Venezuela ante su mayor desafío: Desmontar la dictadura, por Maria Auxiliadora Dubuc

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Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía.
Simón Bolívar
 

En Venezuela desde 1999, cuando aquel teniente coronel llegó al poder, instauró un proceso llamado por él,  Revolución Socialista del Siglo XXI, dirigido desde Cuba, nada menos que el comunismo, aun hoy día continuamos en presencia de ese mal, que aunque disfrazada, no es más que una dictadura cuyo proceso está en avance alcanzando niveles inimaginables.





Sin lugar a dudas se trata entonces un régimen que cada día se define más como lo que es: autocrático, aislacionista, centralista y totalitario. En este orden, esta experiencia inédita nos llama a reconocer que este proceso ha introducido una novedad dentro de los regímenes dictatoriales comunistas que conocemos: hacen uso de algunas de las reglas de la democracia, transformadas, modificadas, interpretadas y adaptadas para su propio beneficio, con el fin irse consolidando poco a poco, y  en buena medida perpetuarse en el poder, la verdad podemos decir que aquí lo han logrado.

El desafío radica entonces, para aquellos venezolanos demócratas que nos sentimos acorralados, en cómo desmontar un sistema que en cual los hechos tiene cara de dictadura, patas de dictadura, rabo de dictadura, a pesar de que no se llame formalmente dictadura. Desmontar ese sistema no es fácil, está anclado en el poder y no se logrará simplemente a través de  elecciones libres y democráticas, elecciones que dicho sea de paso, ya fueron confiscadas por el régimen el año pasado.

La concentración de todos los poderes en el Poder Ejecutivo, el intento fallido de legitimarlo e intentar hacerse del legislativo,  por medio de las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional, el pronunciamiento de la Fiscalía General; el anuncio del retiro de la OEA; la represión y violación reiterada de los derechos humanos durante más de 100 días de protesta, son indicadores inequívocos que en Venezuela definitivamente hay una dictadura. Por otro lado, el chantaje, las amenazas, las trampas, el uso descarado de los recursos del Estado, la compra de conciencias, el control absoluto de todos los poderes y el uso de la FANB como su brazo armado, hacen bien difícil una salida Constitucional al conflicto.

Aun así, y con este panorama, los venezolanos necesitamos rescatar la democracia y nuestras libertades, para ello la meta es clara: destituir al dictador. Está de anteojito que Nicolás en su terquedad,  no va a dejar el poder voluntariamente y que además tiene a su alrededor una serie de personas que lo apoyan y le acompañan con un único interés común: permanecer indefinidamente en el cargo.

Por esa razón ya luce bien cuesta arriba de por si, deshacerse del dictador per se, pero mas allá de eso, el problema es que esa no es la única tarea, se trata de algo mucho más complejo,  porque para hacer de esta una sociedad una libre, sin duda hay que desmantelar la dictadura completa, es decir, el Estado dictatorial.

Sin embargo, nos encontramos que no existe un patrón, que pudiera servirnos de hoja de ruta para organizar las acciones necesarias para derrocar al dictador, la experiencia nos indica que son las iniciativas individuales, la identificación en campo de aquello que a la postre puede señalarse como el desencadenante de la ruptura del régimen, lo que en definitiva cuenta para su desenlace final y caída. Los líderes, por supuesto, son determinantes, ya que tras el largo trajinar con la dictadura por lo general logran descubrir los puntos débiles y seleccionar la acción necesaria, ese hecho desencadenante que pone fin al régimen.

Algunos plantean etapas a manera de receta para salir de la dictadura, una primera etapa que consistiría en llevar a cabo acciones para generar y promocionar un clima de malestar; entre ellas la realización de “denuncias de corrupción y la promoción de intrigas”, una segunda etapa a través de la cual se procedería a desarrollar intensas campañas en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos acompañadas de acusaciones de totalitarismo contra el régimen en el poder. 

Una tercera etapa que se centraría en la lucha activa por reivindicaciones políticas y sociales y en la promoción de manifestaciones y protestas violentas, amenazando las instituciones. Seguido de una cuarta etapa en la que se llevarían a cabo operaciones de guerra psicológica y desestabilización, creando un clima de “ingobernabilidad” y una quinta etapa que tendría por objeto forzar la renuncia del Presidente mediante revueltas callejeras para controlar las instituciones, mientras se mantiene la presión en la calle. Sin duda todo va dirigido a preparar el terreno para una intervención militar, mientras se desarrolla una guerra civil prolongada y se logra el aislamiento internacional del país.

Concretamente para desmantelar una dictadura como la que tenemos en el país, es necesario entonces tanta disciplina como se pueda, hacer las cosas en orden y siguiendo pasos calculados de manera firme, sin precipitarse,  unidos, para ello es fundamental que exista una oposición fuerte, y que sus líderes estén dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias, haciendo todo que se hace falta para lograrlo, en un compromiso absoluto con el país.

