El día después de esto, por Pedro Duque

El día después de esto, por Pedro Duque

thumbnailpedroduqueAmanecimos con un nuevo gobierno, las primeras declaraciones del Jefe de Estado fueron para hacer un llamado a la reconciliación nacional, para sanar las heridas causadas por la revolución violenta que dejó a su paso un país dividido, adolorido y resentido. Las primeras decisiones se refieren a la producción nacional y, sobre la eliminación del monopolio Estatal en la distribución de alimentos y medicinas. Se eliminan los controles de precios y se derogan las leyes que punen la actividad económica. El gobierno nacional llama a reconocernos como personas, dejamos atrás las etiquetas de chavistas y antichavistas, la identidad reconocida por el Estado es la de ciudadano venezolano. Todos somos Bolivarianos, ese es nuestro único legado libertario. Atrás quedó los señalamientos de izquierda y derecha, de apátridas y patriotas, de revolucionarios y contra revolucionarios. Se refunda la República y se asume la democracia liberal como sistema político y económico.

Se hace un llamado a los colectivos para que abandonen la violencia como forma de lucha, porque no somos enemigos sino compatriotas. Se les pide aporten propuestas para la reconstrucción del país. Se les da algunas ideas. Pueden crear fabricas, empresas, dedicarse al turismo, la agricultura o ganadería ya no serán más escoltas de nadie, ni necesitan una chapa y una pistola, sino un libro, un tractor, una computadora, una herramienta para labrar el campo, un curso para que aprendan inglés o ruso o publicidad y mercadeo para su nueva empresa.

El discurso es conciliador, pacífico, ya no habrá más violencia verbal o física, se hace un llamado a quienes decidieron marcharse del país víctimas de la violencia, para que vuelvan a trabajar por su país. Nuestro país. El perdón se convierte en el sentimiento más noble de la sociedad venezolana. No hay culpables ni inocentes. Todos somos responsables de una nueva Venezuela, porque Venezuela es de todos y todos tenemos la obligación y el derecho de trabajar para su recuperación. Se pide apoyo a los gobiernos extranjeros para la repatriación de los capitales robados y con esa ingente cantidad de dinero emprender el desarrollo negado por la revolución violenta. Se crean mecanismos para acabar con la escases, el desabastecimiento y la inflación. La empresa privada junto con el Estado y los trabajadores forman una comisión tripartita para solventar lo urgente, mientras profesionales de todas las áreas se abocan a lo importante para no volver a caer en manos depredadoras de nuestros recursos.





No hay vencidos ni vencedores, todos ganamos. Tenemos una República, un estado democrático y aprendimos que la violencia, el mesianismo, el paternalismo estatal y, la división social, solo destruye. Ese aprendizaje convierte a la sociedad venezolana en una piedra monolítica que jamás volverá a caer en la trampa de los que ofrecen todo gratis. Jamás nuestro pueblo será engañado por los vendedores de sueños, porque la realidad nos hizo despertar con bombas lacrimógenas en nuestras caras.

Venezuela se abraza a la paz y el bien, comprende que los cambios sociales son posibles mediante la manifestación no violenta, como ejemplo de ello tenemos a Ghandi, Mandela, Martín Luther King y ahora la pléyade de jóvenes venezolanos que salieron a enfrentar al gobierno solo con mascaras y frascos llenos de agua y bicarbonato para protegerse de los gases lacrimógenos que lanzaban los GNB y la PNB, sabiendo que muchos de ellos morirían como en efecto sucedió con los más de 50 muertos a manos del gobierno que tristemente prefirió asesinar a su pueblo antes que oírlo.

Se tomó la decisión de desmilitarizar la política. Así como en una oportunidad en el mundo fue necesario separar a la iglesia del poder político, hoy es necesario en Venezuela separar a los militares del poder político y económico. La explicación es sencilla, ellos administran la violencia legal para el resguardo de nuestra soberanía nacional, pero, si además de la administración de la violencia se les da administración sobre las empresas del Estado, Bancos, CADIVI, SENIAT, Puertos y Aeropuertos, Ministerios, Gobernaciones y Alcaldías, terminan usando la violencia no para la protección de la soberanía sino para la protección de sus intereses particulares.

Decidimos que no seremos colonia de nadie, agradecemos la buena intención de Cuba de querer usar nuestros recursos para internacionalizar el socialismo castrista, pero, creemos que el socialismo es la destrucción moral, material y espiritual de los pueblos, es verdad que dura lo que dura la plata de los demás y, se acaba cuando ya no hay nada que repartir. Dieciocho años de ser colonia de los Castro nos llevó a reflexionar sobre nuestra moral y comprendimos que tan inmoral es el que se arrodilla al imperio como el que se arrodilla a Cuba. En este sentido, decidimos que el desarrollo nacional estará en manos de los venezolanos. Todos sin distinción, porque comprendimos que somos iguales y nos necesitamos todos y, que el hecho de nacer en un barrio, en un pueblo, en el campo, o en una urbanización en la ciudad, no nos hace más ni menos que otro y solo nosotros podemos resolver nuestras diferencias sin tutelaje o protección extranjera de ningún tipo.

Estuvimos muchos años atados a la ausencia del bien, el pobre señalaba al rico como el culpable de sus males y el rico señalaba al pobre como el culpable de los de él. Se creó la idea de que hay gente buena y gente mala, la buena era la que apoyaba al gobierno y la mala la que no lo apoyaba, así perdimos 20 años de nuestra historia, involucionando en el tiempo al punto de que hoy los más vulnerables están sometidos a recibir una cajita de comida subvencionada por el Estado sin poder decir nada porque les quitan el “beneficio” de estar esclavizados. No volveremos a someternos unos a otros como dueños y esclavos solo por comida. Mientras en otros países el Siglo XXI llegó hace 20 años en Venezuela retrocedimos al Siglo XVIII donde la sociedad trabaja para medio comer. Hasta ayer la casta gobernante decidía que hacer con el dinero de todos, aplicando aquello de que “quien parte y reparte se queda con la mejor parte”.

Pasamos del modelo de la repartición al modelo de la generación, porque comprendimos que la riqueza hay que generarla. No podemos tener dinero si no lo producimos. Hasta hace algunos 200 años la población mundial era casi en su totalidad pobre, después, con la llegada del pensamiento liberal la pobreza fue disminuyendo y, aunque todavía hay mucho por hacer, probado está que el liberalismo hace países ricos y desarrollados mientras que el socialismo los empobrece, destruye y retrocede en el tiempo.

Ahora bien, lo que no podemos pasar por alto es la impunidad, somos más de treinta millones de personas que vivimos en Venezuela y las involucradas en crímenes de lesa humanidad son pocos, por esta razón, los venezolanos podemos estar tranquilos, no habrá persecución contra aquellos que piensan diferente, pero no habrá impunidad contra aquellos que criminalizaron a quienes por pensar distinto fueron asesinados, encarcelados, torturados y desplazados a otros países.

Por último, no queda otra cosa que creer que falta poco para ver ese día después de esto.

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