezolano”…

En cuanto a las informaciones biobibliohemerográficas vertidas en las próximas líneas, debo acotar que las mismas fueron tomadas de un trabajo realizado acerca de la obra histórica y política del doctor Ramón J. Velásquez que tuve la oportunidad de coordinar. En esta acuciosa investigación también participaron las historiadoras Antonieta Meneses Juari y Zaira de Martínez.

LOS PRIMEROS AÑOS

En un hogar entregado a las tareas de la educación, un 28 de noviembre de 1916, en San Juan de Colón del Estado Táchira, nació Ramón José Velásquez Mujica. Su padre, Ramón José Velásquez Ordóñez, cultivó con perseverancia los conocimientos humanísticos, obtenidos durante su pasantía por el Seminario. Don Ramón Velásquez transitó el gratificante oficio de la enseñanza en San Juan de Colón, Rubio, Capacho, San Cristóbal y Caracas, logrando importantes distinciones por sus virtudes académicas y pedagógicas. Su madre, Regina Mujica de Velásquez, se dedicó por entero al magisterio: medio siglo de su vida estuvo dedicada al servicio de la enseñanza y a la fundación de diversos centros de formación docente en el Estado Táchira.

En San Cristóbal, Don Ramón Velásquez ejerció la Dirección del Diario Católico; así como la subdirección del Liceo Simón Bolívar, prestigiosa institución educativa conducida por uno de los educadores de mayor reputación y prestigio de la región: Don Carlos Rangel Lamus. Estas dos figuras colocaron todo su empeño en formar jóvenes que muy pronto conquistarían un sitial relevante en la vida regional y nacional. Algunos de ellos son: Leonardo Ruiz Pineda, Miguel Moreno, Simón Becerra, Aurelio Ferrero Tamayo, Alberto Angulo Ortega, Ramón Eduardo Sansón, Pablo Castro Becerra, Jorge Murillo y Ramón J. Velásquez.

Estaban convencidos estos destacados profesores de que la aparente eternidad dictatorial de Juan Vicente Gómez algún día llegaría a su fin, y por ello, era necesario educar a esta nueva generación de tachirenses para una Venezuela mejor. Rangel Lamus fue un educador que poseía una vasta cultura, amante de la ciencia y de la naturaleza, fue el primero en hablar en San Cristóbal sobre el alcance de la revolución socialista de 1917 en Rusia; dado su conocimiento en torno a los sistemas políticos, aspiraba a vivir en democracia y libertad. En tanto Don Ramón, regente de las cátedras de Latín, Griego y Filosofía, hacía gala de sus dotes pedagógicas, con el fin de estimular el gusto por el lenguaje y la escritura, animar el interés hacia las diferentes corrientes literarias, y forjar una conciencia crítica frente a la vida.

Estas dos figuras, una el maestro, otra el padre-educador, impactaron hondamente el espíritu en formación de Ramón J. Velásquez. El resultado fue disciplina y constancia en las faenas intelectuales. La investigación histórica y el periodismo fueron los oficios escogidos y cultivados sin desmayo desde los años escolares en la Escuela Primaria anexa al Liceo Simón Bolívar. En el periodismo, hizo sus primeras incursiones como corrector de pruebas en el Diario Católico cuando cursaba cuarto grado. En la misma escuela dirigió y redactó el periódico Juventud; luego en 1932, antes de concluir la primaria, ganó el concurso monográfico sobre la vida de Simón Bolívar organizado para los alumnos de quinto y sexto grados; el premio consistía en la publicación del trabajo ganador en un periódico regional, el diario El Táchira, de San Cristóbal, dirigido por el periodista merideño Don Carlos Rodríguez L., este sería su primer artículo publicado en la prensa.

La inquietud por el estudio de la historia había dado su ópera prima. En adelante su vida estará marcada por una permanente reflexión sobre el acontecer nacional. Futuros ensayos sobre distintos tópicos de la evolución política y social de Venezuela, irán conformando una amplia producción historiográfica, convertida hoy en día en referencia obligada para el estudioso de la historia venezolana. En cada nuevo trabajo de investigación histórica sorprende la precisión documental, la anécdota o el suceso, invitando a una permanente revisión crítica de nuestro pasado.

Esta formación histórica unida al oficio de comunicador social, le permitió a Ramón J. Velásquez atar la narración rigurosa del pasado al lenguaje periodístico, en un estilo único, que atrapa al lector menos aguzado, mostrándole una versión que por amena, no es menos documentada y científica: una historia que ha trascendido aulas, archivos y bibliotecas, porque ha sido concebida con rigor científico y escrita con el deseo de comunicación directa y franca, propio del periodismo.

La necesidad de decir y comunicar ideas, el deseo de formar opinión en torno a las manifestaciones y corrientes literarias del momento, ofrecer a las inquietas mentes de entonces un medio eficaz para el intercambio de información, fueron razones por las cuales el joven Ramón J. Velásquez, desde temprana edad, dedicó tiempo y esfuerzo a sus labores de redactor y editor.

En 1933, si bien el General Eustoquio Gómez había abandonado la ciudad de San Cristóbal, aún permanecía la sombra de su rígido control. Expresar una opinión con autonomía de criterio era entendida como una disidencia y por lo tanto castigada. Se convivía con la imposibilidad de escribir libremente sobre los temas políticos, todo lo cual hacía que cualquier proyecto editorial políticamente independiente fuese una quimera. No obstante los resquicios que ofrecía el Liceo Simón Bolívar por su bien ganado prestigio y respeto, y en virtud del ambiente cultural y científico que se respiraba en sus aulas, del espíritu juvenil y soñador de aquellos años surgió el proyecto audaz: la publicación de un diario. La anterior realidad era un freno y al mismo tiempo acicate para que el joven Ramón José, en unión de otro inquieto y entusiasta promotor de empresas periodísticas como lo era Humberto Spinetti Dini, librara su primera batalla editorial. Así nació El Nacional, órgano ágil y renovador en los términos que permitía aquel ambiente hostil que se respiraba en San Cristóbal. Apenas comenzaba a cursar su bachillerato y ante sí bullía el “deseo de superar la oscura hora de retardo venezolano”.

En aquellos días además de colaborar con la Sociedad Estudiantil del Liceo en calidad de redactor de la revista Nautilus, su artículo “Modificación Espiritual” aparece publicado, casi en forma simultánea, tanto en su recién fundado periódico como en otras voces de provincia: El Orión, El Occidental, El País, de Maracaibo y en Perfil, de Coro.

Fue el momento cuando dictó su primera conferencia pública, pronunciada con sencilla y mesurada oratoria un 23 de julio de 1933 en el “Salón de Lectura” de San Cristóbal, importante centro cultural cuyos espacios le eran familiares desde su nacimiento y donde entró en contacto con la intelectualidad tachirense. Allí abordó el tema del 19 de Abril de 1810, cuyo texto fue publicado en su periódico El Nacional. Era otro importante paso de compromiso con las letras y la creación. Sabía que disertaba frente a una institución y un público selecto. Pronto formaría parte de los distinguidos tachirenses que han presidido la “Sociedad Salón de Lectura”, entre quienes figuran Eduardo y Abel Santos, Don Carlos y Amenodoro Rangel Lamus, Aurelio Ferrero Tamayo, Rafael María Rosales, Horacio Cárdenas y Leonardo Ruiz Pineda, dignos representantes de las letras tachirenses.

Al año siguiente, bajo la acertada conducción y asesoría de Antonio Quintero García,edita en compañía de Ciro Urdaneta Bravo la revista Antena, de existencia efímera, inspirada en el deseo de permitirle a la provincia el conocimiento de las nuevas corrientes en el arte y la ciencia. Se insistía en sembrar en el pueblo nuevas semillas civilizadoras, en busca de frutos llenos de progreso y libertad.

AHORA EN LA CAPITAL

En 1934, la familia Velásquez Mujica ha cambiado su residencia a la capital y se establece en la tradicional barriada caraqueña de San Agustín del Sur. Don Ramón es entonces profesor de Latín y Raíces Griegas en el Liceo “Andrés Bello”. Quienes lo conocieron de cerca o fueron sus alumnos, han dejado testimonios del dominio que sobre la historia nacional tenía, la forma amena cómo la narraba, del interés que siempre evidenció por conocer y enseñar las distintas corrientes filosóficas modernas. Su vasta cultura y sus excelentes condiciones para transmitirla constituyeron aval suficiente para que ganara un concurso de ingreso al personal docente del recién fundado Instituto Pedagógico Nacional, entidad educativa que a finales de 1936 reunió a un selecto grupo de profesores venezolanos integrados por Milá de la Roca, Luis B. Prieto Figueroa,Francisco Tamayo, Humberto García Arocha y Don Ramón Velásquez, quienes junto ala recordada Misión Pedagógica Chilena venida al país por gestión de Mariano Picón Salas, Pedro Arnal y Alberto Smith, sentaron las bases del hoy Instituto Universitario Pedagógico de Caracas.

Mientras tanto Ramón J. Velásquez, joven recién llegado a la capital, asume nuevos compromisos: en 1935 es electo Presidente del Centro de Estudiantes del Liceo “Andrés Bello”. Desde esta nueva posición buscó y dio salida a su pujante inquietud por comunicar y organizar en torno a ideas, objetivo que cristalizó con la fundación de la revista Futuro, semanario cultural adscrito a esa organización estudiantil y en cuya iniciativa lo acompañaron Rafael Heredia, Juan Saturno Canelón y Pedro Chacín Chacín. En Caracas, el largo silencio venezolano impuesto a comienzos de siglo se había visto interrumpido con la movilización estudiantil del año 1928. Osado desafío que el dictador supo castigar duramente. Pero un nuevo país estaba emergiendo anunciando su pronto alumbramiento. Entre los estudiantes y parte del pueblo había prendido la idea de libertad, la necesidad de continuar adelantando iniciativas políticas y culturales en beneficio de una Venezuela auténticamente democrática.

Lo que parecía imposible en 1935 para un sector de la población, en 1936 era una realidad para toda Venezuela: Gómez había muerto. De aquí en adelante la historia va a ser otra. El país empezó a crecer en el orden institucional, y con ello se fue avanzando en el proceso de construcción de un Estado moderno. La sociedad comenzó a buscar insistentemente, y sin detenerse, el comienzo de su realización política. En esa búsqueda jugó papel relevante la Federación de Estudiantes de Venezuela, organización desde la cual desarrollaron sus primeras experiencias políticas los forjadores de la democracia que se instaló en le siglo XX venezolano. Entre ellos figura Ramón J. Velásquez, quien participa activamente en las tareas promovidas por dicha organización, encaminadas en  su mayoría a estructurar nacionalmente el movimiento estudiantil. En esta actividad aportó su prestigio intelectual y su relevancia como joven promesa en las letras nacionales. Se desempeñó como redactor de la revista FEV y ese mismo año, en calidad de analista de temas universitarios, colaboró con el diario Ahora nacido al calor de los albores democráticos de aquel año.

