La ruleta rusa de Nicolás Maduro, por Gustavo Azócar Alcalá

Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara
Gustavo Azócar Alcalá @gustavoazocara

Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales de 2013 con trampa. De eso no existe la menor duda. El ex chofer del Metro de Caracas estuvo perdiendo las elecciones hasta las 5 de la tarde del domingo 14 de abril. Pero misteriosamente, cuatro horas más tarde, el CNE lo anunció como ganador con una diferencia de apenas 224 mil votos (Maduro: 7 587 532 (50,61%) Capriles: 7 363 264 (49,12%), es decir, 1,49%, sobre su más cercano competidor. El país enteró supo que aquel día hubo fraude. Capriles también lo supo. Pero faltaron esféricas y una dirigencia opositora menos benevolente, entreguista y mercenaria para reclamar en la calle aquella victoria.

Cinco años después, Maduro quiere volver a ganar las elecciones presidenciales de la misma forma como ganó en 2013: con trampa. Pero ahora ya no tendrá como competidor a Capriles, y muy probablemente, a ningún otro dirigente político opositor de esos que se venden por un plato de lentejas. La presión internacional que han realizado el Grupo de Lima, la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos, ha hecho que, por primera vez en muchos años, la dirigencia opositora venezolana entienda que los venezolanos ya estamos cansados de seguir haciéndole el juego a un gobierno tiránico y dictatorial acostumbrado a burlar la voluntad de los ciudadanos.

Cuando escribo estas líneas, todo parece indicar que sólo hay tres payasos de circo dispuestos a entrar a la función que ha preparado Maduro para el domingo 22 de abril. Esos payasos, plenamente identificados, recibirán a su debido tiempo el castigo que se merecen por prestar sus nombres para este sainete. De nada ha de servir que Maduro le ordene al CNE organizar elecciones para diputados, legisladores, concejales, juntas parroquiales, consejos comunales, juntas de condominio y certámenes de belleza. El país nacional ya tomó una decisión: no participaremos en ese circo. No convalidaremos ese fraude. No nos prestaremos para esa farsa.





Maduro tendrá que competir sólo. Y como los tres payasos que al parecer se prestarán para el show no tienen votos, sólo le quedará un camino para conseguir los 10 millones por el buche que tanto prometió y que nunca consiguió el padre de la revolución: repetir la trampa que montaron el 30 de julio de 2017, durante la supuesta elección de la Constituyente Cubana, cuando con la ayuda de hackers rusos, le inyectaron millones de votos a las vulnerables y tramposas máquinas de Smarmatic gracias a los buenos y eficientes servicios de una muy famosa fábrica de duendes ubicada en San Petersburgo.

LA FABRICA DE DUENDES RUSA

Se llama pomposamente Agencia de Investigación de Internet (IRA). Está ubicada en la ciudad de San Petersburgo, en el número 55 de la calle Savushkina. Fue fundada en 2013 con el supuesto objetivo de hacer traducciones sobre todo lo que ocurría en el misterioso mundo de las redes sociales. Pero dos años más tarde, en 2015, comenzó a dedicarse a su verdadero objetivo político e ideológico: interferir en procesos políticos, especialmente en contiendas electorales. Su primera gran misión fue influenciar las presidenciales de EEUU en 2016. Eso ya lo comprobó el FBI, la NSA y la CIA. Ahora sus ojos y sus planes están puestos en América Latina: México, Colombia y Venezuela están en la mira durante 2018.

Un periódico ruso informó en 2015 que IRA tenía, aproximadamente, 400 empleados y un presupuesto de al menos 20 millones de rublos (aproximadamente $ 400.000) al mes. Eso significa que la agencia disponía nada más y nada menos que de 4.800.000 dólares al año para hacer el trabajo sucio. El dinero lo aportaban varios grandes empresarios vinculados al gobierno del camarada Vladimir Putin, entre ellos, Yevgeniy Viktorovich Prigozhin, a quien en Rusia conocen como el cocinero de Putin.

