La nueva Venezuela, por José Luis Monroy

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Limpiemos nuestra política, y salvemos nuestra democracia

Hola que tal mi gente, para nadie es un secreto en el mundo la crisis en donde estamos metidos, a lo largo de los años lo que hay es problemas a los que no hemos prestado atención, y ahora parece que estallan todos, al mismo tiempo. Tenemos una crisis de económica terrible, que tiene al país en un estado de zozobra permanente: de la inseguridad es una calamidad, la cifra de muertos alcanza números escalofriantes, y tristemente perdemos, cada día, la capacidad de asombro. La pobreza en la que vive un porcentaje elevadísimo de la nación se minimiza aduciendo una guerra económica en la que nadie cree, como si esa retórica ideológica fuera a dar de comer a la gente que vive el horror del hambre. La educación pública sufre tantas deficiencias, y está sujeta a intereses políticos tan mezquinos, que la competitividad de las nuevas generaciones está seriamente comprometida. Nuestros principales ingresos no son viables a futuro. El petróleo está sob,revaluado por circunstancias externas, las reservas se agotan, no se produce nada. Nuestros trabajadores se ven obligados a emigrar en busca de oportunidades, y nos complacemos en recibir las migajas que nos envían a través de las remesas. No es sostenible.
No son historias nuevas, son realidades que todos conocemos y que postergamos una y otra vez. Esperando cambios de gobierno, soluciones puntuales en las que pase algo que lo resuelva todo en un instante. Como el enfermo que busca un tratamiento milagroso, y a su gusto, que lo cure en el momento.
¿Es tan difícil pensar a corto plazo? ¿Es, realmente, tan complicado darnos cuenta de los problemas que nos aquejan y comenzar a poner manos a la obra?
¿Es factible hacer una propuesta concreta? definamos la Venezuela que queremos, y los pasos para llegar ahí. Entre todos. La situación actual la conocemos de sobra. Hagamos un ejercicio sincero, con visión de Estado, encontremos los puntos de coincidencia y comprometámonos con las soluciones, con las reformas mínimas indispensables y el apoyo irrestricto a las mismas. Busquemos las coincidencias, antes que las diferencias. A pesar de la visión distinta de las corrientes representadas por los partidos políticos, es posible llegar a un acuerdo. Es importante y urgente. Y una vez que sean capaces de dar la certidumbre necesaria a la nación de que hay una Venezuela a la que vamos a llegar, pero para llegar allí necesitamos como lo vengo repitiendo desde hace un tiempo un proyecto país, con una nueva constitución, y eso obviamente pasa por una constituyente originaria, ¿porque una constitución nueva? Para salir de todo este desastre constitucional donde estamos metidos, ya basta que el TSJ pase por encima de la decisión de millones de ciudadanos que votaron para elegir a sus diputados. Tenemos que ir a la nueva Venezuela, pero la nueva Venezuela no puede ser esto que gobierna, llena de vagabundos, o lo que ellos llaman el hombre nuevo, que no es más que pranes, pre pagos, bachaqueros, enchufados, magistrados que no estudian y llegan a la más alta magistratura por ser del partido de gobierno, y así un largo etc de cosas nacidas en estos últimos 18 años, eso es lo que ha traído esta peste que gobierna, pero la nueva Venezuela no pueden ser los políticos que traicionan la confianza de la gente y se van a negociar con los bandidos ya descritos, son la misma cosa, este país ya no quiere a ninguno de esos bandos, son cosas dañinas para la población, tienen que desaparecer por completo de la faz política de este país.
Los temas están ahí: política energética, erradicación de la pobreza, seguridad, educación, empleo, desarrollo. Sin someter las decisiones a la definición de candidaturas presidenciales, eso tiene que venir luego de la constituyente. Sin comprometerlas a una reforma política partidista. Sin la necesidad de formalizar coaliciones de gobierno. Simple y llanamente, a través del acuerdo y compromiso de las fuerzas políticas y la sociedad entera.
Limpiemos nuestra política, y salvemos nuestra democracia. No convirtamos el momento de definición de la Venezuela del futuro en una elección por simpatías, rencores, o cobro de facturas. Elevemos el nivel de debate ¿o queremos vivir para siempre en la Venezuela de las dictaduras?
La sociedad civil ha evolucionado, y contamos con intelectuales y académicos magníficos, think tanks, asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales que estarían dispuestas a contribuir con el diseño de la nación que queremos tener, de manera desinteresada, y a lograr los acuerdos necesarios. Sin etiquetas partidistas. ¿Por qué no comenzar desde ahora? ¿Por qué esperar un nuevo gobierno? ¿Por qué seguir con la mezquindad del corto plazo y la repartición del botín electoral? ¿Por qué exponernos a campañas que nos dividen, en las que se nos hace creer que el futuro del país se juega en función de unas siglas partidistas? ¿Por qué correr el riesgo de la ingobernabilidad y el tiempo perdido? ¿Por qué seguir dando todo el poder a un solo partido en una elección que posiblemente se vuelva a ir a tercios? ¿Por qué permitir de nuevo que quien resulte vencedor en la contienda confunda gobierno con Estado? Tomemos la decisión desde ahora. Simplemente, no tenemos tiempo.
No existen, en realidad, tantas visiones distintas de Venezuela como para que un ejercicio así no sea posible. Es posible coincidir. Los partidos políticos están tan desdibujados, y guiados más por el interés de alcanzar el poder que por el afán de que sus ideales prevalezcan, que hemos sido testigos de alianzas y traiciones que tendrían a sus ideólogos revolcándose en la tumba. Esto no puede seguir así. Es posible cambiar. Es necesario hacerlo. De los partidos, de los ciudadanos depende que la política sirva, por fin, a Venezuela. De ellos, depende que Venezuela vuelva a creer en la política.
@joseluismonroy