Luis Alberto Buttó: Crónica Constituyente

Luis Alberto Buttó: Crónica Constituyente

thumbnailLuisAlbertoButtoDIC2016

 

Agudo estado de histeria colectiva desataron en el seno del oficialismo el conjunto de declaraciones emitidas por la fiscal general de la república desde que se pronunció en torno a la «ruptura del hilo constitucional».





Por Luis Alberto Buttó / @luisbutto3

Los improperios e invectivas en su contra adquirieron carácter exponencial a raíz del balance que presentó en relación con la represión desatada sobre las manifestaciones opositoras y las dramáticas consecuencias desprendidas, de sobra conocidas por la opinión pública nacional e internacional. Todo ello era de esperarse. Las revoluciones no saben, no aceptan, no toleran, lealtades distintas a las perrunas, signadas, valga el pleonasmo, por la más absoluta e irracional incondicionalidad. En este sentido, nada nuevo hay bajo el sol.

Tampoco, nada nuevo se infiere de las descalificaciones propinadas a la fiscal en materia de la verdadera intencionalidad de la convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente echada a andar desde los círculos del poder autoritario. Apenas, podrá decirse que tal sarta de denuestos simétricamente expuestos bañó de impudicia la evidencia de que lo perseguido en única instancia con la materialización del proceso constituyente no es más que la anulación total, revestida de supuesta legalidad «plenipotenciaria», de todo espacio político gubernamental y/o estatal conquistado por el movimiento opositor producto de la manifestación clara y contundente de la soberanía popular expresada a través de mecanismos electorales; léase, Asamblea Nacional, gobernaciones, alcaldías, etcétera. Así como también, la activación de mecanismos expeditos destinados, en lo sucesivo, a extirpar, de raíz, toda disidencia producida intramuros la revolución, de forma tal que fracturas irremediables y altamente costosas, como la causada por las posturas de la fiscal, no se repitan o minimicen raudamente.

Lo ciertamente novedoso resulta el reto abierto al liderazgo opositor en torno a la estrategia a seguir para enfrentar dicho proceso. En primera instancia, es tiempo ya de inquirir acerca de la direccionalidad que debe otorgarse a las masivas y recurrentes manifestaciones populares so pena de que éstas puedan desfallecer, difuminarse y/o desorientarse en el cercano tiempo venidero. Los líderes de la oposición deben recordar que la población que se concentra y marcha en las calles del país no lo hace, precisamente, porque los esté acompañando en la gesta por ellos iniciada. Muy por lo contrario: ellos se vieron en la perentoria obligación de acompañar al clamor popular que decidida y espontáneamente supo sobreponerse al desaliento generado por el entreguismo y la falta de visión política de ciertos sectores, concretada en los meses finales del año pasado. Aquí el punto es que, como siempre, el reloj corre de manera inclemente. Las acciones del gobierno no se detienen y las respuestas de la dirección opositora al respecto son y serán absolutamente insuficientes y completamente inefectivas, amén de infantiles y ridículas, si tan sólo se limitan al pescueceo sobre las tarimas o al acto mediático y bochornoso de diputados pegando lecos en medio de concentraciones, haciendo llamados a la nada, tipo «a la autopista», «a la autopista». Es el momento de la inteligencia. No del show. Todo ello sin olvidar el enorme costo pagado.

El país vive horas de definiciones. Se exige estar a la altura.

Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3