Prigozhin, a quien las autoridades de EEUU acaban de demandar junto con otras 12 personas y varias empresas rusas, por su presunta vinculación con los ataques que sufrió la campaña presidencial de EEUU en 2016 mediante toda una estrategia de marketing llevada a cabo desde las redes sociales para favorecer a Donald Trump y golpear a Hillary Clinton, es dueño de varias empresas que han sido beneficiadas por el gobierno ruso con jugosos y multimillonarios contratos.

Las investigaciones que se han hecho hasta ahora, tanto por agencias de inteligencia, como por periodistas de los principales periódicos de EEUU, han logrado determinar que la Agencia de Investigación de Internet, fundada por Prigozhin, no es otra cosa que una gran fábrica “trolles” (duendes) cuyo trabajo es penetrar, mediante redes sociales, aquellos países cuyos gobiernos no son del agrado de Rusia (y de Vladimir Putin), creando las condiciones para desestabilizar las democracias occidentales, desacreditar al establecimiento político, y promover liderazgos que estén un poco más acorde con los sagrados intereses del Kremlin.

Un reportaje publicado en The New York Times comprobó que en las pasadas elecciones presidenciales de EEUU, el poder agudo de la fábrica de trolles de Rusia, quedó demostrado “al comprobarse que sus empleados llevaron a cabo una campaña de desinformación y propaganda a través de las redes sociales. Fue una verdadera operación de marketing político de última generación. Los duendes de IRA desarrollaron una campaña de desinformación en línea que incluyó la creación de cientos de páginas políticas falsas en Facebook y cuentas en Twitter que se presentaron como pertenecientes a ciudadanos estadounidenses”. Embaucaron a medio mundo. Hasta que se determinó que esos tales ciudadanos nunca existieron.

La existencia de la fábrica fue denunciada por periodistas rusos que empezaron a ver entre 2013 y 2014 un extraño y misterioso crecimiento del apoyo a la gestión de Vladimir Putin en las redes sociales. IRA empleaba a 250 personas en turnos de 12 horas para proporcionar un flujo constante de publicaciones y comentarios favorables al Kremlin, elogiando a Putin y criticando al presidente Barack Obama y al presidente Petro O. Poroshenko de Ucrania.

Investigaciones posteriores determinaron que IRA empleó a cientos de personas y, en el verano de 2016, gastaba $ 1.2 millones al mes. Los salarios mensuales oscilaron entre $ 1.100 para un analista junior;  $ 1.400 para un blogger y hasta $ 4.200 al mes para la alta gerencia. El trabajo consistía en crear cuentas falsas en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube. Promovían a Donald J. Trump y denigraban a Hillary Clinton.

The New Yorker publicó un reportaje en el que señaló que “los trolles robaron las identidades de los ciudadanos estadounidenses. Organizaron manifestaciones políticas en varios estados y hasta contrataron a un imitador de Clinton para un evento, en West Palm Beach, Florida”. El dinero nunca fue un problema. Las empresas MediaSintez LLC, GlavSet LLC y MixInfo LLC se encargaban de depositar los recursos financieros que fueran necesarios para las operaciones.

LOS DUENDES RUSOS

 

Lo que antes era solo una sospecha, ahora es una terrible realidad: la Internet rusa está inundada de trolles“Este negocio trol se vuelve más popular año tras año”, dijo a The New York Times Platon Mamatov, quien dirigió su propia granja de trolls en los montes Urales de 2008 a 2013. Durante ese tiempo, Mamatov empleó de 20 a 40 personas, en su mayoría estudiantes y madres jóvenes, para llevar a cabo tareas en línea para los contactos del Kremlin y las autoridades locales y regionales del partido Rusia Unida de Putin.

Mamatov dice que hay decenas de operaciones como la suya en toda Rusia, trabajando para las autoridades gubernamentales en todos los niveles. La industria de los trolles es muy reservada en Rusia. Con sus fondos canalizados a través de un laberinto de contratos inofensivos y negocios fantasmas, es difícil estimar exactamente cuántas personas están trabajando hoy en día. Y como la mayoría trabaja para el gobierno, nadie las investiga y nadie las castiga. Mamatov afirma que “hay miles, no estoy seguro de cuántos, pero sí, realmente, miles”.

