Entre pitiyankis y pitichinos, por Alfredo Maldonado

thumbnailAlfredoMaldonadoSi ustedes leen el Correo del Orinoco -algo que deberían hacer de vez en cuando-, el principal medio de transmisión del pensamiento chavista, se darán cuenta de que cuando informan sobre petróleo no hablan de dólares por barril, sino de yuanes. Por ejemplo, en la edición de este sábado 9 titulan una nota “Cesta petrolera venezolana subió esta semana a 369,55 yuanes”. En el texto de la nota sigue la misma tónica “…lo que representa un descenso de 3,04 yuanes en comparación de la semana anterior…”, y sólo ya avanzado el segundo párrafo del cuerpo de la noticia explican que el cálculo es “el equivalente a 6,62 yuanes por dólar…”. Advierte el redactor que la información proviene del Ministerio del Poder Popular de Petróleo.

De manera que otro intento revolucionario de cambiar hábitos venezolanos en beneficio del pueblo pasa por dejar de ser pitiyankis a convertirnos en pitichinos. Que no necesariamente es un programa exitoso, como tampoco lo son la mayoría de los que inventa el Gobierno socialista, revolucionario y antiimperialista, si pensamos en el montón de autobuses Yutong abandonados por falta de repuestos y las dificultades de muchos propietarios de autos chinos -taxistas incluídos- para conseguir los suyos.

Y tampoco es porque los chinos sean los principales compradores del poco crudo que la deteriorada Pdvsa todavía logra producir, pues menos de la mitad es la que se está enviando para pagar lo que el Gobierno -y en consecuencia todos nosotros- le debe al lejano imperio del comunismo en el poder y la libre economía en acción y promovida por el Estado -que es la parte china que el madurismo todavía no logra entender, que es más práctico sostener manu militari el poder y dejar que los ambiciosos productores privados produzcan y compitan, es decir, comunismo del siglo XXI muy diferente del vejestorio que se desmoronó junto con la Unión Soviética. ¿Alguien diría hoy que Rusia y Vladimir Putil son símbolos del comunismo triunfante?





China y Rusia están siguiendo caminos propios y con más o con menos nadie puede negar que son potencias de gran importancia -China más que Rusia- mientras Cuba se prepara para un fúnebre pero esperanzador y muy esperado cambio en cuanto termine de morirse el octogenario Raúl Castro, quien de todas maneras ya ha empezado a permitir pequeños cambios. Pero tengan la seguridad de que cuando las cenizas del Castro menor sean aseguradas en su propia roca, como ya hicieron con las del hermano mayor, Fidel, los herederos no serán los ancianos que lo acompañan en el poder actual, sino hijos, nietos y seguidores de edades mucho menores y preparaciones mucho mayores.

La Venezuela chavista cambia con el mundo, sólo que el mundo cambia para mejor y la Venezuela de Nicolás Maduro cambia para peor, diferencia sustancial. Mientras la cúpula china, por ejemplo, mantiene una constante incorporación de campesinos miserables y olvidados a niveles de obreros contratados y habitantes de ciudades, la revolución venezolana mantiene una constante incorporación de venezolanos de clases medias y bajas a los niveles más bajos de miseria y decepción.

Como en China y Rusia la oposición política es poca cosa, es de pensar que cualquier desarrollo, cualquier mejoría, es acción coincidente o de acción-reacción Gobierno-población. En Venezuela el Gobierno traba a los ciudadanos y a la iniciativa privada, y la oposición se ahoga en sus propios egoísmos, con alguna que otra excepción, por lo que a los ciudadanos les están quedando pocas opciones, basta ver los resultados de las elecciones de alcaldes y concejos municipales.

El riesgo está en que los pueblos, aunque lo parezcan, nunca son realmente indiferentes y resignados.