Carlos Flores: El honor ya no es su divisa

Carlos Flores: El honor ya no es su divisa

 

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No fue necesario ver el remake telerochelero de ese patético circo que etiquetaron –con bombo y platillo- como Ejercicio de Acción Integral Antimperialista Zamora 200, para concluir que hace un buen rato las Fuerzas Armadas venezolanas perdieron, al menos, su fuerza. Porque de yo ser un invasor imperialista o incluso una pandilla de bárbaros medievales, ya estaría ajustando los últimos detalles para realizar mi entrada triunfal a ese país de locos llamado Venezuela. Y es que al ver las acciones del pelotón chiflado (incluyendo a toditos sus protagonistas) y el desmadre de errores, ignorancia y total desconocimiento de la disciplina militar, que se presentó en vivo y directo (grabado y editado hubiera sido más prudente), el invasor sabría que con muy pocos recursos podría cumplir cualquier tipo de misión y le pasaría por encima, por debajo y por los lados, a las “tropas” venezolanas. Ojo, el invasor incluso supondría que los líderes uniformados, esos que salieron en cámara, tal vez se enterarían de lo ocurrido mucho tiempo después… y eso porque al mirarse las caras en un calabozo, pues, les parecería rara la cosa.

No caeré en la balurdez de escribir una “carta pública”. Pero mucho me encantaría sentarme a tomar un buen escocés (que ellos me brinden, claro) con algunos militares de alto rango. Siempre he creído que nadie dice la verdad estando sobrio. Pero con tragos encima, se libera nuestra verdadera naturaleza. Por eso los borrachos son molestos. Pero no hay nada más incómodo que escuchar a alguien diciendo lo que realmente piensa (porque nadie piensa bien de nadie).

Y ahí, en medio de la confianza etílica, preguntarles –en modo “pana y todo”- algunas cosas que posiblemente tanto a usted, como a mí, nos han pasado por la cabeza. Más o menos entrada la tercera ronda de tragos, me atrevía a soltar algo como: ¿ustedes de verdad se creen todas las estupideces que escuchan y repiten? ¿Están claros en que perdieron –entregaron- el honor personal y el de su institución?, que desde mi punto de vista, es lo más noble que portan junto con el uniforme. ¿Alguna vez les importó este país, su gente, su futuro? ¿Qué se siente ser un miserable? ¿Qué se siente canjear liderazgo y respeto, por dólares y bonos soberanos? En todo caso, ¿vale la pena convertirse en el capitalista rancio que hoy dicen enfrentar y en el proceso seguir vistiendo el uniforme de su componente, con la misma gracia que podría hacerlo Krusty, el payaso de Los Simpson? ¿En qué momento dejaron de sentirse hombres y ya no les importó dejar a un lado su masculinidad? ¿No sienten pena, rabia e indignación, al bajar la cabeza y saludar al “comandante en jefe” y al resto de su banda? En general, ¿ya no sienten vergüenza de sí mismos? O sencillamente… ya no sienten nada.

Tal vez el poder, el dinero y la sensación de poseer más que los demás, te castra sin dolor. Te mutila sin sangre. Te silencia con un amargo y adictivo placer que sobrepasa el entendimiento de aquellos que jamás lo hemos disfrutado. Pero, compañeros de tragos, ¿qué los llevó inicialmente a recorren la difícil senda castrense? ¿Convertirse en mercaderes, hacer negocios sucios, ser humillados por arrabaleros de medio pelo? ¿Esa fue su aspiración, algo tan… básico? Digo, el uniforme no hubiera sido necesario. Así como tampoco es necesario que hoy lo sigan usando, porque lo afean, lo denigran y porque han demostrado que fallaron épicamente en todo aquello que se supone les enseñaron y establecieron como norma y norte: defender a Venezuela. Proteger a los venezolanos. Nuestra vida se limita a las decisiones que tomamos. ¿Cuál ha sido la de ustedes? Supongo que no la mejor: servir a la pandilla de criminales más grande y peligrosa que haya parido este país. Han sido sus cómplices. Ustedes han garantizado, beneficiado y propiciado su estadía en el poder y, al hacerlo, han asesinado, humillado y destruido a los venezolanos, aniquilando el futuro de una generación que llegó sin culpa pero que ahora sale despavorida, tratando de alejarse lo más que puede de su país. La guerra, estimados amigos, ha sido ejecutada por ustedes contra sus compatriotas… ¡Y vaya que han tenido éxito!, porque día a día, la masacre es peor. Esto considerando que en una guerra, las Fuerzas Armadas están para defender a cada ciudadano y repeler a tiranos y opresores, ¿o no es así?

Espero que los tragos no les caigan mal, muchachos. Lo que ocurre es que en algún momento pensamos que para “algo” ustedes estaban ahí; más allá de habitar cuarteles, practicar tiro al blanco y realizar orden cerrado. La teoría garantizaba –por eso las teorías siempre terminan en puro cuento- que su misión era única, primordial y sagrada. ¿O acaso no han notado que Venezuela es hundida a la fuerza por la gente que ustedes obedecen? Yo sé que ustedes lo saben. Porque hasta el gato de mi casa lo comprende. Pero la diferencia es que mi gato no puede hacer nada… y ustedes –teoría, nuevamente- sí. Pero, total, supongo que es más sabroso estar aquí echándose palos y disfrutando de la buena vida que les regala -¿regala?, no, nada es gratis- esta patria roja y feliz… en vez de mirarse al espejo durante un par de segundos y sentir que ese uniforme que llevan puesto y lucen como un trofeo (hoy opaco), alguna vez valió más que una botella de licor o una pea catastrófica. O de repente vale mucho menos que eso y hemos sido nosotros, los civiles, que nos equivocamos con respecto a ustedes. De todas maneras, ¡salud!

@carlosfloresx