En 1937, su doble condición de historiador y escritor son puestos a prueba para cumplir una grave responsabilidad escolar: su tesis de grado para optar al título de Bachiller. Selecciona un tema vinculado a su tierra de origen: El Táchira y su proceso evolutivo, este nuevo trabajo de investigación histórica es discutido ante un calificado jurado de la Universidad Central de Venezuela, tal como lo exigía la Ley de Instrucción Pública vigente entonces. Fue una nueva conquista, un paso más firme, una respuesta segura a su búsqueda como oficiante de la historia: la calificación de sobresaliente premió el trabajo realizado.

Días después el diario El Universal de Caracas — el 8 de marzo de 1937— publicó parte del ensayo bajo el título “Una página del gran Vargas Vila, Carlos Rangel Garbiras” con la siguiente advertencia: …”Los párrafos que copiamos a continuación son de un artículo del joven escritor nacional Ramón J. Velásquez, sobre la incorporación del Táchira a la nacionalidad venezolana”… Este fue sin duda, un reconocimiento estimulante, y que fue imitado por el historiador José Gil Fortoul, quien le remitió misiva, felicitándolo por su tesis, y en la cual destaca el valor historiográfico de dicho ensayo. Así, poco a poco, en medio de una disciplina férrea y heredada, se fue forjando el escritor, historiador y periodista.

EL JOVEN UNIVERSITARIO

En 1938 ingresó a la Universidad Central de Venezuela, como estudiante de la Facultad de Derecho. Allí las fronteras del conocimiento se vieron rápidamente ensanchadas; atendió con celosa preocupación las clases de Derecho Constitucional, disciplina clave en la comprensión del hecho político e instrumento fundamental para el análisis histórico de una nación.

A lo largo de toda su carrera universitaria mostró una férrea responsabilidad académica, sin que por ello se viera menguada su actividad en favor de la cultura y el desarrollo político, pues continuó su infatigable búsqueda intelectual. Sin mediar otro interés que no fuese el ansia por ir al encuentro de los valores literarios y científicos dominantes en la Venezuela de entonces, se empecinó en dejar una huella profunda en el quehacer periodístico. Fue así como entre 1938 y 1942, adelantó proyectos en Caracas con Héctor Hurtado, Fernando Padilla Arteaga y Francisco Visconti, y funda la revista Gaceta Indo-Americana, cuya línea editorial se orientó fundamentalmente hacia temas de opinión política. Simultáneamente colaboró en la revista Derecho, órgano informativo del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de la UCV.

En 1939, sin abandonar sus compromisos en Caracas, realizó frecuentes viajes a la capital tachirense para promover varias publicaciones periódicas. Ante la ausencia de un vocero de oposición al gobierno regional, su primera iniciativa fue asociarse a sus coterráneos Mario Cárdenas Pico y Juan N. Jaime con el fin de editar el semanario Frente; sin embargo, pronto sobrevino la clausura de este experimento por parte del Ejecutivo, se adujo entonces un supuesto interés político contra la paz ciudadana. Los mismos términos volvieron a usarse años más tarde (1941), para clausurar otra experiencia editorial del joven Velásquez, Presente. El año anterior (1940), había fundado y dirigido el semanario Provincia, aunque su orientación editorial fue distinta, constituyó otro empeño fallido al no lograr superar las dificultades surgidas en su esfuerzo por mantener su periodicidad y constancia. La convicción que siempre tuvo Ramón J. Velásquez sobre los alcances y poder del medio impreso, explican su tenacidad infatigable para adelantar proyectos de esta naturaleza.

Durante estos años, además de ejercer en 1940 la presidencia del Salón de Lectura de San Cristóbal, fue permanente colaborador de periódicos de la región, destacándose sus breves ensayos históricos, publicados en el diario Centinela, entre los cuales encontramos “Amelia Candiales la coronela de la Restauración”, “Fermín Estrena: Análisis de una novela histórica”, este último firmado con el seudónimo de Francisco Sánchez Roa. También publica en el mismo órgano el artículo “Alfonso López, elrigoyen de Colombia”, el cual fue reproducido en el diario Ahora de Caracas.

Como dirigente estudiantil participó en la agitada Venezuela de los primeros quince meses del mandato lopecista. Fue testigo y actor de un tiempo histórico, cuando el pueblo venezolano aprendió de política lo suficiente como para empinarse y sobreponerse a los instantes de incertidumbre surgidos a lo largo de ese quinquenio (1936-1941). El trágico 14 de febrero, la huelga general de junio y la huelga petrolera, la ilegalización y expulsión del país de los principales dirigentes populares en 1937, y el debate en torno a la sucesión presidencial, que debía efectuarse en 1941, fueron hechos claves en el ambiente político nacional, en el cual el joven intelectual debió probar sus herramientas de reflexión.

ABOGADO Y PERIODISTA

Cuando cursa el último bienio de la carrera, el tema de la sucesión presidencial copa la escena política venezolana. Era cosa sabida que el candidato apoyado por el Ejecutivo ganaría las elecciones, sin embargo, un grupo de venezolanos demócratas y civilistas proclamaron la candidatura “lírica”, “simbólica” y “pedagógica” -como se denominó entonces- de Don Rómulo Gallegos. Esta candidatura convocó al pueblo venezolano a marchar por un camino de esperanzas, a pensar seriamente en la posibilidad de elegir un Presidente civil y civilista, defensor de una democracia plena ejercida por el pueblo.

Las elecciones se efectuaron el 28 de abril de 1941. En el seno del Congreso Nacional se consumó lo previsto. Una amplia mayoría de parlamentarios votó a favor del candidato oficial. El General Isaías Medina Angarita fue elegido entonces Presidente dela República para el período 1941-1946. Durante esta etapa, Venezuela dio pasos firmes hacia la consolidación de una sociedad política en la cual se fueron afirmando los valores democráticos. Con el nuevo huésped de Miraflores, se vislumbró un cambio en el estilo y en la forma de tratar los problemas políticos: la promesa del nuevo Presidente de permitir el libre funcionamiento de los partidos políticos con distintas ideologías, se hace una realidad. Medina Angarita, desde los inicios de su gestión, negó la tesis de quienes pregonaron, antes de ser electo, una supuesta intención autoritaria de su Gobierno.

En medio de estos cambios significativos que introdujo la administración de Medina, continuó su carrera ascendente Ramón J. Velásquez, siempre atento a los avances y  retrocesos políticos. Así fue como decantó un saber que pronto vertió en su denso y enjundioso estudio sobre la evolución política y social de la Venezuela del siglo XX.

El 8 de octubre de 1942, el joven intelectual tachirense asistía a la Universidad Central de Venezuela a presentar su tesis de grado para optar al título de Abogado de la República, la cual tituló “Calidad de la responsabilidad ministerial, responsabilidad política de los ministros y la Constitución venezolana”, acucioso trabajo de investigación que, además de contribuir con significativos aportes al Derecho Constitucional venezolano, mereció los mejores elogios de los miembros del jurado, entre quienes figuraban los destacados juristas: Pedro Arismendi Lairet, Fernando Amores y Herrera, J. M. Hernández Ron y José Rafael Mendoza, quienes lo  distinguieron con la mención sobresaliente.

Cumplido exitosamente este reto académico, parecía lógico que tomara el camino del bufete y en consecuencia el ejercicio pleno de la profesión de Abogado. Quizá, para extrañeza de algunos, mas no para él, la ruta tomada conducía en una sola dirección: la entrega total y sin límite de tiempo a las actividades que lo habían atrapado desde temprana edad: el Periodismo y el estudio de la Historia de Venezuela, particularmente la labor periodística. Allí estaba su ambiente, el lugar apropiado donde procesar,analizar y escribir los últimos acontecimientos nacionales y extranjeros. Ahora con mayor decisión volvía a su verdadera “casa”, al encuentro con sus colegas periodistas,tanto en la calle como en la mesa de redacción.

Estar al día en la información y, a partir de allí, escribir diariamente por el compromiso con un público lector o simplemente por satisfacer una necesidad personal, fue una tarea irrenunciable, a la cual le dedicó toda su energía y perseverancia. Por estos años de actividad reporteril indagó constantemente y vivió intensamente la noticia; entendió la importancia de desentrañar, en todo lo que fuera posible, el arte de discernir entre un suceso banal -circunstancialmente importante para la opinión pública- y un hecho verdaderamente histórico. Acumulaba en la práctica del diarismo la crónica veraz y de significativa proyección, la cual va a nutrir sus rigurosas investigaciones, y consecuencialmente la elaboración de un discurso historiográfico de prosa amena y de indiscutible valor científico.

LA PRIMERA ENTREVISTA IMAGINARIA

Llegado 1943 Ramón J. Velásquez ya es un redactor, reportero y articulista en distintos diarios de la capital. Se integró al grupo de periodistas que había fundado en 1941 al conocido tabloide Ultimas Noticias, entre otros Francisco Kotepa Delgado, Sergio Antillano y Pedro Beroes. Allí desplegó una intensa actividad reporteril. Como articulista mantuvo diariamente -desde el 3 de agosto hasta el 28 de diciembre de 1943-la columna ”Hoy”, donde trató distintos temas de política nacional y latinoamericana, intercalándolos con opiniones sobre cultura general. En este periódico inauguró otra columna el 21 de junio de 1944, identificada con el encabezado de “Trampolín”, en la cual conservó la misma orientación temática de la anterior. También dio paso a trabajos periodísticos ubicados en el género de la entrevista, el reportaje y la crónica histórica.Esta experiencia le permitió entrar en contacto personal con descollantes figuras de la escena política venezolana y del exterior, con quienes cultivó nexos de leal y recíproca amistad.

Entre estos personajes cabe mencionar a César Godoy Urrutia, líder comunista chileno,al conservador Luis Ignacio Andrade y al liberal Juan Lozano Lozano, ambos colombianos. De Venezuela entrevistó al renombrado General Vincencio Pérez Soto, más conocido por sus ejecutorias gomecistas que por sus inclinaciones intelectuales y al autor de Memorias de un Venezolano de la Decadencia, José Rafael Pocaterra.

