Lluvia de bombas y la nobleza de El Guaire, por @MichVielleville

thumbnailMicheleViellevilleSe escuchan muchos gritos. Suenan varias detonaciones. La multitud yace perpleja ante lo que parece ser una batalla campal por la libertad, y por recuperar la vida  de la República.

¡Corran! ¡corraaan!–exclaman a una sola voz las personas atrapadas en la autopista Francisco Fajardo, en lo que parece, es una emboscada planificada. Como sacado de un manual de guerra, o inspirado en un libreto de tortura Nazi. Desesperados, no tienen otra alternativa.

Es ahora o nunca. No hay otra salida –piensa el gentío. Y entonces, de  sopetón, ocurre lo inesperado: el río  Guaire se convierte en la mejor opción de escape. En refugio de cientos de ciudadanos aterrorizados, que ahora se han convertido en principales blancos de ataque de las fuerzas represoras de este Estado Cuartel que tenemos, y absurdamente tipifica como delitos supremos la protesta, exigir respeto a los derechos humanos, reclamar elecciones o soñar con un mejor país.





Han llovido muchas desde entonces. Desde aquella inolvidable tarde del 19 de abril no han parado de caer. Era eso, o fenecer asfixiados por los efectos del gas. Era eso, o dejar también que los perdigones buscaran los pechos y rostros más lozanos y prometedores. Fue un escenario de verdadero terror el que se vivió y donde una vez más la violencia del Estado y la arrogancia de Nicolás Maduro se impusieron, para generar pánico e intentar demostrar potestad y señorío. Pero en realidad fue todo lo contrario, el mundo permaneció perplejo ante su absoluta debilidad.

Empapados. Así quedó el gentío que escapó de la lluvia de bombas y terminó en ese desagüe. La inclemencia y el abuso perpetrado por los peones del poder convertidos en fuerza pública, los cuales a toda costa debían obedecer la orden de impedir a cualquier costo la movilización al centro de Caracas, fueron razones suficientes para que cientos de personas huyeran, y  decidieran sumergir sus cuerpos en  lo desconocido. Un claro ejemplo de lo que la represión puede llegar a hacer. ¿Quién alguna vez podría imaginar que la más terrible cloaca de la ciudad se convertiría en el campo de resguardo de ciudadanos indefensos? ¿Quién alguna vez hubiese podido creer que un desagüe brindaría más protección que los organismos de seguridad del Estado?

Al desamparo de las propias instituciones se antepusiera la solidaridad del Guaire, confirma parte de nuestra tragedia. Un país no puede estar bien cuando sus ciudadanos sienten que en una cañería están más seguros, que con las propias instituciones encargadas de suministrar esa condición. Todo ello, visto en conjunto, muestra al mismo tiempo la necesidad que tiene nuestro pueblo, y cuán mal están los que siguen aprovechándose de su paciencia.

Desnudos, sucios y sin dignidad. Esa es la mejor frase que hoy define a esta decadente clase política gobernante. Este 19 de Abril fue una contundente derrota para Maduro y sus fieles. No obstante, su gobierno continúa empecinado en seguir ocultando la verdad de los hechos, insultando y jugando con las tragedias del pueblo. A pesar de las burlas proferidas por el chavismo, que irónicamente con la frase “al Guaire lo que es del Guaire” han adjudicado una interpretación a los hechos, bastante ofensiva, gozando de  las desventuras de cientos de venezolanos, que arriesgaron su salud por el temor; en realidad no tienen idea del daño que ese mismo evento les ha hecho: deja al descubierto el nivel crueldad y el desprecio que sienten por los ciudadanos al hacer un uso desproporcional de la fuerza. Y muestra como Nicolás Maduro se quedó  sin pueblo: como ya lo dijo Santa Rosa, San Félix, el Valle, y ahora toda Venezuela.