Alfredo Maldonado: La vaina no es en Altamira

Alfredo Maldonado: La vaina no es en Altamira

Alfredo Maldonado
Alfredo Maldonado

 

La Plaza Francia y el Distribuidor Altamira son anchos y simbólicos, la Plaza Brion ya es tradición, pero el péndulo se está moviendo al otro lado, donde el incendio es más duro para la gente y más peligroso para el madurismo, el Oeste, desde las clases medias de El Paraíso, donde los uniformados han cometido todo tipo de errores feroces con fanatismo suicida, hasta los sectores populares de sus alrededores y cercanías, el gran símbolo caraqueño está ahora en las amplitudes alrededor de La India.

Curiosamente, quizás asunto de destinos y profetas, también en El Paraíso está la sede de la Guardia Nacional Bolivariana, de ahí rebotan hacia las calles las órdenes que vienen de Fuerte Tiuna -ese gran vecino de El Valle- donde, no sólo se centra el nuevo ¿y confiable? Alto Mando Militar y la residencia presidencial, sino toda la ferocidad por órdenes y la angustia por la diaria realidad que salen a reprimir.





Hay que entender qué es la clase media, el madurismo la confunde con Altamira y Bello Monte, por sólo citar dos zonas, pero la clase media es en todos los países del mundo, y Venezuela no es excepción, el sector socioeconómico más grande y variado. De clase media es un abogado de bufete pequeño, el gerente de una agencia bancaria y el plomero que va a arreglar problemas en las casas, para más detalle pregúntenles a Jesús Seguías de Datincorp y a Luis Vicente León de Datanálisis -y hasta al calmoso Oscar Schemel de Hinterlaces.

La clase media no es un grupo que se lo pasa bien, no es aquella burguesía de los tiempos de Karl Marx -clase media él mismo-, en el siglo XXI es una realidad nacional. Clase media son los militares de sargentos profesionales para arriba, aunque los oficiales colocados en la burocracia sean otra cosa.

Si conocen a un teniente o un capitán -fíjense que no hablo de soleados- que tenga a su cargo un costosísimo Sukhoi o cualquier avión, o un helicóptero sea estadounidense, francés o de los rusos que se caen, o tanquetas y armamento que cuestan montones de dólares, pregúntenle cuánto gana al mes y saquen la cuenta.

Y si conocen a algún empleado bancario, pregúntenle dónde está el verdadero negocio de su banco, si en las confortables oficinas especiales para ricos y empresarios, o en la enorme masa de ahorristas y cuentacorrentistas, y en los que piden créditos pequeños.

Una cosa es entregar apartamentos frágiles pero nuevos de la Misión Vivienda y otra creer que al instalarse allí siguen pensando como pobres. Los pobres quieren ser de clase media aunque sea el nivel más bajo, los clasemedistas bajos quieren ascender a los niveles medianos y altos, no es sólo cuestión de sueldo, es también, y más, asunto de dignidad de vida.

¿Cuántos estudiantes de las universidades privadas, públicas y bolivarianas son “humildes trabajadores” o sus hijos? Si usted está en una universidad o tiene hijos en una de ellas, camarada, usted es de clase media. Y si ya vive en un apartamento de la Misión Vivienda, también, quien sale del rancho se convierte en clase media aunque no le alcance el salario -como a la mayoría de los venezolanos- para mas o menos alimentar a su familia.

Los trabajadores de las empresas son de clase media con la ventaja de que tienen prestaciones sociales más o en menos aseguradas, y de clase media son prácticamente todos los empleados públicos aunque no puedan expresarlo porque los despiden.

El Paraíso de punta a punta, Caricuao, Montalbán, La Vega con algunas excepciones, El Valle, Petare con sus ranchos construídos sobre columnas de concreto y paredes de ladrillos y casi todas las ciudades de este país son de clase media, y la clase media siente con más rudeza el empobrecimiento y el derrumbe del poder adquisitivo del bolívar.

Es allí donde está el error perenne del comunismo y de los comunistas, en proclamar retóricamente igualdad social y ejecutarla igualando hacia abajo, les ha pasado en todas partes y en todas partes los han echado a patadas y, más de una vez, a sangre y fuego. Los políticos rojos van a los barrios pero viven en Los Chaguaramos, en apartamentos, no en ranchos, ser mártir del pueblo no es cosa fácil, se puede ser buen comunista desplazándose en autobús, por puesto, metro o moto, pero estómagos y bolsillos tienen necesidades similares en todas partes.

A menos que el comunista esté en el Gobierno, y entonces se lanza con furor a envolverse en la nueva clase y a descubrir las delicias de Disneyworld, Kendall y similitudes. Un comunista que acumula dólares seguirá hablando del pueblo, pero sin entender los detalles, el poder es la inagotable caja chica y el pueblo se difumina en indefinible fantasma, es como rezar a Dios para pedirle perdón y el cielo, pero agarrando plata por si la vida diaria por estos lados terrenales aferrados a puntos de venta y cajeros electrónicos.

Y un detalle pragmático para finalizar: mientras más protesten en las zonas de esa clase media baja, más cercanos serán policías y guardias nacionales a las personas a las cuales reprimen. Tomen unos y otros eso en cuenta, me reprime mi vecino, mi compadre, mi familiar, mi igual, es a esos a los cuales gaseo.

Y un detalle más, quizás romántico. Prueben a llevarle botellines de agua, chocolates y galletas a los uniformados con sus escudos y escopetas, pero no temprano en la mañana sino después que se hayan ganado el salario del día. Serán brutales, pero también sufren cansancio, sed y hambre.