Entre las satisfacciones obtenidas durante esta primera etapa como periodista sagaz, destaca la singular manera cómo conoció al doctor Diógenes Escalante, ilustre intelectual venezolano, quien durante buena parte de lo que iba de siglo, había ocupado altas posiciones y delicadas misiones diplomáticas en el exterior; considerado además como uno de los más brillantes colaboradores del Presidente Eleazar López Contreras al participar en la elaboración del famoso Programa de Febrero de 1936. Sin embargo, muy pocas personas de la Venezuela emergente sabían de la trayectoria y del pensamiento del doctor Escalante.

Entre la élite política no existía consenso para suceder al Presidente Medina; la figura del doctor Diógenes Escalante, a la sazón Embajador de Venezuela en Washington, aparecía súbitamente como factor de entendimiento entre las distintas fuerzas políticas: el Partido Democrático Venezolano (en el Gobierno), Acción Democrática y los comunistas.

Previa solicitud de distintas personalidades, en julio de ese año regresó al país el doctor Escalante, personaje que —como ya he dicho— era poco conocido, por lo que era necesario darlo a conocer ante la opinión pública. Para los factores disidentes al régimen medinista esta era una tarea prioritaria. En este plan se anotó Ramón J. Velásquez, quien para entonces ya había cultivado excelentes relaciones con líderes de la oposición política como Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Valmore Rodríguez. En su condición de reportero de Ultimas Noticias, solicitó insistentemente al doctor Escalante una audiencia con el fin de conocer sus ideas respecto a un futuro gobierno para Venezuela, pero dicho encuentro jamás pudo concertarse. Una astuta y brillante solución encontró el joven periodista: el 10 de agosto de 1945 incursionaba con su primera “entrevista imaginaria”. Así fue como un importante sector del país se enteró del pensamiento progresista de aquel candidato de consenso, sus ideas acerca de la seguridad económica, la justicia social y la recuperación de la provincia venezolana. Cuando el doctor Diógenes Escalante, un tanto desconcertado, leyó el texto de la entrevista, solicitó conocer al audaz periodista. Quedó impresionado por la manera fiel ye xacta como le había interpretado su pensamiento. De aquí en adelante Ramón J.Velásquez se convierte en uno de sus más cercanos colaboradores y en consecuencia en testigo de excepción en aquellos momentos aciagos que vivió el país: la enfermedad sin regreso del doctor Diógenes Escalante y los posteriores acontecimientos políticos y militares que condujeron al derrocamiento del Presidente Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945.

Durante estos años también laboró como reportero y redactor del periódico El País, órgano de estrechas vinculaciones con Acción Democrática, el cual se editaba en Caracas bajo la dirección de Valmore Rodríguez, como jefe de redacción Luis Troconis Guerrero, en la administración Luis Colombani y como gerente de publicidad José Agustín Cátala. Desde el 11 de enero de 1944 hasta el 24 de abril del mismo año,escribió diariamente la columna “Día a Día”.

Desde su fundación en 1943, mantuvo una permanente vinculación, que aún pervive, con el prestigioso diario El Nacional. En sus inicios redactó notas sobre economía y finanzas en reemplazo de José Antonio Mayobre; en 1944 junto a otros colaboradores insertó varios artículos en la columna “Belvedere”, firmados como Lope Montilva, L .M., R. J. V. y Ramón J. Velásquez.

SU MODESTA EXPERIENCIA EN EL PODER

En el quinquenio inconcluso de la administración medinista, se logró conducir al país hacia niveles superiores en el orden político, económico y social. “Avanzando sin pausas pero sin precipitaciones”, como diría el propio Medina Angarita, adelantó la reforma petrolera de 1943 y la Ley de Impuesto Sobre la Renta, instrumentos que permitieron aumentar considerablemente el ingreso fiscal de origen petrolero, lo cual repercutió favorablemente en los planes modernizadores adelantados por quienes desde el Gobierno se empeñaron en estas transformaciones, como Arturo Uslar Pietri, Rodolfo Rojas, Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Pastor Oropeza, Manuel R. Egaña,Ramón Díaz Sánchez y Julio Diez entre otros.

En el terreno político se legalizaron las organizaciones partidistas: Acción Democrática(1941), organización que desde su aparición mantuvo una férrea oposición al Gobierno y entre cuyos principales conductores se encontraban Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Rómulo Gallegos y Andrés Eloy Blanco; el socialcristianismo liderizado por Rafael Caldera, quien había fundado Acción Electoral y luego de su disolución creó Acción Nacional. Además con la Reforma Constitucional se eliminó el célebre inciso VI que venía desde los tiempos de la dictadura gomecista, el cual prohibía las actividades comunistas; superado este obstáculo fue legalizado el Partido Comunista de Venezuela que funcionó libremente a lo largo del período, bajo la denominación de Unión Popular Venezolana.

Sin embargo, el ambiente político en 1945 se tornó confuso, la discusión pública se hizo cada vez más tensa. La hegemonía andina se cuarteó ante la pretensión de regresar al poder del ex Presidente López Contreras. A esto se vino a añadir que en la reforma constitucional medinista no se incluyó lo de la elección universal, directa y secreta para elegir al Presidente de la República, que constituía una de las más caras aspiraciones de la población venezolana desde 1936. Los militares inconformes venían actuando clandestinamente y se habían organizado en la Unión Militar Patriótica. Por su parte, AD, ante el fracaso del “Plan Escalante”, ofreció el apoyo civil a los militares descontentos. El camino hacia la insurrección cívico-militar estaba abonado. En la tarde del 18 de octubre de ese año, el país tomó otra dirección.

A partir de entonces, Venezuela viviría una nueva experiencia política. Acción Democrática y un sector de las Fuerzas Armadas desde el poder, pretendieron establecer un gobierno democrático y duradero. Se instauró una Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt, e integrada además por Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa, mientras que por los militares estuvieron el Mayor Carlos Delgado Chalbaud y el Capitán Mario R. Vargas. El nuevo Gobierno dio sus primeros pasos con un amplio apoyo popular y un significativo consenso, respaldo que le permitió adelantar ciertas iniciativas: creó la Corporación Venezolana de Fomento con el propósito de impulsar y financiar la industrialización; nombró una comisión de alto nivel presidida por Andrés Eloy Blanco con el fin de elaborar un nuevo Estatuto Electoral y una nueva Constitución Nacional; desde el Ministerio del Trabajo (dirigido por Raúl Leoni) estimuló la sindicalización de los obreros; inició una campaña contra el paludismo y de salubridad en gran escala; incrementó el presupuesto educativo en función de masificar la enseñanza y combatir el analfabetismo.

Por su origen, el Gobierno recién inaugurado creó cierta confusión en el campo de las relaciones internacionales. Por ello, atender con especial cuidado las informaciones que se suministraban al exterior por vía de las agencias noticiosas acreditadas en el país, constituía un aspecto relevante de la nueva acción ejecutiva.

Para que se atendiera este frente a nivel latinoamericano, se comisionó a Ramón J.Velásquez, quien de esta manera entró a formar parte del equipo de periodistas de la Oficina de Prensa de la Junta Revolucionaria, a cuyo frente estaba la combativa periodista Analuisa Llovera. Desde esta modesta posición supo cumplir con eficiencia, en las labores de apertura y promoción hacia los distintos gobiernos interesados por el curso de los acontecimientos venezolanos.

El 27 de octubre de 1946, se celebraron las elecciones con el propósito de escoger los representantes a la Asamblea Nacional Constituyente. La inclinación del electorado en dicha contienda favoreció ampliamente a AD, siguiendo en importancia y ante una esperada alta votación andina el partido COPEI, después vino URD y por último el PCV.

La Asamblea Nacional Constituyente se instala en el Palacio Legislativo en diciembre de ese año, otorgándole legitimidad y legalidad a “la Revolución Cívico-Militar del 18 de octubre de 1945”. Sin embargo, el poder se venía resintiendo desde 1946, cuando sectores conservadores y religiosos enfrentaron a la Junta de Gobierno por el famoso Decreto 321, al cual calificaban de atentatorio contra el libre ejercicio de la educación privada.

El 5 de julio de 1947, fue la fecha escogida para promulgar la nueva Carta Fundamental, donde se estableció la elección directa, universal y secreta del Presidente de la República; también se le otorgó el derecho a la mujer para el ejercicio del voto. En general, Venezuela inauguraba una de las Constituciones más modernas de América Latina. No obstante, la dura oposición crecía pareja al sectarismo de muchos dirigentes y militantes de Acción Democrática. Balances posteriores lamentarían ambas conductas.

Inmediatamente después de entrar en vigencia la nueva Carta Fundamental, se convocó a un proceso electoral. De nuevo se repitieron las simpatías del pueblo ante la elección para Presidente de la República y Congreso Nacional. Rómulo Gallegos, candidato de AD, fue electo por amplia mayoría; detrás llegaron Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Gustavo Machado.

Venezuela estrena Presidente electo por el pueblo, en la práctica se continuó con los planes de estímulo al desarrollo y con el proyecto socio-político adelantado por Acción Democrática. La administración Gallegos, valorando la relevancia de una de sus instituciones claves, como la Corporación Venezolana de Fomento, colocó al frente de la misma a uno de sus principales valores: el otrora dirigente sindical Alejandro  Oropeza Castillo. Entre los miembros de la Junta Directiva, en calidad de secretario es llamado a colaborar el doctor Ramón J. Velásquez.

EL JOVEN ABOGADO INCURSIONA EN LA POLÍTICA INTERNACIONAL

En 1948, la atención y la política internacional de los países americanos estaban centradas en la IX Conferencia Interamericana que iba a celebrarse en Bogotá en el mes de marzo. Allí se iba a discutir el código que regiría el Pacto Constitutivo del Sistema Interamericano, la creación de la Organización de Estados Americanos (O.E.A.), la cual se fundamentaría en todo el patrimonio jurídico disperso en tratados y convenciones anteriores. Venezuela seleccionó entonces una calificada representación presidida por el ex Presidente Rómulo Betancourt, el Canciller Andrés Eloy Blanco y el ex Canciller Carlos Morales, el Vicepresidente del Senado Simón Gómez Malaret, el escritor José Rafael Pocaterra, el Presidente de la C.V.F. Alejandro Oropeza Castillo, el doctor Marcos Falcón Briceño, el periodista Luis Troconis Guerrero, el economista Antonio Pinto Salinas y el doctor Ramón J. Velásquez, quien se iniciaba así en las labores diplomáticas.

