Las caras del fraude, por Víctor Jiménez Ures

Las caras del fraude, por Víctor Jiménez Ures

Víctor Jiménez Ures
Víctor Jiménez Ures

Finalmente se cumplió la profecía de los abstencionistas: Nos hicieron fraude. Los reproches no pueden faltar, son justos y también necesarios. No podemos pretender esconder todas las objeciones bajo la alfombra de la disciplina partidista, pues ciertamente ahogar las voces de los inconformes con dicha excusa, peregrina por demás, no nos alejaría mucho del chavismo al que tanto adversamos.

 

Hubo fraude, eso sí, de que lo hubo lo hubo, y lo decimos con responsabilidad. No se trata de solamente de la forma clásica del fraude electoral, consistente en rebajar la cantidad de votantes de unos a favor de otros (que posiblemente hubo casos), sino  de maneras más refinadas que la dictadura ha perfeccionado con el pasar de los años. A estas alturas la Ley Orgánica de Procesos Electorales es, sin dudas, uno de los instrumentos normativos más violados por la dictadura de Nicolás Maduro; y aquellas frecuentes vulneraciones van desde el clásico peculado de uso, mediante el cual se aprovechan impúdicamente los recursos de las administraciones públicas para hacerse campaña, hasta la utilización de grupos paramilitares para infundir el terror entre los votantes, pasando ¿Cómo no? Por aquellas oscuras e injustificadas nucleaciones de centros electorales que solo sirvieron para ratificar aquel secreto a voces que hablaba de la bajeza moral y la escasez ética de los funcionarios del CNE.





 

Si utilizar la inversión social como herramienta de coacción en contra de sus beneficiarios, y ejercer el ventajismo descarado en los medios de comunicación públicos y privados (abusando de las Cadenas) no es fraude a la ley, entonces no sé que lo sea. De hecho, en cualquier país del mundo en que se respetaran las leyes, estas elecciones serían declaradas nulas de nulidad absoluta, pues las trasgresiones al ordenamiento jurídico estuvieron a la orden del día.

 

Ahora bien, nada hacemos a estas alturas discutiendo sobre si era conveniente o no ir a elecciones, pues criterios válidos había en ambas líneas argumentales. Lo que se hace necesario es reafirmar con solemnidad la unidad nacional de cara a un proyecto de país distinto al que tenemos en la actualidad, y sumar todas las visiones posibles. En este sentido, pasada la coyuntura  electoral, lo estratégicamente correcto sería unificar fuerzas vivas en contra de la dictadura.

 

Debemos tomar  en cuenta que estamos en una fase delicada en que el manejo político podría debilitar aún más la credibilidad de la dictadura y favorecer indeciblemente las condiciones generadoras de una transición pacífica del Poder; o bien fortalecer a la dictadura debilitando la credibilidad de la MUD nacional e internacionalmente, dejándonos solos ante un régimen triunfante y fortalecido. Sin embargo, de todo este asunto lo que resulta realmente alarmante no es tanto la actuación del régimen, al fin y al cabo esa es su naturaleza;  lo realmente aterrante es la falta de coherencia y unidad dentro de la “Unidad”, valga la redundancia.

 

Confunde y decepciona el grotesco espectáculo ofrecido por muchos miembros de la MUD que, mientras Gerardo Blyde da la cara denunciando irregularidades, levantan sus escuálidas (nunca mejor utilizado el término) actas de nombramiento, cantando Victoria y salvando así sus cuotas de poder, llegando incluso a coquetear con la idea de juramentarse ante la ilegítima y espuria Asamblea Nacional Constituyente. Ni hablar de los que reconocen sus derrotas, como si de elecciones normales, limpias y justas se tratara.

 

Así, mientras algunos miembros de la MUD denuncian el Fraude, en cualquiera de sus formas, otros no sólo avalan los irregulares comicios cantando victoria, sino que además contemplan legitimar a la Asamblea Nacional Constituyente; y aquello, lo digo como ciudadano y abogado, es un delito histórico y además un crimen con tintes de colaboracionismo absurdo, digno de ser tomado como traición a los ideales democráticos que inspiran la existencia de nuestra MUD.

 

Cierto es que la dictadura nos está aplicando eficientemente aquello de “Divide y vencerás”, pero no por ello debemos abstenernos de emitir opinión alguna ante tan deshonestas actuaciones que vienen a representar el triunfo del amor propio por encima del bien común. Estas actuaciones, además de lo objetables que llegan a ser por sí mismas, generan por añadidura un mal mayor,  que avanza inexorablemente hacia nosotros: La desesperanza.

 

En efecto, nuestro peor enemigo es el llamado “Guayabo”, que desmoviliza electoralmente al voto opositor, y lo erosiona ostensiblemente, degradando notablemente la representación electoral de quienes nos oponemos al Régimen. Así, el natural desconcierto y la desconfianza que se genera en el venezolano de a pie, propician las condiciones adecuadas para que los estrategas del gobierno (de la mano con sus inefables secuaces del CNE) convoquen a elecciones Municipales lo más pronto posible, buscando pasarnos la aplanadora, y sin mucho esfuerzo…

 

No entraré a discernir sobre si conviene o no que la MUD acepte ir a las municipales, y bajo qué términos, lo que sí puedo decirles es que, si no alcanzamos un nuevo acuerdo de unidad y sinceramos las condiciones de participación en esta variopinta alianza, puede que nos arrasen en las Municipales, y que seguidamente convoquen presidenciales. Ya lo decía el otro día: No es lo mismo fraude que defraudar.

 

Víctor Jiménez Ures.