El enemigo estaba dentro del hotel de Kabul antes del ataque

An Afghan policeman walks in front of the Intercontinental Hotel a day after an attack in Kabul, Afghanistan January 22, 2018. REUTERS/Omar Sobhani
An Afghan policeman walks in front of the Intercontinental Hotel a day after an attack in Kabul, Afghanistan January 22, 2018. REUTERS/Omar Sobhani

 

El 20 de enero a las 19H23, los jefes de seguridad del Hotel Intercontinental de Kabul recibieron tres SMS de la dirección: “dejen pasar el coche con matrícula 14-14 sin registrarlo”. Una hora después comenzó el asalto.

El balance de víctimas de esta matanza sigue sin estar claro; oficialmente se habla de una veintena de muertos y otras fuentes mencionan más de 40, entre ellos 15 extranjeros, de los cuales dos venezolanos.





Las autoridades callan sobre las circunstancias del ataque a este hotel propiedad del gobierno afgano.

Según una fuente cercana a la investigación, el informe de la comisión formada por el ministerio del Interior y los servicios de inteligencia (NDS) está en manos del presidente Ashraf Ghani desde la semana pasada. Por el momento no se ha filtrado nada, pero el ministerio promete más información “muy pronto”.

Ante este silencio, el adjunto del jefe de la seguridad del hotel, de la que se encarga la compañía privada KBSS, denuncia ante la AFP y Radio Francia Internacional que hubo “complicidades” y “negligencias”.

Un antiguo militar húngaro de 42 años que pide ser identificado bajo el nombre de B. Tamas, recuerda tres mensajes de texto enviados a las 19H23, 19H24 y 19H25 al teléfono móvil de su jefe, “Kenny”, un estadounidense.

“Buenas noches, el señor Makhood llega – Su número de matrículas es 14-14 – por favor preste asistencia al VIP”, recuerda, contactado en Hungría, adonde volvió, desde Kabul. La AFP tuvo acceso a los mensajes.

El coche, que llegó con “tres o cuatro personas a bordo”, fue hallado en el estacionamiento del hotel con armas y explosivos en su interior.

– Ni preguntas ni registro –

“Todos los días recibimos este tipo de mensajes de Ahmad Haris Ayab”, acusa. Responsable de ventas, según su tarjeta de visita, este hombre con barba y gafas (actualmente entre rejas al igual que otros 10 sospechosos y con el que, por lo tanto, la AFP no ha podido hablar) era el contacto de KBSS (Kabul Balkh Safety Security), una compañía de seguridad creada en 2004 por un afgano.

KBSS se encargaba de la protección del hotel desde el 1 de enero. Antes corría a cargo de la policía afgana.

“No haga preguntas, no registre el coche, déjelo pasar en el control y en la entrada”. KBSS se encargaba únicamente del control del exterior del complejo, apunta B. Tamas. El interior del hotel estaba “bajo la responsabilidad de guardias desarmados y poco entrenados”.

En cuanto se lanzó el asalto en la entrada principal, “tres o cuatro” hombres registrados días atrás como clientes y de comportamiento hostil y sospechoso”, atacaron a “Kenny” y a B. Tamas en la segunda planta. Ellos replicaron y lograron escapar mientras pedían a gritos a los clientes que se protegieran.

Kenny y yo “éramos los únicos armados en el edificio. El plan era claramente eliminarnos desde el comienzo del ataque”, asegura. Los refuerzos, fuerzas especiales afganas y noruegas, llegaron “30 o 40 minutos más tarde”.

El comando talibán parecía bien informado. “Conocían el plano del hotel, sabían a quién buscar, qué habitaciones atacar, tenían las llaves de todas las puertas”, sostiene.

“Tras el final de las operaciones incluso se encontraron listas de nombres”, asegura B. Tamas, convencido de que “esta operación estaba planificada desde hace tiempo, meses, quizá años”.

Según él, en el lugar se hallaron cantidades ingentes de municiones usadas durante las 14 horas de asalto. “Estoy seguro al 100% de que había municiones escondidas en todo el edificio”.

“Kenny” había pedido efectuar un rastreo habitación por habitación pero el propio Haris le negó el acceso.

– Sin alarmas –

Un mes más tarde, lo que llama su atención es la sucesión de fallos en la seguridad en un hotel que ya fue atacado en 2011.

“No había botón de alarma para cerrar de una vez puertas, ascensores y por lo tanto (impedir) el acceso a las plantas. Ni alarma de incendio. Cuando se desató el fuego no se pudo hacer nada”.

“Los detectores de metales, averiados desde noviembre, nunca funcionaron. Pero no teníamos derecho a cachear a los clientes o sus maletas. Cada vez que se lo comentábamos al director nos decía mañana, mañana…”

Algunos supervivientes acusan a los guardias de KBSS de haber huido bajo los disparos. Tamas no lo niega: “No se puede esperar más que el servicio por el que les pagan, estos guardias ganaban 200 dólares por mes”.

“Podríamos haber resistido un ataque del exterior. No del interior”, concluye. AFP