El joven doctor Velásquez desde su llegada a Bogotá, realizó un intenso trabajo. Conversó y discutió con sus colegas de delegación y del resto de América sobre los distintos tópicos relacionados con esa histórica reunión. Un lamentable suceso en la historia de Colombia hizo aún más imperecedero el recuerdo de aquel acontecimiento internacional. En una de las principales calles de Santa Fe de Bogotá, comenzando el mes de abril, fue asesinado el principal líder del liberalismo colombiano: Jorge Eliécer Gaitán. Desde la misma mañana del 9 de abril el pueblo se lanzó a la calle. La ira colectiva se desbordó en una acción violenta para vengar al caudillo de subyugante oratoria. Suceso infausto y trágico que pasó a la historia latinoamericana como el”Bogotazo”. Al regresar a Venezuela, el clima de exacerbación de los ánimos entre la dirigencia política había aumentado. La oposición era agresiva e intemperante. Por momentos los problemas de orden público parecían incontrolables; los militares nuevamente habían puesto a andar un plan conspirativo, esta vez solos y dirigidos por Marcos Pérez  Jiménez. Apenas ocho meses duró el Gobierno Constitucional del escritor y novelista Rómulo Gallegos. La mañana del 24 de noviembre de 1948 se inició el cuartelazo, A la par del nuevo Gobierno Militar comenzó la lucha por el retorno al poder. Con la consigna ¡AD volverá! unos tomaron el camino del exilio, otros el de la resistencia clandestina.

Entonces Ramón J. Velásquez, es conminado a renunciar a su cargo en la Corporación Venezolana de Fomento. Los diarios capitalinos de fecha 30 de noviembre anuncian la detención a las puertas de la Corporación, del Presidente de dicha empresa, Alejandro Oropeza Castillo y de Ramón J Velásquez.

SU EXPERIENCIA EN LA RESISTENCIA

Venezuela se sumergiría diez años en un proceso de involución en el camino de las transformaciones políticas. Nuevamente se enarbolarán las banderas por un régimen de libertad y democracia. La Junta Militar en su acción represiva disolvió la Confederación de Trabajadores de Venezuela con motivo de la huelga petrolera de 1950, ilegalizó las actividades del Partido Comunista y posteriormente desconoció los resultados electorales del 30 de noviembre de 1952 que le eran adversos. Sin embargo, la resistencia a la dictadura se fue organizando clandestinamente. Los primeros días fueron tiempos de autocrítica, en un empeño por incorporar a nuevos factores en la larga lucha pendiente.

Los años siguientes van a ser testigos de la brutal persecución contra todo vestigio de actitud que insinuara disidencia hacia el régimen militar. De nuevo hace su aparición en el país el expediente del exilio, la prisión, la tortura y la muerte para aquellos que desafían la voluntad del gobierno. Hacia los medios de comunicación social y contra quienes tenían como oficio la palabra escrita, se ejerció la censura con saña. No obstante se desarrollará en forma clandestina una intensa actividad editorial y periodística bajo el asedio y el acoso policial. Se escribirá lo que se pueda en las publicaciones cuya circulación es permitida.

Por estos caminos difíciles y de “forzado silencio” transitó Ramón J. Velásquez. En 1949 se unió a José Agustín Catalá, con el fin de fundar la revista Hechos; sólo se editaron los cincuenta ejemplares de prueba, por cuanto le fue negada la solicitud de circulación formulada ante el entonces Gobernador del Distrito Federal, General Juan de Dios Celis Paredes. Al siguiente año une sus esfuerzos en la publicación de una hoja clandestina conocida como Testimonio. En la misma participaron varios de sus compañeros de lucha, entre ellos Simón Alberto Consalvi, Héctor Hurtado, José Agustín Catalá y René Domínguez. La tenacidad hizo posible que se mantuviera la circulación de este impreso alrededor de un año.

Para 1951 un destacado grupo de venezolanos desafectos al régimen emprendió la tarea de editar una revista de moderados alcances políticos y culturales, a ello contribuyó el ambiente creado en torno a las futuras elecciones del 30 de noviembre de 1952, convocadas para elegir a los constituyentes. Durante dos años logró circular la revista Signo. Allí participaron relevantes figuras de la política y de la vida intelectual venezolana.José Agustín Catalá y Juan Liscano son sus principales promotores y editores, y entre sus importantes colaboradores se destacan Alfredo Tarre Murzi,Humberto Bártoli, Diego Hernández y el doctor Ramón J. Velásquez, quien participó activamente en este semanario como redactor permanente de un significativo número de reportajes, los cuales aparecieron sin la identidad del autor. Esta actividad era compartida con el envío de algunas colaboraciones a la revista Élite; aquí sus artículos aparecieron con los seudónimos de Francisco Sánchez Roa y Francisco Pérez Guerra.

Entre los trabajos publicados en la revista Signo, el reportaje sobre el libro Juan Vicente Gómez. Un Fenómeno Telúrico, es de grata recordación por cuanto hizo agotar una de sus ediciones. La contraportada de la edición del 4 de octubre de 1951, trae el siguiente  texto: “Lea en este número, ‘Juan Vicente Gómez. Un Fenómeno Telúrico’ el interesante reportaje publicado en el número 10 de Signo y que ahora se reproduce por haberse agotado la edición y para complacer centenares de peticiones en todo el país”. Dicho reportaje apareció en las dos ediciones sin ser rubricado, en resguardo de una segura represalia por cuanto el nombre de Ramón J. Velásquez estaba vetado para la Junta de Censura. Al siguiente año, ahora con el seudónimo de José Anselmo Coronado, escribe un breve ensayo sobre el período Castro-Gómez, el cual incluyó como prólogo al libro antes mencionado, y cuyo autor es el escritor y diplomático peruano José Pareja Paz-Soldan, obra que fue editada en Los talleres de Ávila Gráfica, empresa que pronto adquiriría notoriedad debido a la valentía editorial que significó publicar el famoso Libro Negro.

LA AVENTURA DEL LIBRO NEGRO

Llegado 1952, el régimen continúa su feroz represión política: sus ejecutorías administrativas ocurrían sin que se expresara públicamente alguna disidencia; las denuncias sólo eran conocidas a través de una variada gama de publicaciones clandestinas, las cuales circulaban mediante diferentes e inusitados mecanismos de distribución burlando así el cerrado acoso policial. El peso de este esfuerzo recayó sobre los hombros de militantes y amigos de AD y el PCV.

La idea de recoger en un solo volumen esta rica documentación testimonial, atrapó al editor José Agustín Catalá desde el mismo instante que le fuera formulada la propuesta por el malogrado militar Juan Bautista Rojas. Posteriormente, esta riesgosa iniciativa fue dada a conocer por el doctor Ramón J. Velásquez al jefe de la resistencia acción democratista: Leonardo Ruiz Pineda, para su discusión. De inmediato se decidió lo esperado: acometer sin demora y bajo su propia coordinación, la preparación y publicación del libro que pronto sería el más buscado y perseguido por la dictadura.

Junto a Ruiz Pineda el grupo operativo se integra con Alberto Carnevali y Jorge Dáger en sus refugios clandestinos, y en la calle Ramón J. Velásquez, Simón Alberto Consalvi, Héctor Hurtado, René Domínguez y José Agustín Catalá al frente de la edición en sus propios talleres de Ávila Gráfica, Hoyo a Santa Rosalía Na18-1. Fue una empresa difícil, rodeada de peligros y amenazas. Basta leer lo escrito por José Vicente Abreu en la segunda edición facsimilar del Libro Negro para darse cuenta del temple y la entereza de quienes asumieron esta delicada tarea, además de captar y dimensionar el verdadero alcance político y testimonial de este trabajo.

Venezuela bajo el signo del terror 1948/1952 fue el título central de esta obra, mejor conocida como Libro Negro de una Dictadura. Ruiz Pineda redactó el prólogo y sugirió los textos de denuncia que escribió Jorge Dáger; Consalvi y Velásquez escribieron sobre periodismo y política; René Domínguez sobre educación; Hurtado y Carnevali sobre economía y administración. Para ser incluido a un segundo volumen que no llegó a publicarse se había obtenido colaboración del Ingeniero Héctor Alcalá. Desde que fue lanzado el libro a la calle, la policía política emprendió una feroz cacería humana para dar con el paradero de la editorial y los coautores de aquella hazaña, una verdadera proeza en la historia del libro venezolano, además de una implacable y fundamentada requisitoria contra la dictadura.

Cuando ocurre el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, a pocos días de haber comenzadoa circular el libro, ya habían sido detenidos Ramón J. Velásquez y José Agustín Cátala y trasladados a la Cárcel Modelo de Caracas. Meses después, cuando asesinan a Antonio Pinto Salinas, les fue a hacer compañía Simón Alberto Consalvi. Velásquez escribiría más tarde. “Crimen tremendo, por inútil. Matar a Leonardo era transformar su carne temporal en bronce eterno. Matar a Leonardo era tan absurdo y tan inútil como asesinarla mañana, o disparar contra la luz del sol. Matar a Leonardo era tan necio como matar un pueblo. Porque Leonardo era el pueblo. Y el pueblo es eterno, invulnerable, avasallante. Leonardo asesinado es bandera y grito de victoria y ejército innumerable. En la noche turbia de octubre, como en el rito supremo de la más sangrienta religión, los oscuros asesinos entregaron a la patria, transfigurado y definitivo, un héroe y un camino”.

SU PREOCUPACIÓN POR LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

En 1954 se reunió en Caracas la X Conferencia Interamericana. Hacia este evento se dirigió la atención pública, la oposición aprovechó esta circunstancia para denunciar al régimen dictatorial. En el exterior los exiliados adelantaron una campaña por la libertad de los presos políticos y la defensa de los derechos humanos; mientras que en Venezuela el movimiento clandestino, a pesar de su debilidad, se incorporó a esta campaña. El Gobierno, con el propósito de mejorar su imagen concedió la libertad a más de cuatrocientos detenidos y permitió el regreso de varios exiliados. No obstante, el peso de los mecanismos represivos impedía cualquier repunte de un libre intercambio de opiniones; el mismo doctor Velásquez diría después: “Eran días difíciles y como no se podía hablar de los vivos y sus culpas, se dialogaba sobre los muertos y su mensaje”. De allí el interés que se despertó por los temas del pasado. Se leía con atención los juicios sobre los gobiernos precedentes, historias de seguidores y sucesores, de los adversarios y sus batallas. Dentro de este ambiente surgió el tema relacionado con el escenario político y militar donde actuó el legendario Antonio Paredes. Fue el propio doctor Velásquez quien rescató y editó un ensayo escrito por Paredes en 1906: Como llegó Cipriano Castro al Poder, severa crítica al castrismo. Al escribir el prólogo a este libro, Ramón J. Velásquez enfocó el proceso político venezolano que va desde el final guzmancista hasta los albores de la época de Juan Vicente Gómez. Era un período poco estudiado y mereció un riguroso tratamiento, tanto fue así que la Introducción abarcó más de la mitad del libro.