Y eso no es lo más grave: hay fábricas que ya no son sólo fábricas, ahora son escuelas. De diferentes partes del mundo está viajando gente para recibir entrenamiento y formación como troll y como hacker. Un informe de inteligencia elaborado por agencias de EEUU indica que hay un grueso volumen de ciudadanos de países amigos de Rusia que están llegando a esa nación para empezar a capacitarse y entrenarse en el mundo del trolleo y del hackeo. Dentro de poco habrá fábricas parecidas a IRA en todo el mundo.

Los trolles formados y entrenados en Rusia tienen una misión muy bien definida: “hay que estropearlo todo, crear una atmósfera de odio, hacer que sea tan apestoso que la gente normal no quiera tocarlo”. En Rusia, al igual que en muchos otros países del mundo, Internet sigue siendo el único medio donde la oposición puede transmitir su mensaje de manera confiable. Eso ocurre en países de América Latina como México, Colombia y Venezuela. Pero ese mensaje opositor pronto estará rodeado de tanta basura difundida por los trolles que los lectores pueden volverse resistentes antes de que el mensaje llegue a ellos.

A raíz del éxito obtenido por IRA en EEUU en 2016, al ayudar al triunfo de Donald Trump, varios gobiernos aliados ideológicamente con Rusia han mostrado interés en sus servicios. Los rusos llaman a la fábrica como Glavset. A los trolles les dicen kremlebots. Para realizar el trabajo de interferencia en EEUU, IRA contrató más de 1.000 blogueros y comentaristas. Más de 600 trolles fueron empleados en la sede de San Petersburgo. Cada troll tenía una cuota diaria de 100 comentarios. Los trolls tomaban turnos escribiendo principalmente en blogs sobre temas a lo largo de las líneas de propaganda asignadas. Entre los empleados había artistas que dibujaban caricaturas políticas. Trabajaban durante 12 horas cada dos días. Cada blogger hacía diez publicaciones por turno, cada publicación era de al menos 750 caracteres. Cada troll debía hacer mínimo 126 comentarios por día y dos publicaciones por cuenta. Cada blogger estaba a cargo de tres cuentas

HACKERS PARA MADURO

IRA no es solamente una fábrica de trolles. Es también una escuela de hackers. En EEUU trabajaron los dos grupos. Primero los hackers penetraron los correos electrónicos de altos dirigentes del partido demócrata para obtener información comprometedora. Luego entraron en acción los trolles, haciendo uso de esa información para generar campañas en redes sociales que terminaron minando la base de sustentación y la credibilidad de Hillary Clinton.

En México, Colombia y Venezuela, la estrategia es exactamente la misma. Primero los hackers, después los trolles. Colombia sabe mucho de hackers. En las pasadas elecciones un hacker desató una tormenta política en ese país. Informes de inteligencia indican que hay un ejército de hackers trabajando en la campaña de López Obrador en México. En Venezuela, los hackers tienen una tarea mucho más específica: penetrar los sistemas informáticos del CNE, alterar y manipular la base de datos, para luego, el mismo día de las elecciones, inyectar votos a las máquinas de Smarmatic y garantizar resultados favorables a Maduro. Pareciera un trabajo complicado, pero no lo es: los hackers que trabajan para el gobierno venezolano cuentan con una base de datos de aproximadamente 16 millones de personas (Banco de Venezuela, Banco Bicentenario, Ministerios, Gobernaciones, Alcaldías, Pdvsa, Carné de la Patria) y la colaboración interna de la CANTV, empresa desde la cual se hace la transmisión de datos desde cada máquina hasta el Centro de Cómputos y la Sala de Totalización del CNE.

Cómo puede observarse, Maduro está jugando a la “ruleta rusa” con los venezolanos y se siente muy seguro de ganar por paliza el próximo 22 de abril de 2018. Pero lo que no sabe el ex chofer del Metro de Caracas, es que esa ruleta tiene un solo tiro y que, a veces, ese tiro también puede salir por la culata.

San Cristóbal, 23 de febrero de 2018