También es fundamental una estrategia basada en desenmascar el régimen, hacer ver frente al mundo que carece de legitimidad, a través de demostraciones pacificas, donde una masa multitudinaria de gente llena un espacio grande para generar imágenes para los medios de comunicación, con la consiguiente represión, sin duda la protesta social deja en claro el poco apoyo del régimen.

En ausencia de elecciones que permitan explicar la dimensión del apoyo o rechazo que tiene el gobierno, la lucha en la calle se convierte así en el termómetro de su impopularidad que termina dando paso a algún tipo de negociación o acuerdo que permita la transición, cuando se evidencia el rechazo popular, asunto que hemos hecho correctamente hasta la fecha durante más de 100 días de protesta.

Esto nos obliga a mirar la experiencia en otros países que han logrado deshacerse de regímenes dictatoriales duros. La historia nos enseña que los regímenes comunistas por su carácter totalitario, de un solo partido, la no independencia de poderes, la no aceptación de la disidencia y tener sus propias fuerzas armadas, hace que sea bien difícil poder, por vía democrática, reiteramos, a través de la opinión del pueblo expresada con votos en las urnas, salir de él. En muchos países que han sufrido este tipo de régimen han intentado activar todas las vías que establece su Constitución y las reglas que ofrece la democracia para lograrlo y ha sido imposible, con muy contadas excepciones.

Lo más común para poder cambiar ese tipo de sistemas es a través de acciones de violencia, lo que de suyo no pareciera lo más indicado, ya que el costo en vidas humanas así como el trauma social y económico es muy alto. Sin embargo hay muchos tratadistas, políticos, analistas y activistas democráticos que creen que bien vale la pena de pagar ese costo en función del beneficio para el pueblo, para el país y la sociedad en general, a pesar de lo doloroso que resulta.

Cuba, la dictadura comunista más longeva activa en la actualidad, quien dirige  el proceso en Venezuela y el caso de Corea del Norte, son buenos ejemplos de que los regímenes comunistas no aceptan ninguna salida democrática. Cualquier intento al respecto es reprimido y sus actores fusilados, encarcelados o exiliados. En Cuba, como en China se están notando últimamente, algunos atisbos de apertura pero todos ellos dentro del concepto de totalitarismo. En general, la historia de América Latina conoce muchas dictaduras de diversas clases, desde las rústicas del período de la anarquía que siguió al surgimiento de las repúblicas independientes, hasta las complejas dictaduras marxistas impuestas en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Por otro lado, en Europa, Polonia tras la Segunda Guerra Mundial, sufrió la invasión soviética que implicó la imposición del socialismo, no era posible para los trabajadores organizar sindicatos. Sin embargo, obreros descontentos con el autoritarismo y la incompetencia, se organizan y forman organizaciones pacíficas que la dictadura consideró ilegales, el KOR (Comité de Defensa de los Obreros). En 1980, estos sindicatos convocaron a la huelga, a lo que la dictadura respondió mediante la imposición de la Ley Marcial y los líderes de los principales sindicatos libres, fueron encarcelados, pero estos siguieron luchando por cambiar el sistema: las huelgas y las concentraciones por la libertad no pararon, hasta que en 1989 a través de elecciones pusieron fin al sistema comunista en Polonia. El ejemplo polaco demuestra cómo los trabajadores pueden confrontar a una ideología que dice defenderlos.

Otro ejemplo es el de Slobodan Miloševi? quien estableció una cruel dictadura en Yugoslavia, nacionalista serbio miembro del Partido Socialista, centralizó el poder en Yugoslavia y atacó a otros grupos nacionales yugoslavos. Así, los enemigos del régimen socialista fueron perseguidos, torturados y  asesinados. La dictadura de Miloševi? sobrevivió a varias guerras internacionales y a la incompetencia económica del régimen, Yugoslavia experimentó una tasa de inflación del 313.000.oo % en 1994. Por estas razones, un grupo de jóvenes estudiantes serbios decidió crear la organización Otpor.  Este movimiento confrontó pacíficamente al régimen y sus aparatos de represión a través del humor. Aparecían en las calles de Belgrado con eventos juveniles, conciertos y marchas. La dictadura Yugoslava declaró a este grupo como un grupo terrorista, pero el régimen no puedo detenerlos. Para el año 2000 la oposición Serbia, apoyada por Otpor, ganó las elecciones y aunque la dictadura no estaba dispuesta a aceptar los resultados y sufrió enormes protestas, finalmente, el régimen cayó.

Estonia, en la actualidad, uno de los países más libres del mundo, fue víctima de la Unión Soviética. El imperio soviético conquistó esta República del Báltico tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, una gran parte de los ciudadanos de Estonia se opuso al socialismo y a la invasión soviética. En 1987, tras la aparición de las profundas reformas iniciadas por Mijaíl Gorbachov, los estonios comenzaron a mostrar su rechazo, unos 300.000 estonios salieron a las calles de Tallin a interpretar canciones patrióticas, prohibidas durante la era soviética. Desde entonces, los estonios salieron periódicamente a las calles a exigir reformas democráticas y de mercado. Cuando los sectores más conservadores de la URSS intentaron detener las reformas, los estonios actuaron mediante conciertos, cadenas humanas y acciones políticas no violentas. Finalmente, en 1991, tras un referéndum, Estonia declaró su independencia de la URSS.

