Juan Guerrero: Derrumbe de símbolos

Juan Guerrero: Derrumbe de símbolos

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Esto de estar destrozando y quemando estatuas de Chávez es muy interesante. Y lo es, además de descubrirse que ellas eran de fibra de vidrio y no de bronce (-otra estafa más), porque denota una necesidad en los ciudadanos de dejar atrás tanto pasado, que duele y humilla.

La gente normal, que en años recientes se dejó llamar chavizta para acceder a las migajas del poder, como las humillantes bolsas Clap, regresan a su realidad para encontrarse más desamparados que hace 20 años atrás.





Porque los verdaderos chaviztas, esos de pureza original, son quienes poseen en su muñeca derecha un rolex, en su garaje una hummer, beben güisqui 25 años, y viajan a Miami cada vez que lo desean. Son los eternos descendientes de la izquierda Disney internacional.

El resto de quienes los siguen, son los “pata en el suelo” llamados de forma eufemística por su líder misógino, rodilla en tierra. Esa gente nunca fue chavizta y ahora se dan cuenta. Por ello han dejado que la rabia desatada, día a día, se esté generalizando y transformando en ira colectiva hasta alcanzar los símbolos más representativos de la era chavizta; las estatuas del líder y comandante eterno, sus cuadros y hasta sus ojos.

Progresivamente se comienza a observar como “normal” el destrozo de todo aquello que esté vinculado a Chávez y al chavizmo. Que nadie se sorprenda si un buen día, el Cuartel de la Montaña (en sus siglas “en francés”, CDLM) amanece ardiendo. Esto es una necesidad en los ciudadanos para poder acceder a un nuevo y mejor tiempo. Y en ese nuevo amanecer ya no tiene cabida nada que esté vinculado con ese oscuro pasado. Ese tiempo de odio, rencor y dolor.

Lo están marcando las jornadas que adelantan los jóvenes, precisamente de una generación entre 16-19 años, que nació y creció en el invento chavizta de la Venezuela del socialismo siglo XXI.

Sorprende que sean ellos quienes estén en el frente de batalla, en rebeldía, y en continua desobediencia civil, empujando a una población que finalmente se incorpora a ese centro también simbólico, que representa la juventud de una nueva república. Una nación que vuelve a necesitar que la reconstruyan.

Y en esa reconstrucción no puede existir nada que se vincule al tiempo anterior. Es, como los hechos lo demuestran, imprescindible derribar la simbología chavizta donde está quedando sepultado –ojalá para siempre- la mugre, el horror y la brutalidad de un tiempo que nadie querrá recordar.

Históricamente el chavizmo está derrotado y superado. Queda todavía su horror en un poder soportado por las bayonetas de componentes militares, transformados en esbirros, torturadores y asesinos.  Policías, militares y paramilitares al servicio del régimen –por coacción, soborno, sumisión o silencio cómplice- quienes en su momento, deberán asumir sus responsabilidades individuales por atentar contra los derechos humanos de la población. Y también quienes impiden, permanentemente, la ayuda humanitaria de alimentos y medicinas.

La caída del régimen de dictadura judicial chavizta está vinculada al derrumbe de estatuas e imágenes de Chávez, porque los ciudadanos saben que fue él quien encarnó la barbarie roja-rojita contra la sociedad venezolana. Y es cuestión de tiempo que los sectores más agredidos, los de más abajo, habitantes de barrios y caseríos, se sumen a los jóvenes y profesionales en pie de lucha, para desatar la furia final contra todo aquello que represente el disminuido poder chavizta.

La franquicia “Chávez & Asociados” ha quedado en el imaginario venezolano como una marca comercial en bancarrota. Una suerte de marca comercial devaluada, arruinada y con múltiples demandas. Es una imagen que apesta y muchos quieren desvincularse de esa enfermedad política. La población venezolana siente asco, desprecio y repulsión por todo aquello que ha tocado la mano corrupta del chavizmo.

No creo exagerar cuando afirmo que el venezolano sigue apostando a ganador. Y los días por venir no tienen, precisamente, nada que ver con Chávez ni los chaviztas. Son, como lo afirma la gente en la calle, becerros y perros sarnosos. Quemar estatuas está de moda.

 

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1