María Andreína Muñoz-Tébar: Cumbia y patacones

María Andreína Muñoz-Tébar: Cumbia y patacones

 

Cuando se nace y crece en Cúcuta, a escasos kilómetros de Ureña y San Cristóbal, y de paso te enamoras de uno con sangre bien “chévere” y amante de los tequeños, lo natural y esperado es sentirse mitad Venezolana; y cuando se tiene un corazón tan noble como el de María Paola Quintero Pinzón, por años colaborando de manera pro activa con diversas fundaciones benéficas, pues solidarizarse con esos hermanos venezolanos que sufren hoy la peor crisis económica y política de su historia republicana viene siendo el cuatro de una sencilla suma de dos más dos.

La ayuda humanitaria entre hermanos no distingue entre “cantaítos”, acentos y expresiones. El “oiga, paisa… Acérquese que por acá le tenemos un plato de comida calientito” resulta un espaldarazo repleto de amor para cualquiera, sobre todo cuando se abandona terruño y casa por mera reacción de supervivencia.





Cuenta Mapao, como la conocen muchos, que hace unos años su voluntariado se enfocaba hacia fundaciones que atendían a la niñez y a los desplazados colombianos. Quien nos lee debe recordar que en 2015, por decisión del Ejecutivo de Venezuela, se ordenó cerrar la frontera y comenzar con una ola de deportaciones de ciudadanos colombianos que residían, hacían vida en Venezuela. Porque años atrás muchos llegaban desde el lado de la Cumbia a la tierra del Joropo. Y ahora, dada la gravísima situación económica en la tierra que vio nacer a Bolívar, son las familias venezolanas, por hambre, enfermedad o inseguridad, las que atraviesan la frontera. Prefieren dormir en plazas y parques, en refugios abarrotados, pero al menos comida y medicamentos se consiguen. Seguridad y justicia ciudadana también…

Así que esta colombiana, de corazón grandote y full conectada con la idiosincrasia venezolana, se ha dado a la tarea de organizar jornadas solidarias de recolección, preparación de comida y compañía a emigrantes criollos. Junto a la Fundación Venezolanos en Cúcuta, creada por empresarios venezolanos que emprendieron en tierras colombianas hace mucho tiempo, sirven comidas, le llevan a estos venezolanos pañales, ropa, enseres, y organizan para las familias jornadas de acompañamiento y oración. Muchos vecinos, deportistas, moteros, artistas se han unido en solidaridad preparando más comidas en casas de particulares, y repartiéndolas en los parques donde consiguen a hermanos venezolanos viviendo en un banquito. Algunos van de paso, comen y se van. Otros se inventan un negocio informal, vendiendo agua o tortas en la calle, para poder subsistir hasta conseguir un empleo más digno o estable.

En materia de salud, nos comenta Mapao que han logrado atender a niños con cáncer que no lograban recibir un tratamiento idóneo; provienen estos enfermitos no solamente del fronterizo estado Táchira sino también del estado Mérida, y lo logran gracias a la colaboración de la Fundación Soñar Cúcuta que atienda a niños enfermos con esta enfermedad en la localidad.

“Son gente buena. Llegan desesperados, agotados de tanta incertidumbre vivida. Saber si comen, si pueden sanar, si pueden amanecer vivos no son preguntas a las que consiguen respuesta actualmente en su país” – Nos relata María Paola.

Se han dado cuenta que brindarles comida y ropa ayuda. Pero hacerles sentir en casa, acompañados, llenarlos de unos minutos de sonrisas y oración, en medio de una plaza colmada de incertidumbre es para ellos lo que más reconforta y alimenta sus esperanzas.

“¿Que por qué estoy protestando y ayudando a los venezolanos? Tengo familia en Venezuela, pasando trabajo pero resolviendo gracias a nuestra ayuda, pero ¿Y los demás? no soy capaz de quedarme en mi casa sentada viendo como familias enteras llegan huyendo de su país. Mi corazón en este momento está con Venezuela” – Expresa una Mapao cargada de solidaridad de la buena –

“Dios mío, es imposible contener las lágrimas ante esta situación. Ruego a los cucuteños que se unan a nuestra causa y le demos una mano a estos venezolanos. Y los niños, que son muchos, no saben ni entienden lo que está pasando”.

Un puente entre ambas naciones se colma de lágrimas y despedidas. Perseguidos políticos, familias con niños o adultos enfermos, venezolanos con hambre y en desempleo. No viajan por placer. Algunos huyen, otros simplemente tratan de sobrevivir.

Gracias a María Paola y tantos venezolanos en Cúcuta por este puente solidario que han creado en tierras colombianas. Gracias a los vecinos de esta ciudad que han abierto su corazón para paliar la realidad de tantos venezolanos. El mundo vive lamentablemente crisis de refugiados en distintas latitudes. Hace falta que los ciudadanos y líderes de todas las naciones se pongan en los zapatos de estos caminantes que sólo buscan un mejor porvenir ante guerras, terrorismo, hambre y enfermedad. Lo que más añoran es volver a su raíz, su terruño, su razón de vida. Un mientras tanto solidario resulta vital para cada una de estas familias.