Checoslovaquia también fue víctima del imperialismo soviético tras la Segunda Guerra Mundial. En 1968 una serie de reformistas socialistas intentaron modificar el sistema que vivía su país, pero tanques del Pacto de Varsovia evitaron la transformación. Los intelectuales se vieron obligados a huir, otros debieron quedarse bajo estricta vigilancia estatal pero a finales de la década de los ochenta algunos intelectuales checos y eslovacos llamaron a los ciudadanos a la resistencia. Escritores y músicos  invitaron a checos y eslovacos a manifestarse pacíficamente en contra del régimen socialista. A partir de 1988, el régimen, contra las cuerdas, sufrió constantes manifestaciones pacíficas, hasta que finalmente, en 1990 se convocaron elecciones libres en las que los socialistas fueron derrotados.

Son experiencias a valorar en su justa medida, cada una de acuerdo a su realidad y entorno, sin embargo en el tapete hoy en Venezuela tenemos una carta, el tema del dialogo y la negociación que debemos abordar aquí porque aunque a algunos les suene a “macoya”, no lo es, y en strictu sensu puede resultar un instrumento muy útil para resolver cierto tipo de conflictos todo lo cual no debe ser ignorado o rechazado, porque a veces es apropiada y necesaria.

En algunas situaciones, la negociación involucra hacer concesiones mutuas, y pueden significar un paso importante para la  resolución efectiva de un conflicto, sin embargo, dependiendo del tipo de negociación es distinto el tratamiento, así una negociación cuando se trata por ejemplo de la resolución de conflictos laborales con sindicatos legales tiene un tratamiento muy distinto a una negociación  para la resolución de un  conflicto donde la continuada existencia de una cruel dictadura o el establecimiento de la libertad política están en juego.

La realidad es que cuando los asuntos en discusión, afectan principios o el futuro de una Nación, las negociaciones no proveen una manera sencilla de alcanzar una solución mutuamente satisfactoria, ya que en algunos puntos básicos es inaceptable que hayan concesiones porque lamentablemente sólo un cambio en el poder a favor de la democracia puede salvaguardar adecuadamente la meta, y eso únicamente ocurre a través de la lucha, no a través de negociaciones.  La realidad es que la negociación puede no ser una opción en nuestro caso concreto, porque  los dictadores firmemente atrincherados que se sienten seguros en su posición por lo general, rechazan negociar con sus oponentes, luego no es una forma realista de eliminar de raíz una dictadura férrea.

Sin embargo, pese a lo complejo que podría parecer salir de esto, en nuestro caso, la realidad inocultable es que la Revolución está partida, y es imposible que se vuelva a recomponer, esa incisión se hará más grande mientras pase el tiempo ya que sus causas originarias están presentes, a saber, la imposibilidad de mantener la gobernabilidad en el marco de la actual Constitución, dadas las pretensiones de continuismo y el contexto de inviabilidad socioeconómica que suponen sus políticas  y que nos afectan a todos directamente.

La oposición en Venezuela, por su parte, está frente a una disyuntiva dada la insensata práctica del régimen de explosionar todos los puentes, porque analizando, es sin duda el propio régimen el que instala la idea de una mala jugada de los opositores si se acercan a conversar con ellos, en una fórmula de auto-desprestigio, en una palabra hablar con ellos es rayarse, es engañar a los tuyos, conversar con el régimen es, propio de opositores que juegan sucio y a espaldas de los suyos, es traición.

De tal modo que mas allá de un proceso de negociación que consideramos inviable, el régimen está consciente que sentarse a dialogar en serio, significa la última etapa de su derrota definitiva porque significaría dimitir, capitular y pactar un cronograma electoral todo lo cual, no es más que una transición, por esa razón se burlan del diálogo, y en ese orden dinamitan lo que dicen propiciar, esa es su estrategia.

Como indica la teoría, la transición si no pasa por la fuerza, lo hace por un pacto, el diálogo es subversivo y es difícil que sinceramente accedan a él a menos que la amenaza de la fuerza provenga de adentro o cuando se convenzan de su propia derrota, en ese orden sinceramente no sabemos lo que ocurre en su interior, y en realidad no hay la más mínima señal de que ello esté en camino. Así las cosas, la verdad es que este actor va a hacer lo presumible, lo esperado y sin sorpresas, en mi opinión continuará en su terquedad y empecinamiento.

No existe una fórmula mágica para derrocar a la dictadura que nos tocó vivir,  a lo tropical, Nicolás y sus adeptos, siguen cómodos en la mentira, el odio y la violencia, así  se afianzan y lucen empoderados, mientras el pueblo resiste, pero cuando el gobierno está derrotado, gracias a sus fracturas internas, y su impopularidad; la habilidad de nuestros líderes, la protesta civil y la neutralidad de los militares, es determinante y lo único que nos ayudará a salir de esta crisis política, institucional y socioeconómica que agobia al país.

 

MARIA AUXILIADORA DUBUC P.

@mauxi1