Juan José Moreno A.: De la tolerancia a la alcahuetería

Juan José Moreno A.: De la tolerancia a la alcahuetería

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Tolerar, de acuerdo con la Real Lengua Española consiste en llevar algo con paciencia o, entre otras acepciones, permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente; por otra parte, alcahuetear conlleva a encubrir, lo que en otras palabras consiste en hacerse cómplice de algo. Y en estos momentos cuando el régimen hace todo lo que le sale del forro con los reales y con el destino del país, y la inmensa mayoría de los ciudadanos se quedan sin hacer nada, se pregunta uno ¿qué somos: tolerantes, alcahuetes o simplemente una partida de culilluos?
Da tristeza realmente, entender a lo que hemos llegado como nación, sometidos a la pobreza y a la desesperanza por una partida de malandros que, sin ninguna preparación se apoderan del poder y nos roban nuestros sueños, nuestro derecho a vivir como reyes en un país que lo tiene todo para garantizarnos la felicidad a quienes hoy vivimos en esta bella tierra y a las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Lo que sucede con la convocatoria a Constituyente es sencillamente la nueva trampa que toca aplicarnos ahora. Cualquier incipiente estudiante de Derecho podría interpretar sin mayor esfuerzo, que la pretendida convocatoria presidencial no es más que un mamotreto siniestro ideado para consumar el golpe de Estado continuado y acabar de una vez por todas con lo poco que queda de democracia.





Antes de ella observamos con excesiva tolerancia como nos arrebataban un poder rescatado con gran sacrificio. Perdimos la Asamblea Nacional desde el mismo instante cuando nuestros valientes diputados se disponían a ejercer sus funciones como nuevos legisladores, al escamotearnos los tres asambleístas con los que garantizábamos una mayoría determinante para hacer valer la fuerza de ese pueblo que en aquel momento comprendió la necesidad de contar con el control de esa institución tan clave para el ejercicio de la institucionalidad democrática del país.

Nos los dejamos arrebatar y después caímos como borregos en la trampa del diálogo, mientras en forma silenciosa ese reptil, mal llamado TSJ, sinuosamente se encargaba de constituirse en un poder por encima de una institución y especialmente de una representación no gubernamental elegida directa y abrumadoramente por casi 7 millones y medio de venezolanos (56.2) del total de votos, en lo que constituyó la primera victoria de peso para la oposición en 17 años.
También nos la calamos, y fue por eso que viéndonos las caras de pendejos, los “amos del poder” se las ingeniaron para arrebatarnos el derecho constitucional de revocar al Presidente, utilizando a sus oficinas subalternas, el TSJ y CNE, como sus auténticas alcahuetas ante la mirada cómplice del estamento militar del país. Después vino el trancazo definitorio: las decisiones del TSJ que, de acuerdo con la propia apreciación de la Fiscal General de la República decretaban definitivamente la ruptura del orden constitucional, lo cual se traduce en fin de la democracia y entrada a la imposición de un régimen de carácter totalitario y con lo peorcito de la sociedad venezolana. Y así llegamos a la situación política de hoy, con la tolerancia hoy rayando en alcahuetería.

Y como si eso fuera poco, a la par de ese proceso de degradación política de la nación, un fenómeno nauseabundo se fue imponiendo. En una combinación de manejos turbios con los recursos de la nación, denunciados incluso por la propia disidencia de la “revolución”, se fue tejiendo una madeja de delitos colaterales que marcaron la característica principal de la composición del régimen. El “imperio”, los tiene precisados, conoce de las andanzas de muchos altos funcionarios, civiles y militares, presuntamente involucrados en delitos relacionados con el narcotráfico, lavado de dinero y una serie de negocios ilícitos.

Para nadie es un secreto hoy las negociaciones en las que fue involucrada y que se fue del país sin aclarar, una hija del presidente Hugo Chávez, como el lío en el que se encuentran envueltos en estos momentos por el delito de tráfico de drogas, familiares de la pareja presidencial. Y muy tolerante ha sido este pueblo que pese a la gravedad de estos y muchos otros hechos en los que se ven envueltas personas estrechamente vinculadas al régimen, sin que pese sobre ellos ni siquiera el rencor.

Ahorita mismo está en el tapete otro acto de agravio a la nación, con la desventajosa y vergonzosa situación de venta al banco norteamericano Goldman Sachs de bonos petroleros en el que, según fue denunciado por la Asamblea Nacional, existe un daño patrimonial a la nación por 1.935 dólares; y esto no trasciende pese al gravísimo hecho de que, según últimas revelaciones, gran parte de las divisas obtenidas serán para financiar la compra de más armas para las fuerzas armadas mientras la gente en Venezuela se muere de hambre y de enfermedades por falta de alimentos y medicinas. No le para la mayoría del país, y mucho menos esa masa ciega que sigue al régimen y que sigue repitiendo el estribillo según el cual Maduro, como su antecesor, “tampoco se va”.

Para alivio de la causa por el rescate de la institucionalidad y la democracia en el país, existe cierto movimiento interno de últimos momentos que muestra a representantes de distintas jerarquías en los poderes públicos en el que, además de la Fiscal de la república, se pronuncian jueces (TSJ) y miembros de la institución castrense cuyas voces intenta el régimen acallar sometiéndolos a prisión en cárceles militares que hoy se encuentran totalmente abarrotadas a causa de la presión que ejercen centenares de miles de venezolanos decididamente involucrados en las luchas por el cambio. Esto sin contar la presión que ya comienzan a ejercer países y organismos de la comunidad internacional, contra los miembros del gobierno que comienzan a sentir las medidas que los acorralan y privan de dineros y bienes mal habidos depositados en bancos y de inmuebles adquiridos en el exterior.

Entonces solo queda en estos momentos seguir resistiendo, en primer lugar porque no podemos defraudar a esos 60 jóvenes tristemente sacrificados, y en segundo término porque hay un país que rescatar; esa nación que nos exige mantener y fortalecer esa la unidad que en los últimos dos meses hemos logrado hermanar en las luchas, y sobre todo, ir a la gente a explicar los males que padecemos y los “remedios” que debemos tomar para sanear ese cuerpo de nuestra adolorida patria. Y, definitivamente exigir a la dirigencia política que fije, pero ya, la líneas y acciones a seguir para evitar la convalidación del fraude en ciernes. Solo así podríamos evitar convertirnos en los alcahuetes en que nos pretenden nuevamente engatusar con el cuento de la Constituyente.