Se trató de un show, por @maxsuarezd

thumbnailcolaboradores-190x1301Otro 15 de enero, un nuevo día del maestro, un día que los venezolanos deberíamos dedicarlo enteramente a homenajear y agradecer a los maestros de nuestra patria, y sin embargo, no hay venezolano, dentro o fuera de nuestra frontera, que no se vea obligado a dedicar los primeros pensamientos de cada día, a la situación que estamos viviendo: Las olas de saqueos, los desplazados hacia Colombia, los balseros venezolanos naufragados, el precio del dólar, la gente rechazando a los militares apostados en su opulenta tarima para ver pasar la procesión de la Divina Pastora, la escasez de medicinas, la delincuencia, el alto costo de repuestos, tratamientos y alimentos, y también, el hambre, el hambre, el hambre… Nuestra propia tragedia humanitaria, esa misma que de sólo pensarla nos duele hasta el alma, esa de la que intentamos escapar, como y en las condiciones que sea, esa que nos está transformando como personas y como sociedad para siempre, y tan sólo nos hemos referido a los primeros días de un año que promete probar nuestros límites al máximo.

Pero, sin siquiera tener tiempo para terminar de archivar y acumular preocupaciones, somos interrumpidos por un evento único. Se trata del piloto que robó un helicóptero para trasmitir un mensaje de libertad, el ex inspector del CICPC Oscar Pérez, él desde su paradero, hasta ese momento desconocido, nos envía un mensaje de ayuda en cortos videos, nos expone que junto a su grupo fueron descubiertos, nos pide fuerza para que continuemos con la lucha por recuperar la libertad de Venezuela, se despide de su familia, luego con sangre en su rostro, manifiesta su voluntad de entregarse para preservar su vida y la de los civiles que le acompañan, nos alerta que los efectivos a cargo del operativo continúan con el asedio armado y finalmente, queda impresa en nuestra memoria, imágenes de humo, fuego, acompañadas del sonido de los disparos provenientes del exterior, y solicitudes de clemencia que invocan a Dios. Esos, fueron los hechos a los que todos tuvimos acceso, pero en diversos portales noticiosos pudimos conocer el tamaño del operativo, y las denuncias de familiares, personalidades e instituciones de defensa de los Derechos Humanos, para que se le respetara la vida al grupo dispuestos a entregarse.

Mientras este drama se desarrollaba, en las principales redes sociales, muchos usuarios se hacían eco y promovían una discusión profundamente estéril, en relación con la gravedad de la situación. Por una parte, unos manifestaban que se trataba de un montaje, un show del gobierno al que el grupo de disidentes se habría prestado desde el principio (desde el robo del helicóptero), mientras que otros espetaban a los demás para que demostraran un arrojo similar al de los atrincherados, una autentica batalla de teclados, que pareció disminuir en la medida que diversas zonas caraqueñas se quedaban sin servicio de Internet o que se propagaban diversos rumores: Sobre el ajusticiamiento del grupo, sobre el asesinato de un miembro del colectivo Las Tres Raíces de nombre Heiker durante el operativo policial, sobre la captura de los sublevados, es decir, un sinfín de desinformaciones amparadas con la etiqueta extraoficial; y como si no fuera suficiente, para algunos venezolanos, la situación era digna de hacer y compartir morbosos chistes relacionados con el drama.





Con la profunda desinformación que caracterizó el seguimiento periodístico de este operativo, programado por el gobierno, para que coincidiera con la presentación de la memoria y cuenta del Presidente Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional Constituyente, debemos preguntarnos sí ¿En verdad se trató de un show? Y ya que estamos ¿De qué tipo de show se trató? Por lo que, por el tamaño del operativo, solo comparable con la disposición de tarimas en el centro de Caracas durante el mismo día, seguramente se trataría de la exhibición de un trofeo de guerra, que en caso de no poder presentarse desde la tribuna del orador programado, contaría, por coincidencia, con un operativo policial de respaldo, la desactivación de un supuesto artefacto explosivo desde la avenida Francisco de Miranda y a plena luz del día, cual película de acción barata.

Así que, sí, se trató de un show, pero de un show planificado desde el gobierno, y al igual que en todas las demás preocupaciones de los venezolanos, la puesta en escena implica un auténtico drama, en el que todos participamos, en la medida que permitimos que el gobierno nos manipule como a títeres de su dantesca comedia particular, y sí, esos conspiracionistas que todo lo saben, esos indiferentes que a todo le dan la espalda, esos replicadores de rumores y chismes, esos esbirros de gatillos alegres, esos dominados por el miedo, esos quienes perdieron la dignidad para poder alimentarse directamente de la basura, o quienes mueren de hambre, o aquellos que tuvieron que huir, o los que callan, los políticos de bando y bando, incluso el maestro al que no se le celebra su día, todos, absolutamente todos, tú o yo, todos terminamos siendo, tristemente, los títeres en su show. Y ellos ríen, mientras el pueblo lo lamenta, ese es el verdadero show, uno que sólo pocos están dispuestos a disfrutar y consentir, mientras los venezolanos lo pagamos a un precio muy alto mientras les dura el espectáculo.