¿Quién ganó en la OEA? por @Claudiopedia

 

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Las resultas de la reunión de cancilleres representa otro revés para el gobierno de Nicolás Maduro. En mi criterio, es errado interpretar lo contrario, pues la falta de una resolución no constituye una victoria de la diplomacia roja.





Existen varios indicadores para explicar por qué el gobierno continúa contra las cuerdas en esta cruzada regional por la democracia venezolana. En primer lugar, es necesario entender hasta dónde puede llegar la OEA frente a una crisis.

En este sentido, la sanción más grave que el organismo hemisférico podría ejercer en contra de un Estado miembro -que haya violado su compromiso democrático- es suspenderlo, de conformidad con el artículo 9 de la Carta de la OEA.

En la práctica, sólo se ha excluido parcialmente al gobierno –no al Estado- cubano de participar en ciertas instancias de la organización. Esta experiencia demostró la inviabilidad histórica de aislar a un gobierno antidemocrático como medio de presión para encausarlo por la ruta democrática.

Es por ello que en la reunión de cancilleres, más bien, se invitó al gobierno de Maduro a reconsiderar su salida de la organización. Esto significa que cualquiera sea la resolución final en torno al caso venezolano, probablemente no involucrará una suspensión.

En términos sencillos, los países de la región aprendieron la lección y no lucen dispuestos a darle el gusto a Maduro de sacarlo del radar democrático. Por esa razón debemos comprender que mientras la dictadura se mantenga enjuiciada moralmente, políticamente y jurídicamente a instancias de la OEA, continuará arrinconado.

De manera que no debemos perder el foco con cuestiones de forma. Por ejemplo, si la OEA hoy hubiera suspendido al régimen o emitido la resolución más contundente que podamos imaginar ¿qué vendría después? Eso significa “game over” para la OEA porque en lugar de mantener vivo el proceso con el gobierno en el banquillo de los acusados, diciéndole todas las verdades que hoy fueron dichas, optaría por terminar un capítulo que apenas está desarrollándose.

Los diplomáticos están comprando más tiempo para ver cómo se desenvuelve el asunto y, con base en la dinámica de la crisis tendrán mejores elementos para llegar a un consenso. No podemos esperar una resolución extrema en favor de una de las partes. Lo que nos interesa es que el documento definitivo establezca más sesiones y enlaces institucionales para monitorear la crisis y no cerrar este capítulo.

Por otro lado, tenemos que recordar que la OEA no fue establecida para poner y/o quitar gobiernos. En esta instancia no se solucionará el problema, sin embargo el monitoreo internacional y los exhortos tienen valor. Gracias a la gestión de sensibilización del Secretario Almagro y de las sesiones en la OEA, la comunidad internacional se ha enterado de la gravedad de nuestra crisis.

Cada flanco de lucha es interdependiente e insuficiente. Así como no podemos esperar que la lucha en la calle, por si sola, resolverá el problema, el marco internacional tampoco nos llevará directamente a la salida. Esto también puede decirse del ámbito institucional interno. Cada factor cumple su función y en conjunto elevan el costo político de las acciones dictatoriales de la cúpula gobernante.

En síntesis, en la medida que el frente internacional se parezca más a la novela “las mil y una noches”, mucho mejor porque tendremos la atención constante de la región y del mundo. Mientras más corta sea esta historia, menos escrutinio y condena hacia la dictadura.