Nuevos precios hacen desaparecer la carne en Valera

Carnicerías lucen vacías. La carne brilla por su ausencia. (foto  Henner Vieras)
Carnicerías lucen vacías. La carne brilla por su ausencia. (foto Henner Vieras)

 

Luego de que la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde), publicara el pasado miércoles los nuevos precios de la carne, éste producto “por arte de magia” desapareció de la gran mayoría de las carnicerías valeranas. Así lo reseña diariodelosandes.com

A esta medida del Sundde se le suma el decreto 2300 emanado por la Gobernación del estado Trujillo, que regula la venta de carne, pollo, cochino, queso y huevos, además de prohibir la venta de productos regulados en las vías públicas.

A pérdida… ¡No!





Diario de Los Andes consultó a varios comerciantes dedicados a la venta de carne en Valera, éstos afirmaron que “nadie trabaja a pérdida”. Especifican que hay quienes han optado por comprar ganado andino para abaratar costos, pero como el estado no satisface la demanda de esta proteína animal, es necesario adquirirlas de la región llanera, y para traer carne de otras entidades, los costos “necesariamente” aumentan, pero ante la obligatoriedad de vender carne a un precio por debajo de lo que cuesta adquirirla, los comerciantes prefieren ofrecer al público otros productos.

“Si el Gobernador no reflexiona, en Trujillo no va a haber carne. Nosotros no tenemos capacidad para abastecernos, el ganado que comprábamos provenía de Barinas, pero ahora con estas medidas no podemos traerlo, ¿para qué? ¿Para perder? Eso no pasa en otros estados”, comentó uno de los comerciantes consultados.

Que asuman

Otro de los entrevistados afirmó que los mataderos de Trujillo están desolados. “Los trabajadores de los mataderos pasan el tiempo jugando dominó y bolas criollas. El Gobierno pretende que trabajemos a pérdida, entonces que ellos le lleven la carne al pueblo, porque con esos precios no podemos mantener el negocio”, dijo otro de los comerciantes consultados.

Preocupados

Los ciudadanos de a pie, que antes se quejaban por los elevados costos de la carne y que ahora se preocupan ante la desaparición de la proteína animal, comentan que suba o no el costo de éste, la inflación hace cada vez más difícil cumplir con una alimentación adecuada. “Volveré a comer carne cuando me muerda la lengua”, comentó una señora que aguardaba en una cola para pagar un cuarto de kilo de queso en un establecimiento comercial en el centro de la ciudad de las Siete Colinas.

Urge nuevo enfoque

El presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga), Carlos Albornoz, ha afirmado que es necesario un nuevo enfoque del modelo económico, porque el actual sólo limita la capacidad productiva del país, y por ende la inflación pulveriza el sueldo mínimo por la poca oferta de productos dispuestos en el mercado.

Sobre el consumo de carne en el país, Albornoz dice que los consumidores no pueden comprar la que se está produciendo, debido al deterioro de la capacidad adquisitiva de la población. “Si producimos no nos lo compran y el venezolano no puede adquirir la carne porque el salario mínimo no alcanza”, apuntó.

Déjenlos trabajar

El presidente de Fedenaga ha señalado que no se puede producir con el problema que aqueja al sector en lo relativo a maquinarias e insumos necesarios para trabajar. “No se puede producir con tractores que tienen la vida útil vencida. Si se pudiese reponer la maquinaria dejando de enviarle petróleo a Cuba por un mes o usando un poco de la renta petrolera para recuperar 17 mil tractores e insumos, el país podría producir la harina de maíz blanco a 40%, el huevo, el pollo, la soya, y todo dentro el aparato productivo lácteo”, indicó.

Ni los pellejos se pierden

Los carniceros de Valera afirman que la gente opta por comprar pollo ante la falta de carne roja, el cual se encuentra en un promedio de 22 mil bolívares. “Ni los pellejos se pierden, porque antes hasta los regalábamos para que se los cocinaran a los perros, pero ahora se venden porque la gente hace chicharrones de pollo”, dijo un comerciante.