Como analista de la historia advirtió la necesidad de estudiar y conocer las últimas décadas del siglo XIX y las del comienzo del XX. Utilizando un lenguaje sencillo escribió sobre ese dramático tiempo. La crítica de entonces le reconoció en toda su dimensión este aporte. Apenas había emprendido una labor de investigación sobre el pasado reciente. Más tarde la revista Élite, mediante sucesivas entregas publicó, con el título de Tiempo y Drama de Antonio Paredes, una versión ampliada del exitoso prólogo antes mencionado pero, esta vez, incorporando el análisis de una gran cantidad de documentos inéditos llegados a las manos del autor con posterioridad. Años más tarde y como producto de un acucioso estudio de la vida y muerte de Antonio Paredes,publicará un extenso ensayo: La Caída del Liberalismo Amarillo, obra fundamental de la historiografía venezolana sobre el período comprendido entre 1892 y 1908.

Por este tiempo, junto a Mariano Picón Salas, Miguel y Luis Romero Antoni, promueve desde Barquisimeto la publicación de varios libros con el sello de la editorial “Nueva Segovia”: Memorias de una Loca, de Cony Méndez; Los orígenes del capitalismo norteamericano en Venezuela, de O. H. Thurber; las Obras Completas de Luis López Méndez y Los días de Cipriano Castro, de Mariano Picón Salas.

En julio de 1956, la opinión pública es sorprendida con la noticia de un supuesto complot para asesinar a Pérez Jiménez. El comunicado del 9 de agosto emanado de la Seguridad Nacional acusaba a Rómulo Betancourt, Carlos Andrés Pérez y al Gobierno de Costa Rica como los autores intelectuales de este intento de magnicidio que debía realizarse, de acuerdo con la versión oficial, en el desfile de la “Semana de la Patria”. Acusados de ser cómplices de dicho atentado, fueron detenidos y enviados a la Cárcel Política de Ciudad Bolívar: Manuel Felipe Ledezma, Rafael Serfaty, José Gerbasi, Ramón J. Velásquez, Juan Páez Avila, Pedro Fonseca y Luís Martínez. Allí el doctor Velásquez permaneció por espacio de dos años. Como todo preso político, leyó y meditó en medio del silencio. Dialogó consigo mismo y con sus compañeros de lucha acerca del porvenir venezolano. Dictó conferencias sobre historia y política. Forjó sinceras amistades. Quienes lo conocieron en tales circunstancias elogian su actitud ante la adversidad, reconocen su consecuencia con sus ideales y admiran su caudal de conocimientos.

AHORA A CONSTRUIR LA DEMOCRACIA

Al igual que en 1936, el 23 de enero de 1958 el pueblo venezolano salió a la calle a pelear por la democracia y contra la dictadura. Venezuela toda se unió en torno a la búsqueda del libre funcionamiento de las organizaciones partidistas, sindicales y gremiales. Retornó la concordia y se volvió a debatir sin el temor a la censura. Los presos políticos recobraron su libertad y comenzó el retorno de los exiliados. Pero ahora el país mostraba un rostro distinto. La economía y las demandas urbanas, hacían más creciente la complejidad de las funciones estatales. Sectores sociales emergentes exigían participación en los centros de decisión.

Se cumplían 22 años de las jornadas de 1936; los noveles políticos protagonistas de los acontecimientos de ayer, eran los maduros conductores de esta nueva circunstancia. En su habilidad reposaba la consolidación del naciente proceso democrático, era de su absoluta responsabilidad iniciarlo con buen tino. Contaban en su haber con la experiencia de más de dos décadas de luchas. Venían de ser autores, como oposición o gobierno, de los vaivenes en el orden político institucional del país, de los avances y retrocesos, de las marchas y contramarchas, del rico y fructífero debate ideológico suscitado en cada episodio. Por eso, al triunfar el movimiento cívico-militar, el mundo de la política y de los políticos respondió satisfactoriamente a los acuerdos tendentes a darle una prolongada estabilidad al sistema democrático. Y así, bajo permanentes amenazas golpistas, el país comenzó a transitar de nuevo el camino democrático.

Ya en Caracas, al regresar de su obligada estadía en la capital guayanesa, Ramón J. Velásquez se aboca a la fundación de un órgano periodístico que respondiera a las realidades del momento. Con este propósito, entró en contacto con varios periodistas y políticos, entre ellos Jesús Sanoja Hernández, Domingo Alberto Rangel y Simón Alberto Consalvi; con este último había discutido largamente en la cárcel la idea de editar un diario vespertino. En febrero de 1958, en compañía del editor Miguel Ángel Capriles, puso en la calle el primer tiraje de El Mundo, periódico de la tarde, editado en la capital. Salió este vespertino, bajo su dirección, en busca de concordia y unidad;desde las columnas editoriales se hicieron llamados a la conciencia política, con el fin de conciliar y armonizar los pensamientos de hombres ubicados en tendencias encontradas, así como también hacia quienes, viendo frustradas sus apetencias personalistas, anidaban y trabajaban por la asonada militar.

En junio de ese año, el doctor Velásquez se incorporó a la campaña electoral. Se sumó como independiente a la candidatura de Rómulo Betancourt, quien disputa el solio presidencial con Rafael Caldera y Wolfgang Larrazábal. Durante seis meses acompañó en su gira por el país al candidato presidencial, fue uno de sus más cercanos colaboradores. Betancourt, el curtido líder socialdemócrata, a cada momento le  recordaba “esta es una batalla de la organización contra la emoción”. Y en efecto, el 8 de diciembre de 1958, se impuso la recia maquinaria construida por largos años: AD. En ese instante victorioso se fundió la batalla ideológica de los tiempos de ARDÍ, la intensa actividad en ORVE; la clandestinidad pedenista; la fundación de Acción Democrática y la célebre consigna: “Ni un municipio sin una seccional del partido”; la experiencia adquirida en el ejercicio del poder durante el trienio 1945-1948 y en fin, la dura prueba de la reciente lucha contra la dictadura perezjimenista. Fue un resonante triunfo que retribuyó el esfuerzo realizado durante treinta años. Con Rómulo Betancourt, mediante elecciones libres y populares, llegaba al poder la “Generación del 28”.

Ramón J. Velásquez conservando siempre una postura de justo equilibrio frente a las organizaciones partidistas, se integró sin dobleces a la lucha del momento. Cuando hubo de asumir compromisos al lado de Rómulo Betancourt y AD, no dudó, siempre respaldado por el conocimiento profundo que tenía de los hombres y de la historia política del siglo XX venezolano.

Fue postulado en las planchas acción democratistas para Senador por el Estado Táchira y Diputado por el Estado Miranda; ambas entidades lo eligen representante ante el Parlamento. El 19 de enero de 1959, cuando se instaló el Congreso asistió en calidad de Senador. A los pocos días abandonó su curul y se integró al Gabinete Ejecutivo: había sido llamado por el Presidente de la República para que ocupara la Secretaría General de la Presidencia.

Desde esta posición cimera, brindó toda su capacidad mediadora con el fin de encontrar pautas acertadas en las relaciones cívico-militares. Interpuso sus buenos oficios, a los fines de satisfacer urgentes demandas de la provincia venezolana. Promovió el desarrollo regional a través de las corporaciones, acortando las distancias y los desniveles con respecto al excesivo centralismo. Como factor de equilibrio aconsejó prudencia en unos casos y firmeza en otros, para derrotar las variadas sublevaciones provocadas desde la derecha y la izquierda. Entendió cabalmente su papel mediador y supo allanar el camino del diálogo entre la oposición y el Gobierno. Representó al país y al Presidente de la República en relevantes misiones diplomáticas. Semejantes responsabilidades no fueron óbice para emprender labores de investigación y rescate sobre la memoria de nuestro país.

EL BOLETÍN DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE MIRAFLORES

Entre las iniciativas dirigidas a rescatar la memoria de nuestro país adelantadas por el Dr. Velásquez, desde la Secretaría General de la Presidencia de la República, destaca la fundación del Archivo Histórico de Miraflores en 1959. La existencia de una rica y variada documentación de finales del siglo pasado y de los transcurridos en el siglo XX así lo justificaba. Este proyecto no sólo abarcaba la ordenación y clasificación del excelente material con el fin de convertirlo en valioso repositorio para investigadores y curiosos de la historia política venezolana, también era su aspiración el dar a conocer progresivamente y en base a una rigurosa selección, las numerosas cartas, los papeles de distinta naturaleza histórica e incluso breves reseñas, crónicas y ensayos de las campañas comandadas por caudillos como los generales Joaquín Crespo, José Manuel Hernández “El Mocho”, Luciano Mendoza, Manuel Antonio Matos, Antonio Paredes, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, destacados jefes de las numerosas batallas libradas a finales y comienzos del siglo XIX y XX respectivamente.

El medio editorial a través del cual centenares de investigadores, nacionales y extranjeros, podían conocer y estudiar esta ingente documentación era mediante una publicación periódica. Ello explica la aparición en 1959 del hoy conocido Boletín del Archivo Histórico de Miraflores. Entendió Velásquez que los archivos de papeles y documentos pertenecientes a tiempos pretéritos y vinculados a hechos históricos determinados no podían ser vistos en forma inmóvil y estática, sino como lugares de gran dinamismo, volcados hacia la calle, para que las generaciones presentes y futuras conocieran el contenido y significación de estos materiales. El recordado historiador Ramón Díaz Sánchez evaluó, en 1964, esta incipiente empresa: …”en ella he encontrado uno de los más útiles vehículos de información historiográfica que circulan en la actualidad en nuestro país, ya que en ella se proporcionan al historiador y al simple amateur los más interesantes y fidedignos datos de nuestra moderna historia política”.Y ha sido así como este prestigioso Boletín ha cumplido una fecunda labor en función de acortar la distancia con el pasado, colocando ante la opinión pública una voluminosa información que aunque relativamente reciente era desconocida por una inmensa mayoría de venezolanos. Aún más, dejándola impresa en sucesivas entregas hizo de este esfuerzo editorial y de investigación histórica una obra útil e imperecedera.

Desde el primer número del Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, cada uno de los documentos publicados está precedido de breves notas explicativas. Son los reconocidos epígrafes que casi en su totalidad escribió Ramón J. Velásquez. En ellos, este profundo conocedor de la Historia de Venezuela ubica al lector en cuanto a personajes, esclarece situaciones y épocas, sintetiza un marco de referencia cuyo propósito es enriquecer el dato y el hecho histórico con el fin de reafirmar o reconsiderar los conceptos establecidos en la historiografía de la época. La importancia de estos epígrafes trascendió el objetivo inicial para el cual fueron escritos; por ello el historiador y bibliógrafo Rafael Ramón Castellano, promovió y prologó la edición de dos tomos bajo el título Epígrafes para un perfil de la Venezuela contemporánea. En los mismos encontramos una rigurosa selección de estos breves trabajos, ordenados por temas. Esta obra es una referencia obligada para el estudio del período 1889-1935.

