La crisis del sistema de gobierno presidencialista, por @MichVielleville

La crisis del sistema de gobierno presidencialista, por @MichVielleville

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En el campo de la literatura politológica no han sido pocos los autores, ni exiguos los análisis, que se han dedicado a la comprensión del sistema de gobierno presidencialista, y a su influencia en la vida política de los Estados, específicamente en la gran mayoría de democracias latinoamericanas, las cuales han adoptado esta forma de organizar y administrar sus responsabilidades y/o controles con relación al ejercicio poder, a su vez institucionalizados y sujetos al orden constitucional sobre el cual se hayan fundados.





En términos sucintos, a pesar de la agobiante tarea que implica conceptualizar al sistema presidencialista, fundamentalmente por la divergencia en criterios para definirlo, apropiándonos del método comparado, se puede referir al modelo de organización y administración del poder donde un “presidente” resulta electo a través del sufragio popular, cuyo gobierno no es colocado o sustituido por el voto de los miembros del parlamento (a diferencia del sistema parlamentario), y el cual es dirigido directamente por él.

En la disciplina, autores como Giovanni Sartori (1994), en su reflexión en torno a la Ingeniería Constitucional Comparada; o los aportes de Juan Linz (1993) en sus notas referidas a “Los peligros del presidencialismo”; y sumando a ello las contribuciones a los debates más recientes, de Dieter Nohlen (2009) en análisis como “El poder ejecutivo en el presidencialismo”; convincentemente cada uno de estos pensadores ha traído al escenario de discusiones los principales atributos de un modelo de gobierno que ha sido resultado de un proceso de desarrollo político regional, pero que, sin embargo, se ha encontrado asociado también a unos problemas de naturaleza sistémica, derivados de su propia dinámica y vicios internos.

Los estudios en relación al sistema presidencialista en su mayoría intentan mostrar su vínculo con los niveles de gobernabilidad democrática. La teoría siempre ha destacado las dificultades que ha debido enfrentar el sistema presidencialista, para manejarse frente a las crisis de naturaleza política, económica y social, o cultural. Por mencionar parte de la reflexión, Juan Linz ha sido uno de los autores pioneros en destacar que los principales problemas del sistema de gobierno presidencialista, se encontraban asociados a las relaciones conflictivitas entre el Ejecutivo y el Parlamento, que fraccionaban la legitimidad, haciendo más difíciles los procesos de consenso y colocando en riesgo la estabilidad democrática; o a las consecuencias derivadas del principio mayoritario, desde el cual se excluye a la disidencia sin posibilidades de integración.

No obstante, lejos de plantear leyes generales que intenten dar cuenta de la dinámica de un sistema de gobierno de esta naturaleza, lo que deberá estar claro es que esta forma de ejercer el poder se encontrará determinada por la cultura del país donde se aplique, y las realidades históricas que compartan. Justamente, la particularidad en algunas democracias latinoamericanas será conceder capacidades superiores a las constitucionalmente dispuestas al poder Ejecutivo; una situación que ha derivado, lamentablemente, en desequilibrios entre la figura presidencial y el poder Legislativo.

En este sentido, la concesión que otorga parte de la naturaleza del sistema de gobierno que tratamos, ha logrado el auge de un Ejecutivo que actúa sin límites y sin reconocimiento del Legislativo; con resultados catastróficos, de constantes enfrentamientos entre poderes, sin posibilidades de consenso; y donde sale triunfante la dimensión presidencial, que se expresa en niveles de irresponsabilidad política nunca antes vistos.

Entonces, el presidencialismo en latinoamérica vendrá acompañado de problemas en el diseño institucional, a partir de arbitrarias reformas legales que desde la clase política gobernante se introducirán, y que tratarán de justificarse sobre la base de supuestos ideales de recuperación de la capacidad de la política; pero todo ello apoyándose en el marco de la sombra militar, finalmente para adquirir la forma de autoritarismos modernos, con rotundas concentraciones de poder, pero siendo incapaces de enfrentar cualquier entorno de crisis.

Al respecto, el sistema de gobierno venezolano es un modelo que refleja parte la decadencia y de la crisis en la región. La presencia de un Ejecutivo sin ningún tipo de controles, y que hace un uso indiscriminado de la Justicia para eliminar a su disidencia, muestra el drama en el cual cada uno de nosotros somos protagonistas, y a la vez, víctimas.

El Gobierno de Nicolás Maduro se ha encargado de instaurar una forma de cultura que empeña el prestigio institucional, y contradice el carácter poliárquico del modelo democrático, para concentrar toda la autoridad, y a través de eso lograr extender al modelo populista, como fundamento último de su poder.

Pero es importante resaltar que la crisis del presidencialismo no sólo se convertirá en la expresión de la fragilidad institucional del Estado portador; esta situación política será resultado de una compleja combinación de elementos que estarán tomando cuerpo, en un momento cuando la forma de gobierno y la forma de vida democrática se encuentran bajo profundo riesgo. Precisamente, la fragilidad en las formas de organización política en la sociedad civil y entre los principales canales de comunicación entre el Estado y la Sociedad, será un aspecto determinante; pero, por razones de espacio deberá ser analizado en entregas posteriores.