Julio Castellanos: Desigualda en la patria socialista

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El economista francés Thomas Piketty, autor del controversial y a la vez poco leído libro “El Capital en el siglo XXI”, al ser entrevistado por Moisés Naím, indicó y comprobó que históricamente la desigualdad material aumenta a pesar del crecimiento económico. De hecho, pareciera que, estadísticamente, los pobres nunca llegan a sentir los beneficios de una economía en expansión cuando sus gobiernos y élites están comprometidos con la inacción fiscal y la desinversión social. Ojo, tampoco cualquier inversión social, no confundir dar el pescado con enseñar a pescar.

Afirma el renombrado académico que los niveles actuales, históricamente crecientes, de desigualdad económica conducen a la existencia de una clase trabajadora con sueldos apenas suficientes para subsistir, es decir, sin capacidad para el ahorro o la inversión. Ahora bien, Thomas Piketty afirma que la principal limitación de su trabajo es la de no abordar suficientemente la evolución económica de los países de América Latina y África motivado a algo que aquí en Venezuela conocemos bien: La opacidad de las finanzas públicas.





Para ayudar a Piketty en su tarea de estudiar la desigualdad, por lo menos en el caso venezolano, aprovecharé este espacio de opinión para resaltar un fenómeno ignorado por casi todo el espectro político nacional y cuyas consecuencias son más que evidentes, a saber, la destrucción del salario y el diseño de una legislación laboral que roba las prestaciones sociales de los trabajadores venezolanos.

En principio, es obvio que la política fiscal expansionista y sin disciplina puesta en marcha por la dictadura militar durante casi 20 años generó la actual hiperinflación y sus resultados todos los sufrimos. Pero tal desastre no vino solo, resulta que los trabajadores son persistentemente robados cuando de forma progresiva, en medio de la lógica inflacionaria, se va aumentando el pago correspondiente al bono alimentario, la cesta ticket, dejando muy atrás al monto del salario propiamente dicho.

Anteriormente, el monto de sueldo mínimo era superior al del bono alimentario pero ahora eso está a la inversa y plantea un dilema de interés sindical relevante. El bono alimentario, por diseño legal, no computa al cálculo de las prestaciones sociales (los ahorros de los trabajadores), entonces, desde la perspectiva de cualquier obrero, si ahora cobro más por cesta ticket que por sueldo, en realidad me están robando el único patrimonio financiero que tenía a largo plazo. Por tanto, no saldré de la pobreza y el capital sigue acumulándose en las cuentas del empleador (sea público o privado). Esto podría corregirse fácilmente con un decreto que estipule calcular las prestaciones sociales sobre la base tanto del salario como del bono alimentario, pero eso a Maduro no le quita el sueño.

A pesar de tener un presidente que se autocalifica de “Obrero”, los trabajadores son condenados a la subsistencia y se les expropia su futuro. Hoy en día, ningún obrero venezolano está en capacidad de usar su salario para costear una casa para su familia, la compra de un auto o el costo de la educación universitaria de sus hijos. El economista Thomas Piketty es objeto de críticas porque sus aseveraciones, que considero correctas, ponen en tela de juicio el ideal de la democracia liberal establecido en el primer mundo, sin embargo, aquí, en el paraíso “socialista”, en la “patria antimperialista y bolivariana”, también la desigualdad, entre los vulgarmente ricos y los miserablemente pobres, crece a paso de vencedores. Motivo para una segunda edición extendida de su libro.

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