LAS COLECCIONES

En el tiempo que ocupó la Secretaría General de la República, dio inicio a varios proyectos dirigidos a enriquecer los fondos bibliográficos del país. Desde hacía años tenía la preocupación por dar a conocer, en forma ordenada, los testimonios fundamentales de la evolución del pensamiento político durante la accidentada historia del siglo XIX. Para hacer realidad esta idea, llamó a colaborar a los historiadores Manuel Pérez Vila y Pedro Grases. Numerosas horas de trabajo intelectual se invirtieron en localizar y seleccionar los artículos y ensayos correspondientes a lo más representativo de las ideas políticas liberales, conservadoras y positivistas de la época. Así se estructuró y editó la Colección del Pensamiento Político Venezolano del Siglo XIX (Textos para su estudio). Aquí encontramos, contenidos en 15 volúmenes, una significativa reproducción de artículos y ensayos doctrinarios de los principales pensadores políticos decimonónicos, como Fermín Toro, Juan Vicente González, Tomás Lander, Antonio Leocadio Guzmán, Pedro José Rojas y Cecilio Acosta. Sin duda la más completa sistematización de las proposiciones políticas surgidas al calor de los conflictos sociales y económicos, en este convulsionado período de nuestra vida republicana.

A la par de esta Colección promovió y dirigió otras complementarias, como la colección Nuestro Siglo XIX; acuciosa compilación de artículos de Juan Vicente González,publicados en el Diario de la Tarde, tarea que contó con la colaboración del investigador Rafael Ángel Insausti, quien además preparó el prólogo y las notas; se incluyen en esta misma colección volúmenes correspondientes a la Candidatura de Antonio Guzmán Blanco (1845-1846), una selección de sátiras políticas de 1841 a 1845 y Los Partidos Políticos entre 1887 y 1891, todo este material fue preparado por el historiador Manuel Pérez Vila en tanto los volúmenes referidos al Ideario Político y Económico y Testimonios Culturales, estuvieron a cargo del doctor Pedro Grases.

En cuanto a la colección Venezuela Peregrina, el doctor Velásquez puso todo su empeño en dar a conocer a las nuevas generaciones algunos textos, escritos en el exilio o en las cárceles. En tal sentido preparó una hermosa selección de títulos compuestos por: Domingo B. Castillo, Memorias de Mano Lobo (La Cuestión Monetaria en Venezuela); Pedro María Morantes (Pío Gil), Diario íntimo y otros temas; Antonio Paredes, Diario de mi Prisión en San Carlos; José María Rojas, Recuerdos de la Patria; César Zumeta, Las Potencias y la Intervención en Hispanoamérica y Tiempo de  América y Europa.

Con extremo cuidado dirigió la colección Documentos que Hicieron Historia, la cual está integrada por una rigurosa selección de discursos, proclamas, programas partidistas y textos políticos en general, divididos en dos gruesos volúmenes; el primero abarca siglo y medio de vida republicana, desde la Independencia hasta la Federación (1810-1864); el segundo, comprende desde la Revolución Azul (1868) hasta 1961.

Como tema autónomo en el Pensamiento Político del Siglo XIX, abordó los documentos concernientes a la génesis de nuestras Fuerzas Armadas Nacionales desde la creación de la Primera República. A partir de allí dio inicio a los primeros cinco volúmenes de la colección: Las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio).

Como una manera de hacer permanente el pensamiento de los creadores literarios nacidos en los distintos Estados que conforman la geografía nacional, el doctor Ramón J. Velásquez animó desde Miraflores la creación de fondos bibliográficos adscritos a varias entidades federales. Inspirado en esta idea puso en marcha la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, a la cual le entregó una buena parte de su tiempo y preocupación. Porque cada aparición de un nuevo ejemplar de esta colección la vivió y la disfrutó, con la seguridad de entregar a la cultura nacional otro texto sobre la vida y la evolución de su Estado natal, o bien, sobre las ideas y el pensamiento de sus coterráneos. Jamás dejó de atenderla, siempre estuvo presto a las proposiciones de publicar nuevos ensayos convirtiéndola en el esfuerzo de divulgación de las letras provincianas de mayor proyección en el país. Dentro de la misma preocupación bibliográfica y desde este importante cargo, dio inicio a las colecciones de la Biblioteca de Autores y Temas Trujillanos, Monaguenses y Anzoatiguenses, al mismo tiempo que estimuló la creación de otras bibliotecas regionales.

CANDIDATO PRESIDENCIAL

Antes de abandonar el gobierno, junto a los destacados venezolanos Arturo Uslar Pietri y Eugenio Mendoza, el nombre de Ramón J. Velásquez figuró entre quienes proponían una candidatura independiente, y buscaban un factor de entendimiento nacional con el fin de suceder al Presidente Rómulo Betancourt. Sin embargo, en una rueda de prensa señaló en forma responsable ante el país: “Nada ganaría la República y mucho pierde la democracia dividiendo por siete lo que ya está dividido por seis”, y más adelante destacó el derecho que le corresponde a los partidos políticos de proponer candidatos ala consideración del país, por cuanto: “La democracia es fundamentalmente organización de la vida nacional; y los partidos políticos son, dentro de la democracia,los instrumentos que la Nación se da para ejercer en forma organizada y constante sus derechos políticos”. Así dio término a su posible participación como candidato presidencial en el debate electoral de 1963.

CORPORACIÓN DE DESARROLLO DE LOS ANDES

Más que satisfacer vanidades políticas del momento, Ramón J. Velásquez siempre buscó lo trascendente y lo sustancial en un andar lleno de angustia por el futuro de Venezuela. Por ello cuando abandonó la Secretaría General de la Presidencia en 1963,salió a incorporarse al Senado de la República con el propósito de introducir el anteproyecto de Ley para la creación de la Corporación de Desarrollo Económico de los Andes, de la cual era autor.

Esta Ley fue el resultado de una campaña iniciada en 1960, en la que también participaron José Antonio Rugeles, Camilo Daza, Antonio Arellano Moreno, Gonzalo Vivas y Jorge Murillo Vivas por los Estados Trujillo, Mérida, Táchira y Barinas; frecuentes visitas a estas entidades lograron sumar voluntades y crear un movimiento de opinión en favor de esta idea. Se conquistó el respaldo de la Universidad de Los Andes y como parte de la promoción del proyecto, se realizó en 1961, en la misma Universidad, la primera Conferencia Económica de los Andes y zonas de influencia,evento inaugurado por el propio doctor Velásquez en representación del Presidente de la República; allí decenas de expertos examinaron los aspectos fundamentales del Occidente venezolano. La campaña también contó con el apoyo de las Municipalidades de los estados andinos, siendo definitivamente aprobada la Ley por el Congreso de la República al concluir su período de sesiones. Bajo la Presidencia de Raúl Leoni, se puso en marcha esta Corporación Andina que era la primera organización auténticamente regional que se creaba en Venezuela. Así coronaba un nuevo esfuerzo, convencido de que estas nuevas instituciones “constituyen un método sencillo y eficaz para atender los reclamos que plantea el atraso económico de determinada región”.

DIRECTOR DE “EL NACIONAL”

El 19 de marzo de 1964, Ramón J. Velásquez está de nuevo en El Nacional de Caracas. Pero esta vez para ocupar la dirección de este importante diario; concebía esta institución como factor de entendimiento entre los diversos sectores del país, y desde el cual podía continuar prestándole un significativo servicio a la democracia.

Con renovados bríos regresó al periodismo. Su fina y aguda percepción de la noticia la ofreció cada día, cuando al filo de la noche redactaba las célebres “manchetas”, mientras que con el seudónimo de J. R. S., publicó más de novecientos artículos sobre la historia del país en la columna “Memorias de Venezuela”, la cual mantuvo durante cuatro años. En octubre de 1967 recibió una de sus más gratas noticias, había sido seleccionado por la Universidad de Columbia (EE.UU.) para el premio internacional de periodismo “María Moors Cabot”, viajó al norte a recibir la honrosa distinción. Allí el Rector de laUniversidad, Gryson Kirk, le reconoció sus logros “en el impulso del periodismo vigoroso y responsable”.

A pesar de la diaria ocupación al frente de la dirección de El Nacional, no regateó tiempo para cumplir sus compromisos como orador de orden o panelista en distintos escenarios. Viajó a la Universidad de Tubinga, en Bonn, Alemania; aceptó invitación de la Universidad Nacional de Bogotá, y con mayor razón fue a dictar charlas a los distintos centros de la cultura venezolana, sin distinción de rango o ubicación geográfica. Sin duda alguna fue una de las opiniones más solicitadas en el campo de la historia y la política venezolana.

Como historiador tuvo la inmensa satisfacción de ser electo por unanimidad el 10 de diciembre de 1964, Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, asignándosele el sillón letra T. Cuando más tarde, en el acto de su recepción académica el doctor Luis Beltrán Guerrero pronuncia el discurso de bienvenida, dijo de este singular tachirense: “Continuador de los Santos, Costas y Rangeles en el rectorado intelectual del Táchira, conferenciante en distintos y distantes rincones patrios, líder a la sordina, sin ágora multitudinaria, con persuasiva eficacia en la variada y discreta gama de sus tonos confidenciales, el doctor Velásquez viene a ocupar el sillón letra T, signado por el sacerdocio literario de su venerable fundador Don Felipe Tejera, orlado por Díaz Rodríguez con las gracias singulares de su estilo, por Don Luis Alberto Sucre con hábitos de erudita investigación; finalmente enaltecido por Caracciolo Parra Pérez, cuyo vasto empeño le coloca en el triunvirato de nuestros historiadores, al lado de Baralt y Gil Fortoul”.

Antes de concluir su gestión al frente de El Nacional y en medio del proceso preelectoral de 1968, su nombre será de nuevo objeto de atención por parte de numerosos independientes y de organizaciones como URD, FND y FDP, con el fin de lanzarlo como candidato de Unidad Nacional. Ofertas a las cuales dio un categórico rechazo.

DE NUEVO A LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Cuando Rafael Caldera asumió la Presidencia de la República el 2 de marzo de 1969, el país contempló por primera vez la entrega de la Banda Tricolor y el solio presidencial aun hombre surgido de las filas de la oposición, precedente que fortaleció las actuales instituciones democráticas, por cuanto comprometió moral y públicamente a futuros gobernantes, a entregar el Poder Ejecutivo a quien la voluntad popular elija mediante elecciones libres.

