Especial Navidad sin presos políticos: Giraldo, otro preso político de la “paranoia conspirativa” de Vielma Mora

Juan Giraldo preso político, 1 año y 103 días tras las rejas

 

17 diferimientos, otitis crónica y torturas psicológicas no son suficientes para que a los carceleros de Juan Giraldo y a las autoridades venezolanas se les ablande el corazón y permitan que este diciembre pase las navidades con su familia en su estado natal.





Juan Giraldo está recluido en el Helicoide desde el 19 de agosto de 2014 y aun no ha sido trasladado a un tribunal para poder tener un juicio “justo”, o por lo menos un simple juicio que calme su angustia de estar preso sin razón, solo por puro capricho del exgobernador del estado Táchira, José Gregorio Vielma Mora.

El delito de Juan: Ser el protagonista de la película conspirativa de Vielma Mora

Para Vielma Mora, la persona que lo mandó a las mazmorras del Sebin, el delito de Juan es tener a los amigos equivocados. El 23 de septiembre lo ligaron al caso de Lorent Saleh, Gabriel Vallés y Ronny Navarro, como si ser amigo de un preso es razón suficiente para estar encerrado en una celda que mengua esperanzas y sueños.

Giraldo trabajaba en el despacho de la gobernación del Táchira, hasta que Vielma Mora se enteró que mantenía una amistad con Carlos Pérez, era militante de Copei y exdirigente estudiantil. Esta fue razón suficiente para que la paranoia conspirativa de Vielma explotará y lo mandara a meter preso.

Tiempo después lo ligan al caso del expreso político Antonio Ledezma, es decir, que ante los ojos del Sebin, Juan se buscó a las peores amistades de Venezuela.

Actualmente, ha relatado como “ha compartido con varios presos políticos que aunque no los conocía, se han vuelto como familia”.

“A mi llegada al Helicoide, ellos me recibieron y fueron generosos ayudándome. Hoy yo sigo el ejemplo de mis compañeros facilitándoles a los que continúan llegando por persecución política con cosas como una pasta dental, una toalla o algo de ropa”, relata en una carta publicada por medio de los medios digitales.

El sacrificio de su familia no conoce límites

Juan solo puede ver a su familia cada tres o cuatro meses porque viven en San Cristóbal y no tienen la posibilidad económica de venir todos los fines de semana a verlo. Una tortura que sin duda alguna rompe un poco más su corazón, porque cuando no sabes si estarás en libertad, no poder compartir un almuerzo semanal con tu familia es una de las peores cosas por las que puede pasar un preso.

En una carta publicada, cuando apenas Juan tenía 2 años detenido, narra la agonía de su madre para visitarlo, aunque como él dice “una madre hace lo que sea por un hijo”.

Su mamá recorre en un autobús 800 kilómetros, ya que padece de las cervicales,   para calmar el desespero de Juan con un abrazo, para llenarlo de fuerzas y dejarle claro que nunca estará solo a pesar de la desidia de sus carceleros.

Hoy Juan vive injustamente en una cárcel más pequeña que sus sueños, comparte celda con el profesor Carlos Pérez, un Guardia Nacional, un preso común y el hermano de José Manuel Olivares.

Los días no son muy diferentes a los de cualquier preso político. Un pasillo estrecho y largo se ha convertido en su hogar, y algunos detenidos por razones políticas se han vuelto sus amigos.

Hoy su mirada  es diferente, su sonrisa ya no brilla como antes, y a pesar que sigue presente, no puede evitar las lágrimas que brotan de sus ojos cuando recuerda el infierno en el que vive por “luchar por su país y la democracia”.

Juan Pablo es un preso político más que el gobierno ignora, que su familia extraña y que la democracia espera con ansias verlo en libertad. Y el mayor regalo que le podrían dar los venezolanos a todos los presos políticos es no olvidarlos, y recordar que su lucha es por el país que todos queremos alcanzar.