Aumentan a 27 los fallecidos en el Pediátrico de San Félix en lo que va de 2018

Foto: REUTERS
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Un apagón de cuatro horas fue suficiente para que seis familias guayacitanas vistieran de luto al ver morir a sus respectivos neonatos, ante el esfuerzo de un grupo de médicos que hizo todo lo posible por salvarlos. Porque salvarlos era más que su labor. Era también que funcionaran los respiradores a los que estaban conectados los bebés, que nunca arrancaron luego del apagón por falta de oxígeno y compresión de aire. Con estos seis casos aumenta a 27 el número de decesos en el Centro Pediátrico Menca de Leoni en lo que va de año.  Así lo reseña correodelcaroni.com

Seis familias guayanesas ya no recordarán el 14 de febrero como el día del amor y la amistad. No por corazones rotos; o no al menos por las razones que el calendario católico -y ahora, el comercial- impone. Sino por razones que, más que fracturar un sentimiento, terminan por sembrar otro tipo de emociones: las que infunde la muerte. La de un ser querido. La de un hijo… o la de seis recién nacidos.





Así fue el 14 de febrero para esas seis familias, que vieron morir a sus hijos en la terapia intensiva neonatal del Centro Pediátrico Menca de Leoni, en San Félix, luego de una falla eléctrica.

El neonatólogo José Ángel Chavero, encargado del área, informó que el miércoles al mediodía hubo una falla eléctrica en el sector de Guaiparo, donde se encuentra el pediátrico. El personal del centro intentó encender la planta eléctrica pero esta no funcionó, ni tampoco lo haría durante las cuatro horas posteriores que duró el apagón. Frente a la eventualidad, el equipo de Chavero, que tenía a los seis recién nacidos conectados a equipos de ventilación mecánica, procedió a activar el mecanismo de ventilación manual.

Pero esto no fue suficiente para salvarlos. A partir de las 2:00 de la tarde, informó Chavero, los neonatos comenzaron a morir, incluso luego de restablecerse el fluido eléctrico a las 4:00 de la tarde, pues -aseguró el especialista- una vez restituido el servicio, no pudieron reactivar los respiradores artificiales por fallas en las presiones de oxígeno y de aire comprimido.

Por eso mantuvieron el procedimiento de ventilación manual, con los equipos que tenían, con el personal que tenían. Pero ninguno de los contumaces esfuerzos del equipo médico fueron suficientes para salvar a los seis pequeños que murieron entre las 2:00 de la tarde y las 12:00 de la noche.

Varias relatorías de Naciones Unidas, como la del derecho a una vivienda adecuada, la del derecho a la alimentación, la de la salud, y la encargada de pobreza extrema y derechos humanos, instaron a Maduro la semana pasada a tomar medidas urgentes para frenar la crisis que mata de mengua a los venezolanos.

Así fue el 14 de febrero en el único hospital de San Félix, el ala más grande de Ciudad Guayana, con una población de 445.414 personas (un 63,02% de la población del municipio Caroní), según el Censo del Instituto Nacional de Estadísticas de 2011.

Al día siguiente, el jueves en la mañana, una reunión del equipo médico del servicio de Pediatría y Neonatología con la dirección del centro de salud confirmaba lo evidente: el colapso de la terapia neonatal y su cierre temporal, dada su incapacidad de atender a recién nacidos con algún tipo de afección.

El cierre de la unidad es también una muerte. Una que preludia la de estos seis bebés, que a su vez aumenta a 27 el número de decesos en el Centro Pediátrico Menca de Leoni este año.

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La muerte se viste de emergencia

La desgracia de la muerte con rostro pueril ha dejado de ser novedad en el estado Bolívar: 2017 cerró con 47 niños muertos por desnutrición solo en ese centro de salud. Una realidad que grita al mundo, además de la crisis hospitalaria, la emergencia humanitaria que padecen los venezolanos, signada especialmente por la aguda crisis de alimentos y medicinas: una dupla que sigue matando a las generaciones futuras.

Sobran testimonios de esta realidad. Si no que lo digan los familiares de los siete niños waraos que murieron en menos de 48 horas en Delta Amacuro entre el 26 y el 27 de enero, precisamente, a causa del hambre y la desatención médica. Estos niños, con edades entre los 1 y los 3 años, pudieron salvarse de haber recibido la atención mínima necesaria: la suficiente como para atender una diarrea aguda, acompañada de vómitos y fiebre, que no pudieron conseguir sus parientes en las medicaturas más cercanas. “Ni siquiera con una gasa para atender a los pacientes”, lamentaron.

La minusvalía del sistema de salud, la misma que mató a estos niños waraos, y a los seis recién nacidos del Menca de Leoni el 14 de febrero, es la que también padecen los 42 pacientes renales del centro de dialización José Gregorio Hernández, en San Félix, quienes están en riesgo de muerte ante el colapso del único centro con ese servicio en ese sector de Ciudad Guayana.

La pauperización del sistema de salud nacional, y la consecuente lesión a este derecho humano es una verdad innegable para todos, menos para el Gobierno nacional. Por algo varias relatorías de Naciones Unidas, como la del derecho a una vivienda adecuada, la del derecho a la alimentación, la de la salud, y la encargada de pobreza extrema y derechos humanos, instaron a Maduro la semana pasada a tomar medidas urgentes para frenar la crisis que mata de mengua a los venezolanos.

Venezolanos como estos seis recién nacidos, que el único 14 de febrero que vivieron fue el de su propia muerte. La muerte prohijada en la indolencia de un gobierno que persiste en su política de fracaso para tratar, sin el más mínimo de los éxitos, de llevar al país a “la mayor suma de felicidad posible”.