Aún el sistema no había alcanzado suficiente madurez, por ello quizá, al integrarse el nuevo gabinete, se incluyó a destacadas figuras independientes, entre las cuales estuvo el doctor Ramón J. Velásquez. Su probidad en la actividad pública y privada,significativa influencia en la vida nacional, recia formación cívica y talla moral serán las razones por las cuales el propio Presidente Caldera dijo: “Velásquez más que un Ministro de Comunicaciones, constituirá un factor político de aglutinamiento”, y en efecto así fue. Pero más que eso, apuntó hacia la búsqueda de soluciones efectivas que desde el punto de vista comunicacional integrara al país todo. Planteó y reformuló el proyecto ferrocarrilero.

Contándose entre los ministros que han atendido en forma responsable sus deberes como funcionarios públicos, elaboró con su puño y letra la introducción a las dos Memorias que presentó ante el Congreso de la República. Allí en breves ensayos esbozó un diagnóstico, y formuló políticas, en materia de transporte y comunicación.

Ejerciendo esta importante función, asistió en calidad de representante personal del Presidente de la República, a los actos organizados con motivo de la Semana Bolivariana en la ciudad de Bucaramanga. Se cumplía el cuadragésimo aniversario de la Academia de la Historia, asentada en esa memorable población santadereana del vecino país. Una larga y extensa exposición sobre la historia y las relaciones de ambas naciones, sirvió de escenario cuando hacía efectiva su incorporación como miembro correspondiente de esa institución.

SU LABOR EN FUNRES

En su empeño por recuperar los testimonios relativos a la memoria de nuestro país, promovió con encomiable tenacidad la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano. Desde esta Institución, creada, el 25 de noviembre de 1975, impulsó la publicación de investigaciones bibliográficas relativas a Venezuela, como: El Petróleo en Venezuela, una bibliografía preparada por los Profesores norteamericanos William M. Sullivan y Winfield J. Burggaaff; Bibliografía de Don Arístides Rojas 1826-1894, minucioso esfuerzo realizado por el investigador Pedro Grases, y un meritorio trabajo de Iván Drenikoff: Impresos relativos a Venezuela desde el Descubrimiento hasta 1821.

Mención especial merecen, por su impecable edición y valor testimonial, los libros: Cipriano Castro en la Caricatura Mundial y Los Liberales Amarillos en la Caricatura Venezolana; el primero es una recopilación realizada por W. Sullivan, mientras que el segundo es una meritoria selección de imágenes, acompañada de varios trabajos históricos del propio doctor Velásquez. Asimismo, bajo su tutela se publicó un ensayo preparado por la historiadora Eleonora Gabaldón cuyo título es: José Vargas, Presidente de la República (Las elecciones presidenciales de 1835). Dentro de este mismo propósito la licenciada Gabaldón preparó un trabajo basado en una acuciosa consulta documental referida al tiempo y los debates suscitados en torno a la Convención de Valencia de 1858, no menos importante ha sido el estudio realizado por Mery B. Floid sobre el proceso político durante el septenio guzmancista.

Como resultado de una ambiciosa investigación emprendida por FUNRES la Biblioteca Nacional conserva y custodia un invaluable material documental contentivo de informes y notas sobre Venezuela pertenecientes a los distintos archivos diplomáticos de varios países como Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, España, Portugal, Italia, Holanda, Curazao, Alemania Occidental y Bélgica, esfuerzo emprendido por un destacado grupo de investigadores venezolanos en colaboración con varios historiadores extranjeros,quienes localizaron y seleccionaron el valioso testimonio adquirido por la Fundación. Junto a esta iniciativa se organizó el catálogo computarizado que contiene la más completa información sobre las fuentes bibliográficas venezolanas inventariadas por las grandes bibliotecas del mundo.

LOS FOLLETOS

La mayoría de sus conferencias se han convertido en valiosos apuntes historiográficos y análisis políticos. Varias de éstas han escapado al interés del momento y al objetivo para los cuales fueron elaboradas. Igual suerte han corrido muchos de sus prólogos y ciertas entrevistas concedidas a la prensa, como Luis Beltrán Guerrero diría: …”Felizmente hay prólogos que valen por libros y libros que no valen un prólogo”Entre estos opúsculos creemos pertinente recordar: San Cristóbal donde la patria empieza (1972). Una oración llena de vida y recuerdo dedicada a su ciudad natal, un hermoso elogio con motivo de celebrarse los 400 años de San Cristóbal el 31 de marzo de 1961. Sólo como ejemplo de su poética prosa, citamos el comienzo de esta evocación: “Con la devoción de un hijo, con los ojos atónitos del niño que oye sonar debajo de la tarde el rumor de las voces maternales, llego ante ti, ciudad de mis mayores, veo tenderse tus muros espejantes al pie de las gallardas serranías, oigo la lengua alegre de tu pueblo, el rumor de los gratos campanarios, el ovillo sonoro de tus aguas. Todo está igual a como te veía cuando alzado a unos palmos de tu suelo pasaba por las calles de mano de mi padre. La vida nos pobló ya de hilos blancos, una generación tras otra, las que fueron alegres laderas de la frente; hemos visto morir, también nacer, al filo de tus vallas, muchos  sueños y muchas esperanzas, Tu permaneces intocada y alta, hecha un capullo en medio  de tu valle”, Otros fragmentos de su verdad acerca del pasado aparecen en El Zulia antes del Petróleo: historia de una carta, una prisión y una revolución en Maracaibo, publicado en 1960; Coro raíz de un pueblo (1962), semblanzas en tanto primer asiento de los españoles y cuna de la Guerra Federal; Horas singulares de Valencia 1967; Guatire, crónica de un pueblo (1976); y de esta manera va elaborando visiones regionales de un proceso, cuya intención pareciera estar dirigida a develar el marcado acento, puesto por la mayoría de historiadores, cuando hacen historiografía desde una perspectiva exageradamente centralista, es decir “a reseñar y comentar acontecimientos nacionales cuando tienen como escenario final a Caracas, como que si el resto del país no existiera como escenario inicial de los mismos acontecimientos o la vida de una nación se redujera al perímetro de su capital”.

Como muestra de su preocupación por conocer el pensamiento de quienes ejercieron influencia en su afición por la investigación histórica, aparecen los trabajos dedicados a La Obra Histórica de Caracciolo Parra Pérez (1971), magistral lección dictada al ser recibido como Individuo de Número en la Academia Nacional de la Historia, y Pocaterra, actor y testigo de una época (1973) estudio introductorio a los distintos volúmenes que componen las obras correspondientes al archivo del eminente historiador José Rafael Pocaterra. No menos importante es su ensayo sobre Ramón Díaz Sánchez (1973) publicado en una separata del Boletín de la A. N. H., en su serie Opúsculos Nro. 9, de quien dijo “…Le debo los primeros estímulos, consejos invalorables, las primeras grandes lecciones en el empeño de aquellos días de encontrar respuesta a mi pregunta: ¿Qué es la Historia? Lo conocí siendo yo estudiante de Bachillerato y regresando él de su exilio en Chile”;mención especial merece el Cristóbal Mendoza o “La bondad útil” correspondiente a un discurso pronunciado el 23 de junio de 1972 en la Sesión Solemne celebrada en el Centro de Historia del Estado Trujillo, con motivo del Bicentenario del Natalicio de este ilustre venezolano. Son estos algunos de los muchos folletos publicados cuya lectura resulta placentera y aleccionadora.

LOS LIBROS

En octubre de 1972, las letras venezolanas celebraron la edición de La Caída del Liberalismo Amarillo, un riguroso estudio del tiempo y la realidad política que transcurrieron junto a la vida, la lucha y la muerte del siempre combatiente General Antonio Paredes. Desde la década de 1950 se había propuesto estudiar las andanzas y acechanzas de este fabuloso personaje valenciano, cuyo destino final estuvo signado por constantes fracasos, por lo cual, la memoria del país lo tenía relegado al olvido: lugar de la historia donde van a dar los perdedores.

La hidalguía ante el revés y el infortunio, el amor por la libertad, la indeclinable actitud guerrera, empuñado en todo momento y a cada paso el lápiz y el fusil en defensa de sus ideales, hicieron de este valiente ciudadano un motivo para dignificar la lealtad con los principios enaltecedores de la condición humana; al mismo tiempo, para que desde el fondo del recuerdo Ramón J. Velásquez se propusiera rescatarlo de la implacable dinámica donde había caído como producto de las circunstancias.

Cuando buscamos la explicación acerca de la fuerza expresiva lograda por el doctor Velásquez en su obra, la encontramos en su extraordinaria habilidad para manejar e integrar con éxito la fina prosa con la investigación científica pero también en el significado y en el objetivo político implícito en la misma. En las páginas dedicadas a rescatar de archivos y bibliotecas un período oculto de nuestra historia reivindicó a Paredes y con él a los caídos por la libertad. No en vano surgió la idea del libro sobre Antonio Paredes en largas veladas junto a José Agustín Cátala, José Manzo González, Alberto Nieves, José Vargas, los hermanos Pinto Salinas, J. T. Ramones Romero, Luis La Corte, Rafael Guerra Ramos, Pedro Roa González, Luis Miquilena, Teodoro Petkoff y otros presos políticos de la Cárcel Modelo de Catia en 1953. Entonces, la figura del General guerrillero emergió, aunque distante en el tiempo, con la capacidad impugnadora del recién abatido Leonardo Ruiz Pineda. Leamos la brillante analogía situacional ofrecida por Ramón J. Velásquez, al explicar el origen y su afán en escribir sobre este singular personaje: “Paredes, temeroso de que pudieran reírse de su actitud los cómodos y los conformes, advirtió que tenía un camino para imponer un respeto a sus palabras: la muerte. Y en el empeño de despertar al país cayó acribillado a balazos en una barranca del Orinoco. Cuarenta y cinco años más tarde va a caer Leonardo, en pleno corazón de la capital indiferente. Y porque estábamos en otra época de reclamo y de silencio la historia de Paredes era como un símbolo de fe”.

Siguiendo los pasos al General Antonio Paredes a través de este ensayo, se logra una visión distinta de los vencidos y vencedores; de la trágica realidad venezolana de aquellos años con sus caudillos y montoneras, cuya lectura siempre será una aldabonazo a las conciencias y una fuente de rica información sobre las actuaciones y política del Gobierno Legalista y la Venezuela dominada por la Restauración Liberal.

