Las deudas del populismo la pagan los niños, por Miguel Ángel Martinez

miguelangelmartinezNo hay campaña electoral –que han sido muchas- en los últimos 18 años en la que no se vea la típica foto de un candidato besando o abrazando a un niño pero más allá de la táctica propagandística, la realidad muestra que son muy pocos los que realmente trabajan o denuncian la dolorosa realidad de los infantes venezolanos. Quienes hoy pagan un muy alto costo por los recurrentes errores de las élites y por un régimen que es capaz de todo por seguir aferrado al poder.

La situación es realmente preocupante. La organización Cáritas Internacional develó que el 54% de los niños sufren de desnutrición, que 8% de los niños con desnutrición moderada son menores de 5 años y que el 3% es severo. Las consecuencias de lo que padecen hoy los pequeños venezolanos pasarán factura en el futuro a la sociedad venezolana. Hace un año lo alertaba con preocupación Mercedes López de la Fundación Bengoa “el que no se alimenta bien, no piensa”.

Aunque Hugo Chávez prometió cambiarse el nombre si había otro niño en la calle, sus discípulos no hacen otra cosa que multiplicarlos con sus políticas re-distributivas de miseria. En este último trimestre del año –como de costumbre- pagarán más de 3600 millones de dólares de la deuda externa, sacrificando la comida y las medicinas de miles de hijos de Venezuela con el único objetivo de no desmontar la fachada del Socialismo del siglo XXI.





Las respuestas de las organizaciones internacionales son tardías para dar respuestas a lo que vive se vive en el país. La FAO lentamente va reconociendo la realidad del sistema venezolano tras años de confianza y premios por los “logros” del sistema venezolano.

En Venezuela ni siquiera la vida como el derecho más elemental se garantiza. En los últimos meses hemos observado con preocupación cómo niños nacen en la calle o en una silla de un hospital mientras su madre esperaba ser atendida, pues los centros hospitalarios son la cara de la crisis humanitaria, la misma que a falta de incubadoras dispone de cajas de cartón para recibir a recién nacidos.

La crisis no solo se denota en los centros de salud, también en las escuelas. Al comienzo de este año escolar, las aulas en Venezuela denotaron un profundo ausentismo que responde al hambre, el alto costo de la vida, el éxodo y el quiebre de una sociedad, donde sus niños abandonan la escuela para entrar al contrabando de gasolina, como sucede en la Guajira venezolana según el reporte del New York Times.

En la frontera brasileña, el panorama no es menos crítico, en ciudades como Boa Vista las acercas, plazas y baños públicos son los hogares de cientos de niños venezolanos que junto a su familia se refugian entre los estados brasileros de Roraima y Amazonas; las autoridades locales han decretados planes de emergencia para entender la eventual crisis de refugiados.
Los pequeños hijos de Venezuela quizás no entienden el significado de democracia o dictadura –incluso muchos actores políticos tampoco-, pero las consecuencias de vivir en un régimen populista y mafioso son el pan de cada día para quienes no conocen otra cosa que vivir en una sociedad que sólo avanza a la debacle.

Distintas organizaciones –benéficas, políticas, religiosas y sociales- dentro y fuera de Venezuela han exigido por distintos medios la apertura de un canal humanitario para afrontar la crisis humanitaria que se vive la nación, pero el régimen cierra todas las puertas a esa posibilidad pues delataría el fracaso del populismo en Venezuela. Ya no hay dudas que al régimen le importan más la fachada del circo que el pan, la vida y la libertad de los hijos de Venezuela, quienes hoy –con mucho sufrimiento- pagan los platos rotos.