Que no te de remordimiento… Los “deliciosos” beneficios de ser perezoso

Que no te de remordimiento… Los “deliciosos” beneficios de ser perezoso

Perezoso

 

Elogiar a la pereza en la actualidad es un menester difícil.





A todas horas y todos los días las personas necesitamos estar ocupadas en algo: mensajes, correos electrónicos, redes sociales, trabajo extra, estudios, etcétera. Es una cotidianidad que ha impactado invariablemente no sólo en la manera de vincularnos con otros seres vivos, también de sobrevivir sin vivir tratando de ser productivos eternamente. Podríamos pensar en la última vez que estuvimos esperando a alguien y nos dedicamos a indagar las mismas publicaciones en redes sociales por décima vez en la última hora; que nos sentamos a comer en frente de la computadora o del teléfono móvil durante las largas horas laborales; que nos dedicamos a enviar correos o responder mensajes de trabajo durante reuniones familiares; que nos sentamos en un sofá viendo la televisión o el teléfono celular por tener algo en manos; entre otros ejemplos más.

Son horas en las que el cuerpo y la mente se desconectan. Como si se activase un modo automático, en el cual los días se vuelven rutinarios, tanto el día como la noche se distinguen sólo por las horas de sueño y cansancio, la comida deja de tener matices, sabores u olores, el estrés se adquiere como parte fundamental de la vida adulta, y la realidad se convierte en una distorsión ilusoria. Con el paso del tiempo, esta rutina provocará que el cuerpo y la mente caigan enfermos, y su diagnóstico sea depresión, ansiedad, estrés post-traumático, entre otros trastornos emocionales…

Para prevenir esa mala muerte en vida, los filósofos de la Antigua Grecia recomendaban ser capaces de disfrutar de la pereza, de volvernos inactivos e improductivos, aunque sea por un momento. En palabras de Alejandro Martínez Gallardo, “La idea de que la inacción es una fuente de felicidad tiene un selecto linaje que se remonta a la exaltación del ocio como un estado de gracia para ejercer la filosofía en la Antigua Grecia. […] Los filósofos no tenían que ponchar tarjeta o lidiar con un jefe que les pida un reporte. Podían vivir exclusivamente en el terreno de las ideas –por lo demás, un mundo superior al mundo de la acción, que es apenas un pálido reflejo–.”

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