El país le ha dado amplios reconocimientos a este trabajo; hoy es un clásico dentro de la historiografía contemporánea de Venezuela. Premiado por varias instituciones del país, entró a las aulas universitarias, nacionales y extranjeras, como texto de consulta obligatoria al abordarse ese período de la historia nacional. Entre los varios libros publicados en colaboración con otros intelectuales, destaca el volumen preparado por la Fundación Mendoza, el cual fue editado con el título Venezuela Moderna (Medio siglo de historia 1926 -1976). Allí inserta un extenso trabajo de historia política contemporánea. Con proverbial dominio del pasado reciente va reconstruyendo la acción de los hombres y los procesos, sin perder la sindéresis en sus aseveraciones, las cuales por demás están sustentadas en una prolija información obtenida mediante la lectura de periódicos, libros, folletos y testimonios documentales. No menos importantes son los datos recogidos mediante las más variadas confesiones orales, proporcionadas por muchos de los protagonistas de este pasado o recurriendo a su propia memoria, dada su condición de actor y testigo en buena parte del tiempo narrado.

Con este trabajo de investigación histórica: Aspectos de la evolución política en el último medio siglo, se confirma su interés y preferencia por estudiar aquellas experiencias humanas más próximas al presente; en tal sentido vale recordar lo dicho por Jesús Sanoja Hernández: …”Su vasto recorrido por la historia, antes que preterición, antes que elegíacos paseos por el panteón de los próceres, los caudillos y los frustrados,es como diría Picón Salas, un pedirle al pasado ‘la conciencia y razón del presente’. Acudir al ayer para diagnosticar la contemporaneidad y hasta interrogar al futuro, he allí la tarea que, como pocos en Venezuela, se ha trazado Velásquez “…En tanto historiógrafo de lo contemporáneo, la obra de este académico de la historia ofrece un amplio campo de estudio que espera ser acometido.

Cuando apareció en diciembre de 1979 Las Confidencias Imaginarías de Juan Vicente Gómez, la crítica historiográfíca y literaria se recreó con la lectura de este ensayo. Allí dio a conocer lo ocurrido en el primer tercio de nuestro siglo XX.

Bajo un gran samán, en la residencia presidencial de Las Delicias en Maracay, logró gracias a un recurso narrativo de ficción, entablar una larga conversación, plena de confesiones e intimidades, con el anciano dictador, a quien nos parece oír con su acento y modismos andinos, relatando los sucesos y las razones de su proceder.

Relato ficticio, sólo por el personaje entrevistado, ya que el texto conserva un riguroso apego a las fuentes documentales; en cada caso, en la descripción de los personajes y en el uso del dato histórico existe una fidelidad y una exacta correspondencia con la realidad de esos años, en el extenso diálogo está reflejado el dominio de quien ha trajinado por largo tiempo una vasta información acerca del estilo y actuación de este mandatario omnímodo, que ejerció el poder por 27 años. Quizá sólo Ramón J. Velásquez podía haber escrito una obra semejante, donde se expresa el periodista, el historiador, el político y el andino en una armoniosa conjugación y equilibrio de cada una de estas facetas.

El éxito editorial alcanzado por estas Confidencias, despertó en un significativo número de venezolanos y extranjeros el interés por conocer la enigmática figura de Juan Vicente Gómez. Desde entonces muchos investigadores lo han tomado como punto de partida para desentrañar las claves de la antesala del siglo XX; otros lo han tomado como texto político dentro de la idea de aproximarse y entender los difíciles hilos del poder,mientras que los historiadores advierten una grata manera de escribir historia.

Mención especial merece Los Pasos de los Héroes, por la variedad temática escogida en este volumen. En esta obra el doctor Velásquez se nos presenta como un conocedor profundo del pasado venezolano y de las herramientas para abordar y estudiar ese pasado. También aquí hace gala de un singular ritmo comunicativo en su discurso histórico; valga esta observación del académico Pedro Grases: “No está negado ciertamente el doctor Velásquez a la prosa poética que de vez en cuando se aleja de los argumentos en su severo discurrir histórico. Trasuda emoción ante la tierra que él también ama y aunque se salga del rigor de la exposición de los documentos y de la frialdad de la comprobación de los hechos, nos presenta en estilo personal y creador,una descripción que nos conmueve”…Se refiere el escritor Pedro Grases a una espléndida evocación de los Valles de Aragua, cuando comenta el doctor Velásquez los años juveniles del Libertador, tema junto a la “Amistad de Bolívar y Sucre” y “Bolívar y la moral de los Gobernantes” tratados en el libro. En su mayoría, las monografías que integran el conjunto de esta obra están escritas con el propósito de satisfacer expectativas estudiantiles o del ciudadano común, a quienes invita a reflexionar en torno a los hechos fundamentales de la Historia de Venezuela con la idea de vincularse más a la vida y a la intención de la obra de los fundadores de las Repúblicas hispanoamericanas. Con verdadera pasión venezolana destaca la figura civilista de Cristóbal Mendoza, y en José Antonio Páez ve al arquitecto del gobernante tradicional venezolano con sus virtudes y defectos.

PRIMER CONGRESO DE LA POLÍTICA LATINOAMERICANA DEL SIGLOXX

En su condición de Presidente de la Comisión Bicameral del Congreso de la República para conmemorar el Bicentenario del Nacimiento del Libertador Simón Bolívar, el doctor Velásquez propuso la realización de un Congreso Continental, dedicado a examinar el proceso político del siglo XX y la presencia de las diversas ideologías en los países del Continente a lo largo de esta etapa.

Consideró el doctor Velásquez, en su proposición, que ésta era una de las mejores formas de rendir homenaje al Libertador.

El Congreso se celebró en Caracas en la primera semana del mes de julio de 1983 y a él concurrieron delegaciones de todos los países de América Latina y del Caribe, sin distinciones ideológicas, ni de ninguna otra especie y durante una semana se revisaron los principales problemas de región latinoamericana.

Concurrieron los ex Presidentes Alfonso López Michelsen, Luis Echeverría, Rodrigo Carazo, Janio Quadros, Morales Bermúdez, Lydia Gueiller y Walter Guevara Arce.Además, hizo acto de presencia el Vicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, Fabio Bravo, Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba. Asistió también una numerosa delegación del destierro chileno, compuesta por demócratas cristianos, socialistas, comunistas y radicales; además de las delegaciones brasilera, colombiana, argentina,uruguaya, paraguaya y las de Centroamérica y el Caribe; en fin, una nutrida y variada representación de todos los matices del mundo político latinoamericano. El resultado de estos debates se recogió en una colección compuesta por diez volúmenes, publicada por el Congreso de la República.

LA COLECCIÓN DEL SIGLO XX

En 1983, cuando tuvo el honor de presidir la mencionada Comisión Especial Bicameral del Congreso de la República, dio inicio a la Colección del Pensamiento Político Venezolano del Siglo XX. (Documentos para su estudio) como justiciero homenaje al Padre de la Patria y al mismo tiempo darle continuidad a la tarea iniciada años atrás.

La Comisión Bicameral alcanzó a preparar y publicar bajo su dirección los tomos dedicados a La Restauración Liberal, La Oposición a la Dictadura Gomecista, Los Pensadores Positivistas y el Gomecismo, El Primer Congreso de Municipalidades de Venezuela 1913, El Comienzo del Debate Socialista y El Debate Político de 1936,fueron los primeros 16 volúmenes de una magna empresa editorial.

Por tratarse de una compilación cuyo énfasis se colocó en el documento, la tarea fue emprendida con el auxilio de un número mayor de colaboradores, bien tras los materiales, su organización, su revisión o en la elaboración de un acertado prólogo. Así  encontramos en esta primera etapa a los investigadores Eleonora Gabaldón, Judith Gamus de Wiesel, Alfredo Castro, Ramón Elvidio Pérez, Arturo Sosa Abascal, Luis Salamanca, Silvia Cova, Eloy Legrand, Alejandro Gómez, Pedro Felipe Ledezma,Naudy Suárez, Manuel Caballero y Jesús Sanoja Hernández.

Desaparecida la Comisión Bicameral, el Presidente del Senado doctor Reinaldo Leandro Mora, a solicitud del Senador Ramón J. Velásquez y el Director General del Congreso José Agustín Catalá, creó la Oficina de investigaciones Históricas y Políticas con el propósito de continuar con esta trascendente obra. El 27 de noviembre de 1986, dicha oficina, dirigida ad honorem por el doctor Velásquez, dio a conocer 16 nuevos volúmenes de la Colección, todos dedicados al Gobierno y Época del Presidente Eleazar López Contreras, (Tomo VII); con respecto a este tomo, en lo referido al pensamiento oficial aparecen los siguientes volúmenes: Mensajes y Memorias 1935-1941, Decretos y Memorias del Ejecutivo Nacional 1935-1941, ambos títulos ofrecen varios documentos indispensables para adentrarse y conocer, con mayor propiedad,aspectos de la evolución político-administrativa de la gestión ejecutiva durante el período 1936-1941; El Poder Judicial y la Política compuesto por una selección de sentencias de la Corte Federal y de Casación; El Debate Parlamentario, una copiosa documentación de las principales intervenciones suscitadas en las Cámaras Legislativas durante el período; La versión de la Prensa, recoge un apreciable número de editoriales y artículos de los diarios caraqueños a lo largo del quinquenio lopecista y Los Partidos Políticos, donde se incluyen programas, estatutos, manifiestos y volantes aparecidos entre diciembre de 1935 y abril de 1941. Bajo el mismo esquema de organización temática también se dieron a conocer los volúmenes correspondientes a los tomos dedicados a: Gobierno y Época del Presidente Isaías Medina Angarita, Gobierno y Época de Junta Revolucionaria de Gobierno, Gobierno y Época del Presidente Rómulo Gallegos y, Gobierno y Época de la Juntas Provisorias de Gobierno. En esta segunda fase de la colección colaboraron los investigadores Fabiola Vetancourt, Carmen Castro, Antonieta Meneses, Juari, Zenaida Rodríguez, Socorro de Márquez, Manuel Beroes,Elery Cabrera, Alfredo Castro, Guillermo Moreno, Mirela Quero, Teresa Pinto y quien escribe estas notas.

Esta obra, por su naturaleza, es un legado sin precedentes a los fondos bibliográficos sobre las ideas políticas venezolanas. Ambas colecciones -siglo XIX y siglo XX- se han convertido en fuentes de consulta permanente para los estudiosos de nuestra historia política.

Sólo la perseverancia de un venezolano integral, angustiado por el rescate de la memoria del país, amigo de la creación y de los creadores, preocupado permanente por el rescate de los fondos documentales, promotor de libros y de escritores, explica las energías vertidas por el doctor Velásquez en este proyecto de largo aliento cultural. Venezuela siempre le estará agradecida.