Juan José Moreno: El derecho de los otros a opinar y decidir

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Este domingo deberá concluir un proceso al que el sector democrático del país acude más dividido que nunca, pero independientemente de la posición que de manera individual o colectiva asumamos ante él, algo en el que debemos estar de acuerdo todos es en el deber de cada uno de nosotros de respetar el derecho a disentir que tienen quienes no comparten nuestros criterios.

Por convicción propia o por línea partidista, podemos esgrimir el principio ético que nos señala la vía de la abstención, como posición o manera de manifestar nuestra condena a un régimen que se burla de una manera sistemática de la voluntad de elegir o revocar mandatarios o representantes ante los diferentes cuerpos legislativos.





Se trata de una situación de la que abundan los ejemplos: hechos como las trampas del inmoral CNE, descaradamente subordinado al poder del PSUV, para impedir los auténticos deseos de cambio de la población, torciendo la voluntad popular como quedó evidenciado en el robo de la elección al candidato del estado Bolívar, Andrés Velásquez, sin ninguna explicación, y la anulación, por imposición de la ilegítima Constituyente de la designación de Juan Pablo Guanipa como gobernador del Zulia; o el nuevo intento del régimen de condicionar la celebración de elecciones presidenciales, pese a que la propia Constitución de la República establece la obligatoriedad de realizarse en una fecha determinada, son a nuestro juicio circunstancias de carácter ético que nos alertan de no seguir cayendo de manera repetida en las trampas de un gobierno que termina finalmente de fijar sus reglas como las que aplica, entre otras, en los estados o municipios en los que son electos gobernantes de oposición.

No obstante, podemos considerar como válida la posición de quienes defienden como deber su participación en comicios como el que hoy convoca el régimen, a través de la ANC y del CNE, alegando la defensa de los espacios tradicionalmente conquistados por los vecinos en los distintos municipios y, aun más allá, de aquellos en poder del oficialismo. En lo personal, estimo un argumento difícil de rebatir, como lo puede ser también el esgrimido por el cardenal Jorge Urosa Sabino, quien merece nuestro respeto y consideración, de entender que el voto es también una manera de protestar. Se trata de dos visiones de alguna manera coincidentes, que merecen nuestro respeto, pero que dadas las condiciones del momento histórico y político que vive la nación nos resultan por lo menos insuficientemente aceptables.

Entre las razones que nos mueven a mantener este criterio destaca, por una parte, nuestro rechazo a someter a la población a la posibilidad de verse nuevamente frustrada ante los resultados de procesos viciados e imposiciones arbitrarias que van cargando a nuestra gente de desengaños y desesperanza. Nunca imaginamos las trampas que nos tiene armadas un régimen de comprobado carácter delincuencial, para condicionar nuestro acceso a esas pequeñas cuotas de poder que nos ofrecen cuando nos “dejan ganar”.

Por la otra, al participar en esa comedia a las que nos invita el régimen, corremos el riesgo de seguir perdiendo credibilidad ante los únicos y muy útiles aliados externos que constituyen el gran bloque de países y organismos internacionales que respaldan nuestras luchas, y cuyas medidas están ejerciendo una inmensa presión, de alcances que aún no alcanzamos a valorar, para ayudarnos a salir de la trágica situación que nos afecta como nación.

Por eso, nuestra invitación a la reflexión colectiva, a que cada quien analice internamente la conveniencia o no de participar o no en esta elección, y que su decisión sea la más consciente y acertada posible.

@JJ.MorenoA